Las “Fiestas”, un territorio en disputa

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    Navidad
    Foto: Dani Mundo

Las “Fiestas”, un territorio en disputa

11 Diciembre 2024

Se acerca el final del año, y con él llega ese momento en el que todos comenzamos a pensar en las celebraciones. Para algunos, la palabra “fiesta” trae consigo melancolía, una suave nostalgia que resuena en las sillas vacías y en la ausencia de aquellos que ya no están. Para otros, las fiestas son un canto de reencuentros, de abrazos esperados y sonrisas que iluminan las noches. Sin embargo, en ambos casos, las familias suelen atravesar ciertas tensiones, esas pequeñas fisuras que aparecen al decidir el lugar de encuentro, o al debatir sobre qué se va a comer, sobre cómo se organizará el tiempo compartido. Incluso, se ven/nos vemos arrastradas a las discusiones sobre quién estará en la mesa, qué regalos se ofrecerán; si es que se cuenta con algo de dinero.

Lo que al principio parece ser una celebración, un espacio de unión y alegría, a menudo se transforma en un campo de batalla emocional, donde los viejos conflictos afloran, donde el pasado vuelve a mostrarse con su peso invisible. Las fiestas, en lugar de ser "Noches de Paz y Amor" como en los villancicos, se convierten en un escenario donde se “disparan” viejas heridas, donde emergen problemas familiares no resueltos, conflictos latentes que, por “alguna razón”, las celebraciones tienen el poder de despertar.

Es curioso cómo estas fiestas, en su esencia, pueden remover lo que llevamos dentro. A veces son como un eco que resuena en lo más profundo, un llamado a confrontar lo que hemos silenciado. Al respecto de este punto, Carl Jung hablaba del efecto de “gatillo”, de esos recuerdos que viven en nuestro inconsciente, esos fragmentos de dolor que recuerdan circunstancias del pasado, esa “multitud de pensamientos oscurecidos temporalmente, impresiones e imágenes que, a pesar de haberse perdido, continúan influyendo en nuestra mente consciente”. Las fiestas, con su carga emocional, pueden ser el detonante de estos recuerdos desagradables: un gesto, una palabra, una mirada pueden “gatillar” esos recuerdos olvidados, esos traumas no resueltos que siguen su curso en nuestras venas, en nuestras aguas, como un río subterráneo.

Es en esos momentos, cuando el alma se sacude y los recuerdos regresan, que se nos presenta la oportunidad de mirar dentro. Y en este viaje, las fiestas pueden ser una oportunidad para reconocer y sanar esas viejas heridas familiares, esos patrones que nos atan al pasado, liberándonos de lo que no nos pertenece. Es el momento de integrar, de romper con las cadenas de lo heredado para vivir una vida más plena, más propia.

Por otro lado, y en consonancia con lo que se viene planteando, Bert Hellinger nos enseña a mirar nuestro árbol genealógico con una mirada amable, pero firme, reconociendo las lealtades invisibles que nos unen a nuestras familias y nuestros ancestros, pero también mostrándonos cuándo hay que tomar distancia de aquellas dinámicas que siguen reproduciendo el sufrimiento. Las fiestas, con su aparente alegría, pueden ser un escenario donde esos hilos invisibles nos atan, invitándonos a repetir antiguos roles familiares. Pero el proceso de sanación pasa por reconocer esos lazos y decidir si seguimos amarrados a ellos o si, por el contrario, liberamos nuestra alma para vivir de acuerdo a nuestras propias decisiones.

Así, les invito a transitar estas fiestas con una mirada más profunda, no hacia afuera, sino hacia adentro. Que sean momentos de reflexión y de silencio interior, donde podamos agradecer por las oportunidades que la vida nos brinda, por las lecciones que hemos aprendido y por los caminos que aún podemos construir. Sin dejar que las expectativas ajenas nos arrastren, sin forzarnos a entrar en los “moldes” de tradiciones familiares que ya no nos resuenan, sin aceptar lo que no elegimos con el corazón.

Estas fiestas pueden ser un tiempo de sanación, de reencontrarnos con nosotros mismos, de elegir con quién compartir esos momentos, de hacerlo sin máscaras, sin hipocresía.

Que el amor sea el que fluya libre, que la paz que buscamos habite en nuestro interior, y que se nos permita recibir lo que realmente nos nutre: la conexión auténtica con nosotros mismos y con los demás.

¡Que así sea! ¡Y que tengas “Felices Fiestas”!

* La autora es facilitadora de Círculos de Mujeres