Macri está en retirada y su gobierno hace agua
Por Maria Fernanda de la Quintana*
El caos económico y social al que nos han llevado requerirá tomar fuertes decisiones políticas y realizar un despliegue y proyección de enorme conciencia política.
Fresca la memoria, podemos recordar el estallido social de diciembre del 2001. La explosión generada por el corralito, la secuencia de saqueos y muertes fue un punto de inflexión, donde el deterioro político, económico y social fue el detonador en medio de la conflictividad para un “que se vayan todos”.
El aumento explosivo de la pobreza llevó a una crisis que marcó una ruptura en las formas de vinculación del gobierno con los distintos actores sociales que habían cuestionado en cierta forma el orden neoliberal, reconfigurando de esa forma lo que sería un nuevo espacio político.
La llegada al gobierno de Néstor Kirchner, fue una bocanada de “aire fresco” que impulsó políticas que fueron llevadas a cabo para recomponer el tejido social, reactivó la economía, recuperó el empleo y el Estado se volvió una prioridad a la hora de fortalecer los procesos de participación a nivel comunitario y así abarcar las distintas demandas. La propuesta fue la de mantener políticas activas de empleo en el marco de un modelo que promovía la inclusión social mediante la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores.
La seguridad social tuvo por objetivo poner un piso de justicia distributiva, el Plan de Inclusión Jubilatoria, la Asignación Universal por Hijo, la jubilación de ama de casa,y la moratoria, fueron avances en términos de derechos y de justicia social. Sin embargo, las políticas de transferencias de ingresos siguieron como paliativo a la pobreza.
Hoy tras el paso de Cambiemos por el Gobierno y el derrumbe de la política económica queda la calamidad, fruto del ajuste y la devaluación. Por eso es imperioso el abordaje de las consecuencias extremas de los procesos de pauperización.
El desmantelamiento del Estado bajo la reestructuración neoliberal, implicó el desentendimiento de las funciones que el Estado debe ejercer a fin de garantizar derechos.
La ofensiva neoliberal impuso una nueva forma de conducir que fue a través del mercado tomando medidas destinadas a fortalecer el lugar de este en el desarrollo de la sociedad. El vuelco a la derecha pone en panorama las limitaciones de gobiernos anteriores, y plantea el desafío de evitar debilidades que se expresan generalmente en oscilaciones. Estas limitan la profundización de los procesos de transformación en la construcción del poder político, económico y social.
El impacto de la devaluación en el bolsillo de los jubilados requiere una pronta recomposición del monto de sus haberes y el pleno acceso a la gratuidad de los medicamentos. Recuperar el Ministerio de salud, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; desdolarizar las facturas de los servicios públicos y transporte; crear un Ministerio de Hábitat y Vivienda para resolver la situación de las personas en situación de calle y en riesgo de calle; y renegociar la deuda con el Fondo Monetario Internacional y realizar una comisión que investigue la legitimidad de la misma, son algunas de las grandes tareas que afronta el próximo gobierno.
La táctica para ganar las elecciones es una cosa y la táctica para gobernar con proyectos estratégicos es otro tema. Y requiere de un programa de verdad que no se puede exigir hasta después de las elecciones.
Hay que recuperar el protagonismo y garantizar con la elección de los mejores la conducción de este proceso, sin personalismos y con grandeza, anteponiendo el interés general a los personales.
*Periodista. Licenciada en Ciencias y Humanidades.
Especializada en Bioética y Derechos Humanos. UBA