El proyecto popular y el problema tecnológico-científico, por Leandro Andrini
Por Leandro Andrini
Una de las motivaciones centrales de lo que hoy se llama epistemología genética fue saber “cómo se pasa de estados de menor conocimiento a estados de mayor conocimiento” y esto vale para las personas tanto como para las sociedades. Y muy en particular cuando hablamos de ciencia y tecnología (CyT). En estas líneas, a la vez que se hará referencia a CyT se recorrerán aspectos políticos, académicos y epistemológicos que hacen, en parte, al estado de situación actual en CyT.
La aparición del Coronavirus SARS-CoV-2, y de su enfermedad asociada COVID-19, conmocionó el funcionamiento del mundo global. Un listado no exhaustivo de resultados derivados puede ser: enfermedad global; saturación de sistemas de salud; cierre de fronteras; medidas de aislamiento; cierre de escuelas, colegios y universidades a escala global; definición de trabajos (supuestos como) esenciales; circulación restringida; comunicación hipertecnificada bajo diferentes plataformas; entre otros.
No necesariamente existe una relación uno a uno entre CyT y los resultados derivados de la COVID-19, pero pueden trazarse líneas conectivas, tal se hará más adelante en este texto. Pero antes de hacer este ejercicio, se recorrerán algunas valoraciones en función de la CyT, sin que ello implique una totalidad acabada y/o definitiva.
Un grupo de investigación, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Univ. Nacional de La Plata y del CONICET (CINDEFI), asociado a dos empresas privadas y una fábrica recuperada obtuvo la aprobación por parte de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) del primer test rápido de COVID-19 de desarrollo nacional. Cuando el investigador responsable da a conocer esto por las redes recibe, en gran parte, comentarios degradantes, los que a su vez asocian a la CyT a gobiernos de corte populista.
Pablo Sirvén alcanzó el trono del diletantismo sociológico al africanizar regiones bonaerenses, como si África constituyera un insulto, consagrando la ignorancia (acomodada a su prejuicio) sobre el porqué de la pauperización del continente nombrado. “La cultura del descarte encuentra un factor vigorizante en el lenguaje de la discriminación. Las nuevas narrativas del odio hunden sus raíces en aquellas parcelas psicológicas donde el terreno es fértil para justificar los males del país”, dijo el Partido Justicialista de la provincia Buenos Aires en respuesta a tamaña grosería.
Así, un desarrollo tecnocientífico o un territorio en disputa en el cómputo democrático, sirven a los efectos político-ideológicos de una élite destituyente de toda identidad, haciendo usufructo de los avances tecnocomunicacionales.
Pero ¿qué tiene que ver esto de “cómo se pasa de estados de menor conocimiento a estados de mayor conocimiento”? Podemos decir que mucho. Porque se afincan modos de pensar-hacer, disociados de toda constatación factual (los hechos carecen de importancia). Este tipo de mensajes antes citados busca romper la circularidad dialéctica de las conexiones lógicas entre “inferencias” y “juicios”, y propende a la particularización objetual disminuyendo las abstracciones conceptuales, y situando a las personas/sociedades en los estados de “menor conocimiento” (en otros términos, en una posición estática e irreductible que imposibilita otras inferencias y/o juicios). El ejemplo por excelencia es “la grieta”: la pérdida de una perspectiva histórica que muestre en las líneas de tiempo los proyectos de país en pugna que han existido y existen hace que esa particularidad sea concepto – juicio – inferencia todo a la vez, superpuesto. La CyT, por ejemplo, no es más que una consecuencia de “la grieta”, y por lo tanto quienes desarrollan tales actividades en el país no son más que “ñoquis” y “votantes del populismo” perseguidor de quienes “piensan libremente”.
El párrafo previo, influido por la psico-epistemología piagetiana, no se trata de mera especulación filosófica, es ante todo una línea de indagación en lo político. Constituida la irreductibilidad lógico–dialéctica, es coherente la desaparición del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Investigación, o la desaparición del Ministerio de Salud. En esa línea, no son problemas “reales” para los esquemas de pensamiento-acción que se desarrollan.
