La novia del medio día: mis viajes a Cuba

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PERONISMO Y CUBA

La novia del medio día: mis viajes a Cuba

06 Marzo 2023

 


 

La primera vez que pisé suelo cubano fue en 1962, tenía 22 años. A poco de llegar me sorprendió la llamada crisis de los cohetes, el mundo estaba por estallar y yo parado en el centro del conflicto. La URSS y los Estados Unidos decidieron, sin consultar a Cuba, retirar los misiles. Calmados los ánimos, las cosas se fueron acomodando. Para esos días llegó de visita el presidente Argelia Amed Ben Bella, lo fuimos a recibir al aeropuerto. Los peronistas nos identificamos con la lucha del pueblo árabe. Todo esto pasaba lejos de la ciudad de La Plata de donde yo provenía, estaba en otro hemisferio.

La invitación para viajar a Cuba la había formulado John William Cooke dirigente peronista y ex delegado personal de Perón. En ese entonces, perseguido y proscripto. John William residía en La Habana junto a su compañera Alicia Eguren, también buscada. En realidad el Gordo Cooke, como lo llamaban cariñosamente sus compañeros, había cursado dos invitaciones, una para mi viejo, una figura de la Resistencia Peronista y suboficial mayor del Ejército y otra donde convocaba a una delegación de la JP Platense, para que visitara la Isla. El convite además de las cosas puntuales tenía el propósito de que los peronistas conocieran la revolución cubana y que los cubanos conocieran al peronismo. Al Viejo, en ese momento, con una vida complicada no le daba para alejarse del país.  

Retirado del Ejército cobraba todos los meses su jubilación y con ese sueldo tenía que sostener dos familias con un total de once hijos. Para poder cumplir tomó dos empleos más ¿Papá que voy a hacer yo en Cuba? Pregunté -Me había hecho la propuesta de que viajara en lugar de él- Andá vos que sos el invitado, proseguí. Haceme caso, me reafirmó, ándate para la isla, allá te esperan otros compañeros. Presionado por el mandato paterno crucé el charco y en Montevideo tomé un avión rumbo a La Habana.

En la ciudad de La Plata la Juventud Peronista pintaba en las paredes, Fidel y Perón un solo corazón. Yo hacía poco tiempo que me había acercado a la Juventud. Una fuerza que se encontraba dispersa como consecuencia de la represión desatada por el Plan Conintes, durante el gobierno de Arturo Frondizi. Sus dirigentes más destacados, Haroldo Logiurato, Diego Miranda, Baby Molina y el Juan Barba Bartoletto. estaban presos. Haroldo en la cárcel de Viedma y los otros en el Penal Militar de Magdalena. Clemente Saavedra, otro de los destacados, logró cruzar la frontera y se encontraba prófugo en el Paraguay. La delegación de la JP había viajado unos meses antes, cuando llegué me acoplé al grupo.  

Una mañana, junto con Néstor Pichila Fonseca, subimos a un taxi con recorrido fijo, igual que los que dieron origen a las líneas de colectivos en Buenos Aires, se trataba de un Chevrolet impala color rojo modelo 59, con ocho cilindros en línea, conducido por una joven mulata. Antes empleada doméstica de familias adineradas, ahora trabajadora del transporte público, organizada sindicalmente. El calor de la revolución se palpaba en las calles. En aquella época existían tres autocines en la Habana, uno estaba en la calzada del Vento, el segundo en Playa Tarará. Nosotros conocíamos solamente al tercero, bautizado con el sugestivo nombre de, La novia del medio día. Parece que el lugar por estar alejado del tránsito, se prestaba para citas y trampas. El bloqueo naval de los Estados Unidos sobre Cuba se inició el 22 de octubre de 1962 y prosigue en nuestros días sin fecha de vencimiento. Todo indica que el país del norte está dispuesto a cobrarle a Cuba, hasta el último centavo del precio de la dignidad.

