Elecciones en Brasil: “Lula hubiese ganado en primera vuelta en cualquier escenario”
Por Adrian Dubinsky - Enviado especial
La izquierda y el progresismo quedaron anonadados con el golpe dado en las urnas por Jair Bolsonaro. Tan shockeados que muchos han llegado al punto de bajar los brazos y se los ve resignados a una anomia que permita que el tiempo pase lo suficientemente rápido como para que lo que está pasando sea considerado una pesadilla; es decir, algo del mundo del inconsciente y no del mundo real; pero lo cierto, es que, si Bolsonaro gana las elecciones del día 28 de octubre, lo que ocurrirá va a ser mucho más tangible que una pesadilla. La pregunta es qué hacer como para presentar estrategias de lucha y de comunicación para torcer la historia de una compulsa electoral que quieren dar por cerrada.
En las redes leí que alguien proponía no dejar de lado la cotidianidad; seguir nuestro día a día contra un avance autoritario que muchos denominan fascismo. No creo ni lo uno ni lo otro. No alcanza para “salvarse” seguir con nuestros pequeños actos de vida normal, ni tampoco creo que sea fascismo lo que propone Bolsonaro. En primer lugar habrá que presentar otro tipo de resistencia, sobre todo comunicacional y de difusión, que la mera sustentabilidad de nuestra cotidianidad, y segundo, me parece que más que fascismo, la propuesta de Bolsonaro es una suerte de pinochetismo aunada a un programa neoliberal diseñado por un chicago old llamado Paulo Guedes, que propone vender todo lo que esté en manos del Estado, un paquete de reformas de carácter previsionales y una profundización de la reforma laboral y, sobre todo, mano dura con los impuestos. La mano, será dura con todo, claro está.
Pero para tratar de ensayar alguna respuesta a lo que aconteció en la primera vuelta de las elecciones, me fui a entrevistar a João Paulo Lima e Silva; João Paulo a secas para el pueblo. João Paulo es una síntesis perfecta -es decir superadora de instancias previas-, entre el catolicisimo obrero y el comunismo revolucionario; pero claro, eso ocurrió luego de un largo camino. Él fue dos veces consecutivas Prefecto de Recife -capital del Estado de Pernambuco-, Diputado Federal entre 2010-2014 por el PT y actualmente fue elegido Diputado Estadual. Su extracción social proviene del subsuelo de la patria: de joven fue cobrador de ómnibus (en Brasil, además del chofer, hay un cobrador), luego trabajo de obrero fabril, dónde comenzó su militancia sindical, y más tarde fue a estudiar con Paulo Freire, con quien viajó a Europa a los 22 años. Al regresar fue parte de la Juventud Obrera Católica y profundizó su militancia sindical; al igual que Lula, más tarde pegó el salto a la política y fue co-fundador del PT de Recife.
APU - ¿Qué análisis hace de la primera vuelta de las elecciones?
JP - No se puede analizar la elección por lo que pasó en la elección propiamente dicha, sino como un proceso que comienza antes. Y a mi parecer, no fue un proceso accidental, fue bien pensado y llevado a cabo. Con la victoria de Lula comenzó un gobierno de conciliación de clases, con un pacto con partidos conservadores, ya que esa era la única forma de ganar y gobernar, pero a la elite brasileña e internacional no le gustó que una parte de la plusvalía fuera destinada a políticas sociales y de integración, y que de fondo hubiese una estrategia que iba más allá de la soberanía nacional, del continente y la integración con los pueblos africanos. Había un pensamiento estratégico en torno de un Brasil autónomo económicamente, de establecer lazos con América Latina, América Central y África, además de una aproximación con China y Cuba. Lo que se sabía cuando fui diputado federal (2010 – 2014), era que había 150 agentes de la CIA aquí que estaban estudiando la realidad brasileña y estudiando lo que se podía hacer para modificar el rumbo. Se vieron algunas notas en algún periódico, pero no se pudo comprobar de una manera más concluyente.