Vamos al otro virus…
Cuatro años pueden ser la eternidad o una aplanadora. En diciembre de 2019 la CyT volvió a tener su ministerio, y en marzo tuvo que vérselas con una pandemia de origen y destino inciertos. Así las cosas, antes de poder re-estructurar al complejo en CyT hubo que orientar las brújulas. Y este complejo, vapuleado, desfinanciado, mostró sus dotes de resiliencia al dar respuestas rápidas a las “soluciones” que la época demandó.
Antes que finalice marzo de 2020 se había creado la Unidad Coronavirus que tiene como objetivo poner a disposición todas las capacidades de desarrollo de proyectos tecnológicos, recursos humanos, infraestructura y equipamiento que puedan ser requeridas para realizar tareas de diagnóstico e investigación sobre Coronavirus COVID-19.
Al 14 de abril de 2020, y como respuesta a la convocatoria “Ideas Proyecto (IP) COVID 19”, la Agencia I+D+i recibió más de 700 proyectos presentados. A través de un proceso de selección, los mejores proyectos de investigación, desarrollo e innovación recibieron un apoyo de hasta 6 millones de pesos cada uno (con un monto total destinado de $244.648.293 –doscientos cuarenta y cuatro millones seiscientos cuarenta y ocho mil doscientos noventa y tres pesos-).
En el marco del Programa Nacional de Tecnología e Innovación Social del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, se colabora con Cooperativas de la Economía Popular en el fortalecimiento de la difusión de sus productos para ayudar a consolidar la red social y económica. Estas cooperativas se encuentran produciendo elementos y materiales para enfrentar las demandas que genera la pandemia COVID-19.
Desde la Unidad Coronavirus también se lanzó el Programa de articulación y fortalecimiento federal de las capacidades en ciencia y tecnología COVID-19, con un financiamiento de $50.000.000 (cincuenta millones de pesos), está estuvo destinado a grupos de investigación que cuenten con un “beneficiario”, que podrá ser la provincia o alguno de sus municipios, cuyos proyectos contribuyan a mejorar las capacidades científicas o tecnológicas locales, para aportar al fortalecimiento del sistema público en la atención de la pandemia del COVID-19.
Estas son algunas de las acciones políticas realizadas en el área de la CyT (hechos). Quienes, en las rutinas acólitas, parafrasean el dicto nietzscheano que “no hay hechos, sólo interpretaciones”, han madurado en interpretar que los hechos no existen, negándolos con contundencia.
¿Podemos pensar que la CyT es patrimonio de los populismos?
Ese derecho individualísimo que “proclaman” los liberalismos silvestres que merodean en estos pagos, el de pensar libremente cualquier cosa ¡la que sea y darla como verdad del pensamiento libre!, es derrotado hasta por los menos rigurosos manuales para principiantes en cuestiones de historia de la CyT.
La CyT no es, en exclusivo, patrimonio de los populismos. En términos políticos, y localmente, pensemos en el programa de Sarmiento, o en el de Joaquín V. González, como proyectos que incluían a la ciencia. Más acá en el tiempo, el del peronismo. Son tres proyectos diferentes entre sí, aunque con puntos de contacto, que hacen a los idearios de país que cada cual sustentó. La gran divergencia con la actualidad radica en que las derechas y el neoliberalismo local han optado por no tener proyecto de CyT propio, subordinados a intereses diluyentes de la identidad académico-científica argentina (esto no es chauvinismo sino un posicionamiento político) en consecuencia de sus políticas de seguidismo dirigidas por la exterioridad económico-política.
Ahora regresemos a listado no exhaustivo de resultados derivados de la COVID-19…
Primero valen algunas aclaraciones, que hacen a los límites propios de la CyT pero que no tenidos en cuenta conducen a lo que se ha caracterizado como el “optimismo tecnocientífico”, muy en particular durante el siglo XX. Esto, grosso modo, significa: a. la creencia, de herencia positivista, que para cada problemática existirá una solución proveniente de la tecnociencia (falsa creencia); y b. que a cada “daño” generado por una determinada tecnología existirá una tecnología “reparadora” (esto se acentúa aún más en la contaminación ambiental).
