Milei y las espiritualidades: progresismos globalizados y nuevas derechas
Jonathan Prueger1
Ecumenismo a la Milei
El hecho de que detrás del fenómeno de las nuevas derechas encontramos el aporte clave de ciertos sectores religiosos no constituye una novedad. Basta recordar el apoyo de los evangelistas a Bolsonaro en Brasil y el golpe de Estado en Bolivia de 2019.
Detrás del fenómeno Milei en nuestro país, además de las claras y ya conocidas condiciones que lo posibilitan (cincuenta por ciento de la población por debajo de la canasta básica y crisis de representación político institucional), es posible atisbar un conflicto ideológico-cultural en el seno de nuestras sociedades occidentales: progresismos globalizados vs. nuevas derechas. Dentro de los registros progresistas globalizados (los cuales asemejamos a la socialdemocracia europea) encontramos un predominio de una orientación en clave más atea o agnóstica en lo que respecta a lo religioso o espiritual, mientras que las nuevas derechas, permeables a estos registros, están logrando interpelar y expresar a un conjunto amplio de las espiritualidades y religiosidades del pueblo argentino.
Milei no solo está logrando interpelar a sectores del evangelismo y el catolicismo conservador, acudiendo en entrevistas a pasajes bíblicos: “te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3:18-19) sentenció a la hora de justificar el desfinanciamiento del CONICET; también ha manifestado no descartar convertirse al judaísmo. Pero lo que es necesario destacar es que Milei está logrando interpelar a una buena parte de las nuevas formas de espiritualidad alternativas de nuestros tiempos.
Algo mucho más complejo que un simple remanente del movimiento Nueva Era. Me refiero a un conjunto de registros eclécticos, no necesariamente dogmáticos, que involucran la tradición hermética, el budismo, el hinduismo (recordemos sus alusiones al tantra), la cosmovisión de los pueblos originarios y el cristianismo gnóstico, entre otros.
Indaguemos un poco más en este fenómeno. El reciente apoyo masivo y popular a las nuevas derechas: ¿Qué espeja en torno a las cosas que descuidó el progresismo? Una de las cosas que podría espejar es que, además de lo material, también se descuidó el registro de lo espiritual. Veamos porqué es necesaria la descolonización del abordaje occidental de las espiritualidades.
Milei y las espiritualidades alternativas
Por nombrar los indicadores podemos comenzar con los ya conocidos en torno a que Milei cree en la telepatía, manifiesta comunicarse -mediante sus perros- con Dios y se encuentra bajo asesoramiento de su hermana: quien, al parecer, se involucra con una parte de estos registros espirituales mencionados (tal como lo retrata el libro “El Loco” de González).
También podemos señalar otros indicadores más sutiles. El color del partido de Milei es el violeta: el más poderoso (el color de la transformación) dentro de estos registros espirituales. El nombre del partido no es “Libertad Avanza”, sino: “La Libertad Avanza”. La diferencia podría resultar insignificante, pero al incorporar el prefijo “La” el nombre del partido pasa a ser un decreto de poder en sentido espiritual. A esto podemos sumar una llamativa popularidad entre una parte importante de los seguidores de las profecías de Parravicini quienes señalan que Milei es el “hombre gris”, literalmente: un elegido de Dios.
La heterogeneidad de expresiones de la espiritualidad argentina que logra interpelar Milei es realmente asombrosa. Al progresismo, por su primacía racionalista-occidental en su modo de proyectar la política, como dice el dicho: se le ‘escapó la tortuga’ (una vez más). La salida desde el espanto anti-oscurantista, el fácil rótulo de ‘locos’ a quienes adhieren a estos registros espirituales, constituye un lugar demasiado cómodo para lo complejo que arrima el panorama.
Sin embargo, el asunto no puede ser meramente instrumental. Sobre todo, cuando volvemos a estar tan cerca de otro reencuentro posible de ciencia y espiritualidad (particularmente me encuentro investigando los aportes de Jung a la hora analizar la relación poder-inconsciente en tiempos de mediación digital y algorítmica). La pregunta es: ¿vamos a regalarle a estos nuevos movimientos fascistas las espiritualidades?
Progresismos globalizados y nuevas derechas
Una parte importante de la sociedad todavía se inclina hacia uno de estos dos registros ideológico-culturales, optando más por uno que por otro. La llamada ‘grieta’, que muchas veces se reduce a un divisor de aguas en torno a ciertos candidatos o mandatarios políticos, anida en la sociedad y no en base a estas figuras, sino a: ideas-fuerza, valores, costumbres, afectividades, formas de sociabilidad.
