Escrache a Cavallo: en Argentina hacen falta huevos
Por Fernando Esteche
El pasado miércoles 20 de agosto en la Universidad Católica Argentina (UCA) se llevó a cabo una conferencia donde disertaron Domingo Cavallo y Javier González Fraga, pretendiendo dar cátedra sobre economía, habiendo sido arquitectos y ejecutores del ajuste ortodoxo y las recetas neoliberales que sumergieron al pueblo argentino en un modelo económico que solo prometía riqueza para unos pocos, que destruyó la industria y con ella miles de puestos de trabajo, que dilapidó el capital social acumulado, rifando las empresas del Estado, abriendo la puerta a los capitales foráneos para que saqueen de la forma más despiadada y salvaje que puede asumir el capitalismo. Inauguraron la era del capital financiero, de la desinversión nacional, de la desindustrialización. Privatizaron la salud, la educación, las empresas, los recursos naturales… Y estatizaron la ilegal, ilegítima y fraudulenta deuda.
Tras el escrache, se avivó el debate. Periodistas, académicos e intelectuales salieron al cruce. Algunos cuestionaron el método, sumergidos en ese trillado lugar común de medios y fines, que no hacen más que trastocar las causas y construir falsos debates. En su parcializada visión suponen que legitimar un escrache es legitimar la violencia, cautivos de más de una trampa. La irresponsable comparación de la violencia que pueden suponer unos huevos contra la violencia que genera que hombres como Cavallo construyan operaciones de retorno, no hacen más que banalizarla. En un país que ha sufrido y padecido la violencia bajo la forma de genocidios, fusilamientos, desapariciones, exilios, prisiones, gatillos fáciles, equipar un escrache con estas formas de violencia, es banalizar los verdaderos males y tragedias que hemos atravesado en nuestra historia. El “setentismo” nace con un hecho emblemático como fue el “Aramburazo”, que significó el ajusticiamiento de aquel general que además de ser el fusilador del 56 y ladrón del cadáver de Evita, resultaba ser la continuidad y recambio de la dictadura. A Aramburu le pegaron un tiro. A Cavallo, pretendido recambio del establishment, que ha provocado tanta frustración, desolación y muerte le pegamos, con desigual puntería, tres huevazos. Y todavía hablan de violencia!
Un puñado de intelectuales sale a explicar en una curiosa genealogía del escrache -donde incluso mezclan etimologías de acuerdo al googleo que hayan concretado- que estas manifestaciones, que no son otra cosa que la reacción extraordinaria ante lo ordinario de la impunidad, son manifestaciones “nazis”. Esta lectura simplicista y reduccionista haría de los partisanos italianos que señalaron y cazaron a los fascistas, de los luchadores franceses que marcaron a los colaboradores nazis, del mismo Severino Di Giovanni que en el Teatro Colón les gritó “asesinos” a los Camisas Negras amigos del gobierno de entonces, y de los mismos HIJOS, expresiones del nazismo.
Y entonces cuando advierten la falacia de la pretensión de endilgarles repertorios fascistas a ciertos actores, terminan resignificando la acción que explicarán como bien intencionada en el mejor de los casos, pero inevitablemente funcional a lo que se quiere combatir. Con esta aparentemente ingenua operación, despojan de politicidad a los compañeros que hicieron la acción. Pretenden que se trate de “muchachos con bronca”, solamente eso. Nos gustaría saber si no hubieran estado estos huevazos cuanto se hubiera hablado de esto!
Dejar hablar a Cavallo en los grandes medios de comunicación no es abonar la libre expresión, es ser funcional a sus intereses, intereses que son contrarios a los del pueblo argentino. Pero nosotros no nos permitimos semejante pifie intelectual porque sería “ser funcional a la derecha”. Nosotros creemos que a esta altura de la maduración política de nuestro pueblo, aun padeciendo taras y limitaciones, es poco serio seguir señalando como “funcionales a” a todo aquel repertorio de protesta, forma de lucha, acción política disruptiva. Creemos que lamentablemente quienes caen en ese juego son justamente los verdaderos funcionales a la reproducción de la proscripción, de la dominación, cuando le niegan al Pueblo la posibilidad de discutir a fondo, sin simplificaciones, cualquier cuestión de la que se trate.