Lo cierto es que el sector empresarial ganó mucho. El Programa Bolsa familia significaba 21 mil millones de reales de inversión, pero el sector empresario obtuvo en exenciones fiscales 240 mil millones. 11 veces más.
APU: Sin embargo, no alcanzó esto para vencer en la elección.
JP: La burguesía no se sintió satisfecha. Fue una época de mucha inclusión social, de mucha democracia. Mucha apertura, de relación con los trabajadores y con los sectores más discriminados de la sociedad, de buena relación y cooperación con Cuba, con América Latina, con el perdón de deudas de los países africanos, con el aumento del cien por ciento de las universidades públicas, con la interiorización del proyecto nacional, con obras como la transposición del río San Francisco, etc. Brasil tuvo una línea, no de orden marxista, pero sí cristiana. Las inversiones se dispusieron en ese sentido. Llegamos a estar por debajo del 6% de desempleo, Brasil comenzó a ganarse el respeto del mundo entero, incluso con Obama alabando a Lula.
A partir de allí comenzó un proceso de instalación de un discurso falaz sobre ética y de criminalización del PT y la CUT (Central Única de Trabajadores), con apoyo de una parte significativa de los medios nacionales -que fue fundamental- y un proceso de aniquilamiento de algunos cuadros políticos como José Dirceu, João Paulo Cunha, Genoino Guimarães Neto, Palocci, un proceso de erosión de la imagen de los principales dirigentes. Y la única forma de revertir las conquistas sociales que se habían logrado, era mediante la instalación del discurso sobre la corrupción, pero dirigida hacia los cuadros del PT y la izquierda; alcanzando también al PSDB, pero con penalidades leves para ellos.
Pero es evidente que la avanzada tiene que ver con revertir el proceso de redemocratización. Cuando Brasil hizo un nuevo pacto nacional, con el regreso de la democracia, en un primer momento el pacto no incluyó ni la elección directa, ni tampoco un castigo a los que dieron golpes de Estado, ni a los que torturaron, ni a los que mataron. La ley de amnistía, cuando contempló una indemnización, fue muy cuestionada por la elite brasileña.
Lo que ocurrió con esta elección es que ellos creyeron que el golpe había sido tan grande que la izquierda estaría liquidada. Sin embargo, Lula hubiese ganado en primera vuelta en cualquier escenario, pero lo que se hizo sin Lula, se realizó con mucho esfuerzo, y creo que no se sostuvo desde un punto de vista ideológico, sino que los votos que tuvimos fueron por los cambios económicos que llegaron al pueblo, y en ese sentido hemos hecho un gran trabajo de mejoría en la calidad de vida, pero no de concientización política; lo que permitió dichos cambios no fue un acto de magia, una dádiva, sino una política que no cayó del cielo.
APU ¿Qué dificultades existen en relación a esa concientización?
JP: Se confió mucho en ese pacto con la burguesía. Pero miré, yo fui prefecto de Recife 8 años, una ciudad con 1.600.000 habitantes, y siempre dije que hay que cuidar mucho de la educación, de la salud, de la cultura, del saneamiento, de los más diversos aspectos, pero eso no es más que la obligación de cualquier prefecto o gobernante de un poder ejecutivo, la verdadera responsabilidad de un dirigente de izquierda es que tiene que elevar la conciencia política de las masas. Y eso se hizo muy poco.
Estamos viviendo un escenario en el que los que sectores de centro no consiguieron ocupar un espacio y esos espacios fueron ocupados por sectores de extrema derecha. Y que además son sectores reaccionarios, filofascistas, llenos de homofobia, de deseo de aniquilación de los pobres, homosexuales, con una falta total de solidaridad con los pueblos africanos, con Venezuela. Hay un proceso de extrema polarización en Brasil. Y cualquier gobierno que gane va a tener muchos problemas para gobernar si no hace un pacto nacional. A mi entender, es hora de un gran pacto nacional. En estas condiciones nadie podrá gobernar. Y ese pacto no será con extremistas de derechas, pero si debería haber un pacto, por ejemplo, con el PSDB.