Es necesario integrar ciertos registros que quedaron en una situación de antagonismo irreconciliable. Necesitamos encumbrar una propuesta que logre integrar tradición y deconstrucción, razón y pasión, libertad e igualdad, ciencia y espiritualidad (en sentido no dogmático), política y espiritualidad (también en sentido no dogmático), entre otros. Romper ésta ‘grieta’ que nos mantiene fragmentados, dominados, derrotados, excluidos, y formular una propuesta nueva que logre un nuevo coincidir de opuestos.
El moralismo exacerbado -superyoico (Freud)- del progresismo y ciertas izquierdas occidentales nos lleva a esa ‘cultura de la cancelación’ donde la alteridad, la negatividad, es expulsada: siguiendo el mandato positivista de la eliminación del opuesto. Esto no deja de alimentar la sombra psíquico-colectiva, al decir de Jung, del irracionalismo de las nuevas derechas. Las cuales detrás de su retórica de odio a la casta política solo traen como propuesta las viejas recetas de las escuelas económicas neoclásicas: en fin, neoliberales. Podríamos decir con Silvio, en esa canción con ritmo de chacarera argenta: Milei es “un servidor de pasado en copa nueva”.
Tenemos, por un lado, un progresismo occidental, racionalista, mesurado, deconstruido e ineficaz a la hora de resolver las necesidades elementales. Por el otro, tenemos una interpelación al arrebato emotivo del enojo, con reflexiones que pretenden resonar con los sesgos más elementales del sentido común. Un enojo justificado en las condiciones materiales, pero absolutamente irracionalista en sus derivas neoliberales; apelando al apasionamiento, la autoafirmación, pero también a la tradición y la espiritualidad, lo cual es muy apropiado para nuestra impronta argentina.
Muchos sectores de la espiritualidad, que se posicionan de manera crítica frente al esquema geopolítico globalista y la adscripción de sus elites a ciertos cultos masones de proyección imperialista (no toda conspiración es verdadera, así como no toda conspiración es falsa), terminan apoyando a figuras como las de Trump, Bolsonaro o Milei. Estas tres figuras se paran bien distinto entre ellos en términos geopolíticos, pero lograron posicionarse como referentes occidentales que se desmarcan del status quo globalista. Sin embargo, a pesar de su retórica y los registros anti-globalistas que está logrando expresar, Milei es miembro del Foro Económico Mundial de Davos.
Aquí no se puede dejar de señalar una interpelación liberal hacia un anarco capitalismo que, dentro de las construcciones de un nuevo ethos neoliberal -counching, autoayuda, espiritualidades neoliberales, cultura bitcoin, cultura gamer-, logran reforzar la utopía occidental del enriquecimiento material y la realización subsumida al consumo. A su vez, refuerza el individualismo exacerbado que atomiza a nuestras sociedades.
Se trata de un hiperracionalismo económico que logra convivir, mediante diferentes facetas, con un conservadurismo político y un tradicionalismo cultural. Allí es posible distinguir a distintas formas de espiritualidad de nuestros tiempos. Estas espiritualidades, más allá de sus diferencias, se encuentran en su gran mayoría supeditadas al materialismo: agrietando su barniz de ‘espirituales’.
Asumiéndose católico y respondiendo con pasajes bíblicos, insinuando una posible conversión al judaísmo, interpelando a la tradición hermética, al cristianismo gnóstico, Milei se termina constituyendo como representante de un abanico importante de las espiritualidades presentes en Argentina, las cuales son transversales a las clases sociales. Milei está logrando interpelar una retórica mítica y profética en un sector del pueblo argentino.
La retroalimentación de los progresismos globalizados y las nuevas derechas
En relación a la grieta, y desde una concepción psicoanalítica (Freud), si la sociedad fuera una gran psique: el progresismo globalizado representaría el “superyó” y las nuevas derechas serian el “ello” (el cual, por reprimido, emerge disruptivamente). Desde la psicología analítica de Jung, las nuevas derechas podrían ser asemejadas a la sombra: la cual viene a poner sobre la mesa las cuestiones que está dejando por fuera la orientación racionalista y occidental de los progresismos globalizados. A mayor negación y represión, mayor crecimiento de la sombra.
Entre otras características, se trata de una racionalidad cientificista que desdeña la espiritualidad, contribuyendo también a sostener el tipo de vínculo instrumental que todavía tiene el ser humano con todo lo que lo rodea y entre sí como especie.