Con buena voluntad algunos periodistas, que solo hablan o escriben sobre lo que sus jefes de redacción o productores deciden, se lamentan de que la noticia sean los huevazos de Quebracho y no la maniobra de relegitimación de Cavallo. Incluso responsabilizan a nuestra militancia de esta situación como si ellos -y no sus jefes y su obediencia debida- fueran los que determinaran la circulación de discursos. Al unísono se preocupan más por repudiar y rechazar la violencia (que encierran en tres huevazos) y proponen con un liberalismo ingenuo que se les permita hablar, que hay que dejar que todos se expresen. Todos menos nosotros y los como nosotros, claro.
Dejar que las expresiones dictatoriales y genocidas opinen libremente no es democracia, es coronar la impunidad. Es hacer tabla rasa del pasado, de un pasado reciente donde las consecuencias de la entrega y el saqueo neoliberal aún persisten. En nuestro país hay leyes que prohíben la formación de partidos nazis, y sin embargo esto no pone en cuestión el carácter democrático del sistema institucional.
Si Videla viviera ¿sería convocado para hablar sobre la política de DDHH o de reparación histórica provocado por el genocidio que él mismo perpetró? ¿Sería convocado para disertar sobre qué hacer con la protesta social, con los piquetes y los piqueteros? Algunos dirán que Videla no es lo mismo que Cavallo, lo cual es perder la dimensión histórica de nuestra propia historia ¿O que vino a hacer la dictadura militar sino fue sembrar las bases para los planes económicos que posteriormente ejecutó Cavallo? Como caso arquetípico tenemos a Mariano Grondona, quién en una muestra de fidelidad y comunión absoluta llevo a Massera a su programa y lo llamaba “mi almirante”.
“Hay que dejarlos hablar” proponen ingenuos, como si se tratara de una lucha de consenso despojada de perversos andamiajes y aparatos que hegemonizan la circulación de narrativas. Señores como Alfredo Zaiat pregonan desde un optimismo sorprendente, que el mejor antídoto a la revancha conservadora es la prédica pública de Cavallo, y sostiene que lejos de los huevos "es más efectiva la cesión de micrófonos porque permite develar cual es el objetivo de los sectores conservadores". Mientras tanto, Beto Casella sin imposturas caretas dijo lo que muchos piensan: "está bien que le tiren huevos a Cavallo sino parece que los argentinos nos bancamos cualquier cosa".
Otros como el converso Leuco, se inquietan por lo sucedido en la UCA, no por la presencia del Dr. Cavallo sino por los huevazos de Quebracho. Lejos está de molestarse porque su coterráneo esté disertando, hecho que le resulta saludable por tratarse de un profesor de Harvard, uno de esos lugares sacralizados del saber (y del poder) donde se han formado y se forman los hombres de las clases dominantes, en base a doctrinas colonizantes y colonizadoras, que buscan perpetrar el saqueo y la dependencia en nuestras tierras. Leuco hablará críticamente de que con los huevazos se busca el discurso único que él, en uso y abuso de su microfonito, dice deplorar. Dedica su columna a lo que denomina nuestro "salvajismo", en ese juego dialéctico de la civilización o la barbarie. Salvajismo desde su lógica somos nosotros, y los como nosotros; no lo que hace o hizo Cavallo. Al contrario, reivindica que aquel debate que se iba a llevar a cabo en la UCA era un debate de “gente civilizada”; mientras tanto los “bárbaros” no están aptos para el debate y lo único que pueden hacer, es irrumpir con unos huevos. Simplemente la civilización es una ficción, por eso recuerdo cuando Rodolfo Kusch ponderaba que la única civilización posible es la que realiza la barbarie.