APU - Pero el PSDB dio libertad de votación a sus partidarios.
JP - Si, pero un partido tiene que bajar una línea política. No puede dejar a sus partidarios como una manada. Tiene que bajar una línea. Y es posible que esa línea pueda bajarla FHC. Él tiene más afinidad con Haddad y dijo que hay una puerta abierta. Si Bolsonaro llega a gobernar, todo el mundo va a verse perjudicado. Y el tenderá a ser un nuevo dictador y no va a querer estar solo 4 años. Él va a querer entronizarse.
APU - Las Fuerzas Armadas habían dicho que en caso de que ganase Haddad, podrían o respetar el resultado.
JP - Lo mismo habían dicho antes de que Lula ganase, pero no creo que haya lugar para eso si no se da por las urnas. Si Bolsonaro gana, puede irrespetar las instituciones, pero solo lo intentará ganando. No hay lugar para una intervención de las fuerzas armadas.
APU – ¿A qué se debe la influencia en el voto evangélico y de las iglesias pentecostales a favor de Bolsonaro?
JP - Están repitiendo la misma persecución que sufrieron ellos en Brasil. Están creciendo encima de un combate feroz contra la cultura afro. Las iglesias pentecostales suplen determinadas carencias de la población y ha llegado a lugares a los que la iglesia y el Estado no habían llegado. Los lugares más pobres, los presidios, alimentando la esperanza y la fe. Usted ve a cualquier evangelista y, mínimamente, tiene una biblia, un traje y una corbata. Me sorprendió hace poco ver a un niño de diez años dando un sermón evangélico en el que todo es por causa de dios y el universo. Yo vengo del catolicismo. En la década del 70 y el 80 ya había comenzado una persecución de la iglesia católica hacia la teoría de la liberación. Esa persecución terminó con el cierre de seminario, la expulsión de padres, el cierre del instituto de teología de Recife creado por Helder Câmara, con una fuerte línea de meditación. La iglesia católica perdió mucho espacio y eso permitió el avance de las iglesias pentecostales. Tienen una bancada muy grande y es algo que nadie esperaba que pasase. Es difícil contrarrestar con argumentos con aquellos que sienten la voz de dios.
APU – ¿Cuál sería la clave para que aquellos que no fueron a votar lo hagan en el segundo turno?
JP - Va a ser muy difícil. Cuando se realizó un ataque por medio de una línea ética al PT, fue un ataque a la política en general, y generó una gran desconfianza con la política en general. No es fácil de desarticular ese entramado, y no va a terminar de hacerse con la elección. La tendencia del porcentaje de votación será la misma, un poco mayor o un poco menor, pero dentro de ese número. Lo que lograron hacer, independientemente de la ideología, y de la posición política, de izquierda o derecha, fue montar una coalición conservadora, de derecha, a través de una militancia espontánea e independiente y extremadamente agresiva. Una asesora del presidente de la CUT de Pernambuco, Sérgio Goiana, que llevaba una remera con una insignia de la CUT, fue agredida, tratada de prostituta e intentaron pegarle y los pararon una grupo de policías que afortunadamente estaban cerca. Incluso ya ha habido muchas denuncias y hasta una muerte. Pero es el discurso de odio de Bolsonaro el que estimula esa actitud.
APU - ¿Hay manera de revertir la tendencia? ¿Cree que el próximo presidente será Bolsonaro?
JP – No, no lo creo. Yo creo que tenemos posibilidades. Hay una preocupación grande, ya que la última información que tuve es que nuestras arcas están vacías para hacer la campaña, solo nos queda aprovechar internet y, sobre todo, la militancia en la calle. Vi muchas personas independientes, no orgánicas, que toman una bandera de Haddad y van a un semáforo a agitarla durante tres o cuatro horas, otros que van al metro y piden a la gente que reflexione. Lo que está en cuestión es la democracia, no es una elección más y podemos revertirlo con presencia en la calle.