En un contexto de padecimiento psico-social de la hipermediación digital (la cual condena a una pasividad y en no pocos casos a diferentes tipos de trastornos), de consolidación de una elite globalista que controla los Gigantes Tecnológicos (Google, Appel, Facebook, Amazon y Microsoft), sumado a una pandemia y una precarización generalizada de las condiciones de vida de las mayorías, emerge una reacción ultraliberal en lo económico, autoritaria en lo político y tradicionalista (involucrando corrientes espirituales y religiosas) en lo cultural. La misma interpela la pasión y la emotividad, generando un rompimiento con la opacidad costumbrista de la mediación digital y la pasividad de la mesura progresista.
Esta constituye una propuesta que, a su vez, se adjudica romper con el empantanamiento político-institucional hacia el cual nos llevan los progresismos globalizados. En el caso del suceso Milei en Argentina, es útil identificar su adscripción a la escuela austriaca de economía: de programa neoclásico, el cual se caracteriza por una visión atomista de la sociedad y marginalista del valor.
Por su parte, los progresismos globalizados no llevan adelante la desconexión con el gran capital financiero transnacional que hay que emprender, siguiendo los registros de la teoría de la dependencia, propia de una postura de soberanía nacional y popular. Los progresismos globalizados, como es el caso de la actual gestión de Alberto Fernández en Argentina, mantienen a nuestros países de rodillas frente a las directivas del FMI. Recuperan elementos del neodesarrollismo, generando tímidos avances, mientras el tiempo apremia y las nuevas derechas se alimentan de su tibieza.
Es necesario que desde las orientaciones nacional-populares emprendamos la integración de todo lo que necesitamos integrar y que hasta ahora las nuevas derechas han sabido canalizar.
La salida no es demonizar el opuesto, eso solo lo alimenta. El progresismo y ciertas izquierdas se posicionan ante las nuevas derechas: demonizando, tildando de locos, creyendo que quien decide seguir o apoyar a Milei solo parte de discursos engañosos y que ahí no hay absolutamente nada de cierto. Se reconocen las motivaciones materiales, pero en lo discursivo se suele creer que solo hay retórica vacía.
Hay que ver qué hay de cierto y errado en los progresismos y también hay que ver qué hay de cierto y errado en las nuevas derechas. Para poder hacer esto es necesario un profundo ejercicio de descentramiento político subjetivo, en simples palabras: poder ponernos genuinamente en el lugar del otro.
En los casos en que lo hacen, las nuevas derechas aciertan a la hora de denunciar que detrás de las conducciones políticas progresistas muchas veces se encuentran las garras del capital financiero transnacional (por eso los llamo progresismos globalizados). En una medida importante esto no es percibido del todo por los sectores de la sociedad afín a la retórica progresista.
El proyecto de Estado que proponen los progresismos globalizados, al no poder garantizar la cobertura de las necesidades de un conjunto amplio de la población, tiende a ser concebido como un sector que simplemente se autosustenta. Como la serpiente que se devora así misma (uróboros), el progresismo globalizado va sentando las bases de su propia destrucción. Sumado a que la demonización de las nuevas derechas, y la negación u ocultamiento de las críticas en las que aciertan, las fortalece.
Sin embargo, no hay posibilidad de transición hacia una situación de mayor plenitud y felicidad de los pueblos sin un Estado que lo garantice. Es posible que, durante estos años, bajo algunas condiciones que posibilitó el Estado, también se hayan alimentado las condiciones de posibilidad de la emergencia de algo nuevo. Me refiero a las voces de las nuevas generaciones que ya palpitan un nuevo espíritu de época que supere la trampa de los progresismos globalizados y evite la restauración neoliberal despiadada de las nuevas derechas.
Hoy más que nunca es necesario que estemos dispuesto a descolonizar y reformular los puntos de partida ontológicos en nuestras ciencias y, junto a ello, los marcos epistémicos de nuestras políticas públicas.
1 *Licenciado en Sociología y Doctorando en Cs. Sociales (FaHCE-UNLP). Becario Doctoral (IIGG-UBA/CONICET). Integrante del PPID: “Dependencia epistémica, eurocentrismo y colonialidad del saber: hacia un pensamiento situado”. Integrante del UBACyT: “Big data, algoritmos y plataformas: las nuevas formas de gubernamentalidad a la luz de la teoría de lo transindividual de G. Simondon”. Miembro de la Red PLACTS.