Los tomates podridos de Diego Valenzuela
Por Martina Quiroga
Desde el 16 de marzo los y las docentes de la provincia de Buenos Aires, venimos reiventando estrategias y practicas pedagógicas para sostener y seguir acompañando las trayectorias educativas de nuestros y nuestras estudiantes y mantener ese lazo humano, afectivo y amoroso que caracteriza nuestra tarea docente. Sabemos que no son tiempos fáciles, extrañamos el aula donde el acto de enseñar y aprender es escenario posible de construcción de subjetividades críticas y contra hegemónicas, pero también el ámbito donde muchxs pibes y pibas se sienten seguros, a salvo de vulneraciones y situaciones de violencia y /o abuso que atraviesan en esa otra pandemia que es la violencia intrafamiliar. Para abordar estas situaciones la provincia de buenos aires desplego una serie de políticas publicas que de manera integral y transversal pusieron en acción y articulación a varios ministerios como el de la mujer, educación, salud y desarrolla para la comunidad en pos de atender y sostener a las comunidades mas vulnerables. Una de ellas fue el reemplazo del SAE que habitualmente llegaba a las escuelas para preparar la comida o las meriendas en los comedores, por un modulo alimentario (o bolsón ) de productos que intentan reemplazar lo que los estudiantes recibían en los comedores escolares. Una política que requirió de la puesta en marcha de muchos actores distritales pero que tuvo como centro a las escuelas, que se convirtieron en los puntos de su distribución y garantía de entrega. La entrega de los módulos en las escuelas se ha transformado en ese espacio de reencuentro entre la escuela y la comunidad, donde también se ponen en marcha dispositivos de acompañamiento pedagógico en las tareas escolares, la realización de algún trámite que demanden las familias y la proyección de ese lazo que nos une con nuestros estudiantes.
La universalización de esta política alimentaria en tiempos donde las desigualdades y la exclusión muestran su faceta más macabra, alcanzo en nuestro distrito a 20.000 estudiantes de los tres niveles obligatorios del sistema educativo provincial, quedando afuera la educación para adultos, fines y superior niveles no obligatorios pero alcanzados con políticas de emergencia como el IFE, tarjeta alimentaria, y el redireccionamiento y organización para que reciban algunos de los modulos excedentes. Celebramos esta política universal porque el bolsón o modulo es idéntico para todxs. Podremos poner en discusión (y hay que hacerlo) el valor nutricional del mismo, pero hoy la prioridad es llevar un plato de comida a nuestrxs pibes y pibas.
El SAE (Servicio Alimentario Escolar) forma parte de una política educativa y social que creció a partir de las reformas en el orden de lo público que instalo la gobernanza neoliberal y que junto a mecanismos de focalización y de asistencia de los sectores pauperizados por el creciente desempleo, se convirtió en demanda del único espacio estatal que subsistió allí donde todo había desaparecido: La escuela pública. Durante la gestión Vidal, la demanda en los comedores escolares creció y su cupo fue superado rápidamente, es decir chicxs que antes no comían en los comedores escolares, comenzaron a hacerlo. Fue un constante reclamo de las organizaciones sindicales provinciales el aumento del presupuesto invertido, ya que hasta diciembre de 2019 el sae representaba $34 por alumno, y quizás la única comida que recibían al dia. En tres de febrero y por orden de la gobernadora MA Eugenia Vidal junto a otros 10 municipios, el SAE paso a manos del ejecutivo municipal, su garantía, distribución, entrega, y calidad depeden exclusivamente del municipio. En manos de una empresa privada conocida como Grupo L, los equipos directivos de las escuelas de tres de febrero se ven enredados en tardanzas en las entregas, cambios en los cronogramas y menu del dia, merma en la cantidad y calidad de los alimentos, etc. La entrega de primero unas galletitas agusanadas y luego un lote de pure de tomates con análisis bromatológicos negativos, forma parte de esta decisión de terciarizar el SAE y la ausencia de controles por parte del ejecutivo municipal, impacta de manera negativa en una política que ponemos en valor porque refleja la decisión de una provincia en paliar momentos tan acuciantes para nuestras comunidades. Algo esta podrido en Tres de Febrero, y no son solo las cajas de tomates, es la manera de gestionar a través de empresas amigas, sin control y sin cuidado de la salud de nuestros habitantes.