Otro día fuimos a visitar una familia cubana que vivía en el barrio de Marianao. El hijo más chico, en brazos de su madre, lloraba desconsolado. Qué te pasa mi amor le decía ¿Por qué lloras tanto?  Los reyes me trajeron un regalo muy chiquito. Mi cielo tenés que entender que ahora los Reyes Magos vienen de muy lejos, viajan desde la Unión Soviética y no pueden cargar mucho peso. En otra oportunidad fuimos al cine a presenciar Las doce sillas, una de las primeras películas del cine de la Revolución, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea junto con Carlos Taibo. A la salida nos topamos con un grupo de las FAR armados hasta los dientes. Los uniformados rodeaban a otro camarada que, sentado en el cordón de la vereda hablaba y sonreía. Era el comandante Che Guevara y su guardia de personal. Nos quedamos petrificados, lo observamos un rato y nos alejamos en silencio. Fue un final para una película. 

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Nos contó con mucha naturalidad lo siguiente: “Mi compromiso con los sueños de Fidel siguen en pie. Pero muchas cosas cambiaron. Me fui del Partido, perdí la confianza en los dirigentes"

Mis otros viajes

La segunda vez que aterricé en La Habana fue por el año 1981. Esta vez viajamos todo el grupo familiar, éramos cinco, Amalia, mi compañera y tres hijxs. Salíamos de Argentina rumbo al exilio por segunda vez. La dictadura genocida asolaba el país. Llegamos a la capital de Cuba y la encontramos cambiada. Las restricciones aumentaban día a día. Había grandes carencias pero se podía conseguir carne rusa enlatada. La vida no era un jolgorio, sin embargo comparado con lo que pasa ahora se vivía mejor. El muro de Berlín cayó en noviembre de 1989 y muchas cosas quedaron al desnudo. El 85% del comercio exterior de Cuba se realizaba con la URSS.  A nosotros como exiliados, Cuba nos ofreció todo, fue más que generosa. Era la primera vez que nuestro hijo e hijas no tenían necesidad de ocultar su identidad y podían ir a la escuela con su nombre y apellido. Sería ingrato con el pueblo cubano, con el gobierno cubano y con nosotros mismos, sino supiéramos valorar esta solidaridad. 

La primera vez que desembarcamos en la isla sentí alegría. La segunda preocupación y en la tercera angustia. El último viaje fue en enero de 2023, habían pasado 44 años. Esta vez el grupo estaba compuesto por mi hija, mi nieto y yo. Tres generaciones, cada uno sacó sus propias conclusiones. El Período especial en tiempo de paz, lo anunció Fidel en 1990 y duró 15 años. Según cuentan los propios cubanos fueron años duros.

Una vez instalados preguntamos por La novia del mediodía y nos contaron que no existía más. El autocine estaba ubicado en la avenida 51 y Plaza del Medio día. Lo habían montado en un sitio adecuado para sus fines, un gran espacio en zona periférica con buena comunicación con el centro comercial de la ciudad. Situado al Sudoeste de la Habana, abarcaba unos 52 metros cuadrados, con una capacidad de albergar 454 automóviles, cifra que en 1960 se elevó a 550. Una pantalla de 36 por 18 metros elevada sobre el terreno para que todos tuvieran buena visión. Funcionó hasta 1970, otros dicen hasta 1990. Fue cerrado, hoy solo queda en pie, como rémora del pasado un terreno baldío y las columnas de los accesos de entrada y salida.

Una tarde caminando por el barrio donde vivimos nos encontramos con un vecino cubano con el cual habíamos construido una amistad durante los años del exilio. Nos contó con mucha naturalidad lo siguiente: “Mi compromiso con los sueños de Fidel siguen en pie. Pero muchas cosas cambiaron. Me fui del Partido, perdí la confianza en los dirigentes. Mi hija, con su esposo y mi nieta se fueron para Miami. La carrera en la Universidad de la Habana la terminó sin problemas, pero no tenía horizontes para su profesión. Hace poco también se fue mi compañera. No les cuestiono nada, los chicos son jóvenes y pueden hacer un nuevo camino. Yo no me voy, todo lo construido lo tengo en Cuba. Me acerqué a la iglesia Evangélica y estoy ayudando.”  

La última noche que pasamos en la Habana fuimos a caminar por la ciudad vieja. La calle estaba a media luz. Por la puerta entreabierta de un bar ruidoso, se escucha el coro de un son cubano. “Juana se ha vuelto loca -Quedó para vestir santos- Nadie besó su boca y yo queriéndola tanto”.