Victoria de Lula: escenarios posibles
Luego del triunfo en el ballotage del pasado 30 de octubre de Luiz Inácio Lula da Silva, que superó por un millón y medio de votos a su oponente Jair Bolsonaro, y del casi fantasmal reconocimiento de éste al triunfo del PT en Brasil, finalmente ha iniciado el proceso de transición entre los equipos de gobierno saliente y entrante.
El escenario social, caldeado y preocupante por el nivel de violencia política que tiñó la campaña, con petistas asesinados es, probablemente, lo que constituyó una novedad en el proceso electoral. Tras años de una política gubernamental que impulsó la militarización de la sociedad civil, el saldo es la profundización de la ruptura de los lazos sociales y el aumento de un clima antidemocrático donde parece válido enfrentar un proyecto político con balas o con rumores y mensajes ambivalentes, como lo hace el mismo primer mandatario actual.
En este contexto, en los primeros cien días, el gobierno lulista se enfrentará a grandes desafíos, comenzando por la pacificación social para lograr estabilidad y gobernabilidad, necesarias para avanzar en temas urgentes como el hambre, la inflación y el desempleo. La reactivación económica con distribución de la riqueza es, sin dudas, uno de los objetivos centrales a corto plazo, que demandará la correlación de fuerzas necesarias en el Congreso, para el aumento del gasto fiscal destinado a programas sociales y también una aceitada política de financiamiento estatal a pequeñas y medianas empresas y aumento de la inversión pública y privada en la rueda de la economía nacional.
Las negociaciones para definir cómo será conformado el nuevo gobierno y cuáles serán las políticas a las que le dará prioridad, una vez que asuma la presidencia el próximo 1 de enero, se encuentran a todo vapor. Las conversaciones con Centrao, el PSD, União Brasil y el MDB y diversos actores de su “Frente amplio por la Democracia” -las fuerzas que lo acompañaron en la fórmula electoral- están en un proceso de discusión para establecer quienes asumirán la conducción de ministerios y de ambas Cámaras.
El presidente electo adelantó su intención de desagregar ámbitos que el bolsonarismo había unido, en un proceso de achicamiento del Estado, donde puso bajo la misma órbita áreas estratégicas del Estado. El nuevo gabinete de ministros demandaría, así, la creación de nuevas carteras, además de las 23 existentes, que se reorganizarán. En este sentido, el ex metalúrgico manifestó también que se crearían Ministerios como los de Pueblos Originarios e Igualdad Racial. Sectores que, por su parte, el nacionalismo conservador bolsonarista ninguneó, reprimió y combatió durante sus años de gestión.
En materia de política internacional, Lula manifestó en el primer discurso tras su victoria “hoy le decimos al mundo que Brasil ha vuelto, que Brasil es demasiado grande para ser relegado al triste papel de paria del mundo”, reivindicando así la tarea que llevó durante los años de gobierno del PT a nivel internacional. Los vínculos estrechos que mantiene con diferentes líderes y lideresas y con fuerzas políticas populares de Nuestra América se consagraron en las felicitaciones y saludos fraternos que le acercaron los presidentes de Argentina, México, Colombia, Venezuela, Cuba, Chile y Bolivia. En su figura se consolidan las expectativas de recuperar el rol fundamental de Brasil en los procesos de integración regional tales como el Mercosur y la CELAC, además del impulso de los BRICS como espacio de alternativa a la decadente hegemonía angloamericana en el ordenamiento global.
El de Lula será parte de una ola de gobiernos populares -progresistas- que llegaron a la administración del gobierno recientemente en la región, antecedidos de grandes movilizaciones e insurrecciones populares, pero que enfrentan al poder fáctico económico, mediático, judicial y narco transnacionalizado, con sus particulares expresiones locales.
Fortalecida y movilizada, se encuentra una derecha regional con tintes neofascistas que por primera vez en la historia lleva a la calle a sus adeptos, la mayoría de las veces armados y siempre, inoculados de odio a través del trabajo sistemático de los medios de comunicación concentrados, plataformas y redes sociales, igualmente concentradas en un puñado de actores.
La derecha global está organizada y cuenta para ello con su red de tanques de pensamiento, organizaciones “sin fines de lucro”, partidos políticos, partidos judiciales y mediáticos, además de plataformas digitales donde se congregan y por medio de las cuales difunden su peligroso mensaje del “enemigo interno”. El lulismo se enfrentará en este tercer mandato, a la expresión local de este fenómeno, de allí que para crecer en músculo político y estratégico, los proyectos políticos populares deban cada vez más, trabajar por la integración y la unidad continental desde México a la Argentina. Este parece ser el necesario y urgente camino posible.
*Solange Martinez. Investigadora del CEIL Manuel Ugarte (UNLa), conductora de Esquina America (Radio Megafon UNLa) y analista argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
*Magali Gomez. Lic. en Ciencias de la Comunicación (UBA), maestranda en Relaciones Internacionales (FLACSO), docente/investigadora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana Manuel Ugarte de la UNLa.