El mismo día de los huevazos, rápido de reflejos, Silvestre convoca a los militantes a un móvil y les propone una discusión que inaugura aclarando sus "diferencias" con Cavallo, pero señalando desde su lugar de privilegio como conductor del programa y de la entrevista, que él no estaba de acuerdo con lo que llamó "la violencia". Al otro día frente a cámaras confesó su sorpresa al constatar que gran parte de su audiencia saludó los huevazos perpetrados contra el ex ministro. La respuesta voluntarista de Silvestre fue que la justicia, la manera con que nombra al poder judicial, se estaba encargando de Cavallo y que había que dejar que actúe. Cerca del chiste está semejante argumento, que desde el Martin Fierro para acá -en la cultura popular, en los hechos y aun en las narrativas periodísticas- todos los argentinos sabemos que el poder judicial esta atravesado por importantes intereses sectoriales y que únicamente desde ahí se puede explicar la absolución de De la Rúa, la libertad de María Julia, las no condenas de Cavallo, la impunidad de Sobisch. El poder judicial claro está, no es sinónimo de justicia.
Entonces Silvestre nos propone que dejemos a la justicia actuar, y se lo enrostra en una entrevista a un militante que además, es hijo de desaparecidos. Entonces éste le explica que para conseguir justicia con su individual y colectiva historia, tuvieron que forjar la consigna hecha política de que si no hay justicia, hay escrache.
Carlos Barragán habla sobre el efecto Evangelina Carrozo. No se trata de intervenciones que hoy hacen activistas y ayer artistas; se trata de acciones políticas, de señalamiento, de repertorios de protesta y reivindicaciones que hemos ido construyendo como pueblo. Es probable que se recuerde el culo de Carrozo y solo eso, después de todo es lo único que hizo además de ir al show de Tinelli. Pero Quebracho es otra cosa. En los noventa contra la lógica neoliberal, cuando el posmodernismo se enseñoreaba en las aulas de las academias y en las mentes de los opinadores, nosotros afirmamos en la calle, y casi en soledad, mucho de los lugares comunes de hoy: patria, soberanía, deuda externa como mecanismo de expoliación, revolución; leíamos, nos formábamos. Luego abrazamos el Congreso para que no legisle contra el pueblo; luchamos contra López Murphy, estuvimos con Norma Pla, con Milagros Sala y el Perro Santillán en Jujuy; hicimos piquetes, dimos batalla en el Puente Pueyrredón. Muchos de los que nutrieron nuestras filas hoy hacen política y gestión desde el gobierno. No, nosotros no somos Carrozo. Somos una modesta organización política con una historia luminosa.
Por lo demás crean que los huevos taparon la discusión real, sean funcionales ustedes al Discurso Único y al manto de impunidad que buscan tejer sobre los sectores de poder; que mientras discuten la legitimidad de un repertorio de protesta y esbozan argumentos que suponen políticamente correctos sobre el qué hacer en política, paralelamente se consagra la impunidad e inmunidad jurídica sobre De la Rúa por las muertes del 19 y 20 de diciembre del 2001, como así también por el probado caso de las coimas en el Senado; de María Julia Alsogaray por tanto desfalco cometido; de Carlos Menem por la voladura de Rio Tercero; del banquero Muldorf por las sucesivas y reiteradas estafas; de Duhalde por los fusilamientos de Santillán y Kosteki… Y podemos seguir la larga lista. Lo que me llama la atención es cuanto espanto les provoca los huevos contra un bandido y cómo en muchas de esas mentes está tan naturalizada mi prisión que ya lleva un año, por un hecho en el que no estuve.
Hoy Cavallo se discute por los huevos, no sean ingenuos. Y pongan huevo, que para hacer política hace mucha falta.