“Francisco siente un gran respeto por Evo Morales y Rafael Correa”
Por Cecilia Escudero
¿Qué balance realiza sobre esta primera gira de siete días del Papa Francisco por tres países latinoamericanos?
A diferencia de su visita a Brasil en 2013, que había sido programada por Benedicto XVI, considero que esta gira papal responde a una estrategia esgrimida por Francisco de mirar el centro desde la periferia. En este sentido, es representativo que su primer viaje como Papa haya sido a Lampedusa con el fin de visibilizar a los inmigrantes, a aquellos que huyen de Libia, Irak o Siria, entre otros, debido a la violencia que casualmente contribuyen a generar las potencias occidentales. El segundo viaje del Papa fue a Albania, que tiene el 93% de población musulmana, a poco de que se produjo el atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo. El último viaje fue a Bosnia y Herzegovina. Es decir, hasta hoy no ha ido a un país potencia. La primera vez será a EEUU, después de ir a Cuba, en septiembre próximo. Según se ha dicho visitará Argentina, Uruguay y Chile en 2016. Entonces, Francisco dice que desde la periferia se ve mejor el centro. En este primer viaje, quería que Latinoamérica se viera desde estos países más pequeños. Además, se le suma el hecho de que el Papa siente un gran respeto por Evo Morales y Rafael Correa.
¿A qué se debe?
Con ambos comparte valores, fundamentos, críticas, que ya fueron explicitadas en la segunda encíclica de Francisco, Laudato si’, en la que cuestiona a los poderes económicos, a los países desarrollados y el sistema de desarrollo imperante como responsable de los desastres ecológicos del planeta. Un texto donde, sin duda, se percibe la influencia de la carta de Morales a los pueblos indígenas del mundo. Hace dos meses, Correa fue el único jefe de Estado invitado a la Cumbre sobre Dimensión Moral del Cambio Climático realizada en el Vaticano, y que incluyó una audiencia privada entre Francisco y Correa. Por otro lado, Bolivia, pero también Paraguay, son muy cercanos al corazón del Papa porque, como arzobispo de Buenos Aires, las colectividades de estos países tenían mucho contacto con él.
¿Y cómo describe la relación del Papa con la presidenta Cristina Fernández? Un vínculo que suele ser objeto de múltiples especulaciones mediáticas.
Se subestima mucho la relación entre ambos. Pero los hechos están a la vista. Es la mejor relación que han tenido los jefes de Estado de Argentina y el Vaticano en la historia de las relaciones bilaterales. De hecho, se suele medir la importancia de las audiencias con los mandatarios por su frecuencia y, sobre todo, su duración. Cristina ya tuvo cinco encuentros, un récord. Después de que concluyó el último, el 7 de junio, la publicación Vatican Insider destacó que el encuentro había durado 1.48 minutos, cuando aquí en Buenos Aires, decían que iba a ser de 10 minutos. El título fue que había sido la audiencia más larga con un jefe de Estado y que Cristina solo se superaba a sí misma. El problema es que muchos vaticanólogos interpretan los hechos inversamente proporcionales a cómo suceden en realidad. Francisco es el que vemos, no lo que otros quieren que sea. Considero que tiene un gran respeto ético e intelectual por la Presidenta.
¿Cuál es la influencia del Papa en los procesos políticos progresistas de Suramérica?
No tengo duda que los potencia. Basta comparar la sintonía entre los discursos del Papa y los de varios líderes de América Latina, ya sea en cuestiones relativas al denominado Buen Vivir como a la crítica de las estructuras y funcionamiento del sistema financiero internacional. Hay muchos puntos en común. Por otro lado, respecto de la gira papal, mi impresión es que Francisco tuvo la intención de encuadrar las conferencias episcopales con los procesos políticos de Bolivia y Ecuador, cuya relación con la Iglesia no es óptima. No es casual que, por ejemplo, el día anterior a que el Papa llegara a Ecuador la Iglesia de ese país haya publicado un documento muy crítico contra Correa. Y, sin embargo, apenas Francisco pisó Ecuador pronunció un discurso que lo colocó en una sintonía muy fuerte con el presidente de ese país.
Francisco parece cimentar su liderazgo global en una fuerte crítica al actual sistema económico, que, según sus palabras, “mata”, “excluye” y “destruye la madre tierra”. ¿Cómo lo evalúa?
Fueron muy significativos en ese sentido los pronunciamientos que realizó durante el viaje, especialmente en Bolivia, con las referencias a un sistema agotado, que no se aguanta más, que condena la supervivencia del planeta, que subordina al ser humano a los intereses económicos. En realidad, no es algo diferente a lo que ya había expresado tanto en la última encíclica como en la primera exhortación apostólica Evangelii gaudium. Pero, por supuesto, las mismas ideas dichas de un modo más llano frente a sus fieles tienen otro impacto. En este sentido, me parece que también se pone en juego el peso de la mirada de un Papa que viene desde el Sur, que vivió la crisis argentina de 2001, donde presenció de cerca los efectos negativos del neoliberalismo. Ahora le toca vivir, también de cerca, procesos similares pero desde Italia, y desde toda Europa, donde los efectos de una crisis con características parecidas se hace sentir con fuerza en Italia, España, Portugal o Grecia, entre otros. Días antes del referéndum griego, el Papa emitió un comunicado abrazando al pueblo griego, solidarizándose con la gente. A veces este tipo de acciones no tienen tanta difusión.
Como la que tuvo el crucifijo tallado en una hoz y un martillo que le regaló Morales… ¿Qué opina?
Francisco hace énfasis en este tipo de cuestiones, las que relaciona con una de las manifestaciones de la cultura colonial actual como la monopolización de los medios de comunicación. A esto se le acopla la difusión de la cultura del éxito y del fracaso, la cultura del descarte de los seres humanos. Respecto del crucifijo, incluso antes de que el propio Papa dijera que no le había molestado el regalo, su vocero Federico Lombardi aclaró lo mismo en Bolivia frente a la repercusión que tuvo. Porque, además, el crucifijo lo había diseñado el padre jesuita Luis Espinal, a quien el Papa homenajeó en su paso por La Paz y que fue asesinado por la dictadura boliviana.
Francisco se configura como un líder de peso en la geopolítica mundial. ¿Coincide? ¿Cuál es su lectura?
Francisco es un Papa de su tiempo. Desde el primer día asumió el rol de gran constructor de puentes y destructor de muros. Un papel que asume frente al gobierno argentino, frente a América Latina y los conflictos en el mundo. De hecho, es el principal responsable de que todavía no se haya lanzado la tercera guerra mundial. Supo poner el cuerpo frente al anuncio de que se iba a invadir Siria, en un conflicto que se podía extender más allá de esas fronteras. Convocó a jornadas mundiales de oración, envió una carta personal al G-20 a fin de que los líderes más importantes del mundo pararan la invasión a ese país. Francisco es el mayor militante de la paz del mundo. La prioridad en su agenda es promover el encuentro, la convivencia de los hombres y las mujeres. La preservación de la madre tierra y la equidad social. Si se analiza bien todas sus acciones, gestos, tienen una fuerte carga simbólica en términos geopolíticos.
¿Cuáles destacaría? ¿La mediación entre EEUU y Cuba para retomar el diálogo?
Sin duda. Pero hay decenas y cada vez más frecuentes. Por ejemplo, el mismo día en que el G7 impuso sanciones contra Rusia por Ucrania, el Papa estaba reunido con el presidente ruso Vladimir Putin. O en un momento álgido de las discusiones entre Irán y las potencias occidentales por el programa nuclear, Francisco recibió en el Vaticano a la vicepresidenta iraní. Por otro lado, no se puede dejar de destacar las gestiones del Papa frente al conflicto palestino-israelí. Cuando se había vuelto a recalentar el clima en Medio Oriente, el Papa invitó a Mahmud Abás al Vaticano y lo denominó el príncipe de la Paz. Pero eso no es todo. Además, reconoció el Estado de Palestina, decidió que el Vaticano iba a tener por primera vez un embajador en ese estado árabe. Y como si todo lo anterior fuera poco, hizo que Abás participara de la primera canonización de religiosas palestinas ¿Por qué hasta mayo de 2015 el Vaticano no había tenido un nuncio en Palestina? Son decisiones que toma un jefe de Estado.
Usted dice que Francisco es un Papa de su tiempo. ¿Cómo cree que Francisco interpreta su época?
Observa los efectos desastrosos del capitalismo financiero a nivel global. Frente a esto, la singularidad de Francisco es que le agrega su mirada de Papa de Latinoamérica, de Papa del Sur, por lo tanto sus acciones y visión no se basan en una óptica eurocéntrica. Es un hombre que vivió la crisis en su país, que sabe cómo opera esta lógica económica. Creo que en la mirada de Francisco debe influenciar el hecho de que nació, se crió y dirigió su diócesis en una ciudad como Buenos Aires, donde tuvo contacto con la enorme colectividad argentina de origen judío, la colectividad árabe, así como polaca, ucraniana, rusa, armenia, además de los españoles e italianos. Todo eso debe tener un peso importante en su punto de vista y en su preocupación por esos inmigrantes que son devueltos al mar apenas pisan Europa. Francisco se convirtió en Papa luego de la experiencia de haber constituido en Buenos Aires el diálogo interreligioso, desacralizando históricas antinomias, y que dejó como legado. Francisco no se imaginaba que iba a ser elegido Papa por el Cónclave de 2013, del cual participó y donde ofreció su visión crítica del mundo y de la Iglesia. Ahora está cumpliendo el mandato que le dio ese cónclave. Eligió su nombre por San Francisco de Asís, el santo más conocido en el mundo, el más venerado. Es muy pesado llevar ese nombre y honrarlo. Ningún Papa se había animado. Y a Bergoglio lo critican por muchas cosas, le dicen populista y hasta comunista, pero nunca se ha dicho que deshonra el nombre que lleva.
Fuente: Nodal