Una enfermedad global, como la COVID-19, ha requerido de la concurrencia de múltiples disciplinas, de manera integrada (interdisciplinariedad), para dar cuenta del virus tanto tanto en estructura como en funciones (virología), de las variables que dan las tasas de contagios (epidemiología; dinámicas epidemiológicas), de la afectación en el sistema inmunitario (inmunología), de los desarrollos de vacunas (vacunología), de los considerandos sociales de afectación (sociología, medicina social), de los aspectos de prevención básicos (medicina, epidemiología), de los procesos de detección (bioquímica, biotecnología, medicina), por sólo nombrar algunas de las disciplinas.
La saturación de los sistemas de salud demandó planificación y contención, a la vez que medidas sociosanitarias comunes a escala global (resumido en “cuarentenas”). Esta planificación y contención también estuvo sustentada con modelado epidemilógico y de propagación de la enfermedad. A la vez, requirió de muñirse de equipamiento médico de avanzada (respiradores, ventiladores, protección en indumentaria profesional, etc.) a la vez que generación de cantidades industriales sin precedentes de desinfectantes básicos (cloro, alcohol, por ejemplo).
Desde el plano educativo, condujo a la visualización de problemáticas de desigualdad a la vez que de profundos compromisos metodológico-educativos por parte de planteles docentes que resolvieron de hecho situaciones para las que no estaban preparados. Este saber-hacer en acto requiere de notable ductilidad en la dinámica de cómo pasar de un estado de conocimiento a otro estado de conocimiento, aún en las condiciones erráticas planteadas por la situación.
En lo socioecónomico, aspecto sustancial si los hay, se requirió de definiciones que hicieran laxas las restricciones impuestas por la “cuarentena”, entre otras la de los trabajos esenciales (que conlleva a una discusión filosófica sobre qué es lo esencial para la pervivencia en este mundo). Estas definiciones requieren cierto grado de conocimiento, en particular de las dinámicas plausibles para mantener el orden y la cohesión social logrados en el devenir que nos ha transformado en la sociedad que somos.
Sin ánimo de restringir la lista, que se sabe más extensa, terminamos hablando del auge de la comunicación hipertecnificada bajo diferentes plataformas. Aquí vale señalar el alto grado de tecnociencia que se encuentra en este tipo de avances: tecnología satelital, transmisión inalámbrica de señales, desarrollos de algoritmos de procesamiento de audio e imágenes, desarrollo de tecnologías subsidiarias tales como núcleos y memorias (para celulares o computadoras) que soporten “el peso” de las transmisiones, avances en diseño informático, detección de conectividades, etc
Esta enunciación recortada, relativa a la pandemia, intenta mostrar cuán atravesadas están nuestras vidas por la tecnociencia y su conocimiento derivado. También debemos comprometernos axiológicamente, para que este atravesamiento no nos conduzca la recepción pasiva (limitante y/o condicionante en muchas oportunidades) de todo su contenido enmascarado en la apariencia de neutralidad y objetividad.
En 1974 Juan Domingo Perón expresaba que la “sociedad que anhelamos para el futuro debe comprender que el problema científico-tecnológico está en el corazón de la conquista de la liberación. Sin base científico tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace imposible”. Vale remarcarse: “sin base científico tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace imposible”. Pero con esta base sola no alcanza. Manifestación palmaria de la diferencia entre lo necesario y lo suficiente. Claro que esta base científico-tecnológica debe estar integrada a un proyecto político (proyecto nacional) dentro de la multiplicidad de componentes que este proyecto requiere, aunque la CyT pueda recorrerlo con determinada transversalidad.
Sin dudas que explicitar estos proyectos, y sus consecuentes modelos, dará lugar a que el terraplanismo político emita su crítica. Aquí radica también una de las condiciones de creación que tenemos que llevar adelante: el campo nacional y popular no puede renunciar a la lucha por algunos contenidos que dicen ser propios de una elite. La CyT es un contenido en disputa. Y esto también es saber “cómo se pasa de estados de menor conocimiento a estados de mayor conocimiento” en lo político, porque la CyT muestra dinámicas que se pueden complementar con modelos socioproductivos, en cómo se distribuyen los usos de los recursos en el mundo (sean estos económicos o ecológicos) y cómo se genera alto valor agregado a la vez que demanda trabajo cualificado. En esto radica la “paradoja sueca” del opinionista del diario La Nación: adherir a políticas del subdesarrollo colonial en el disfraz carnavalesco de reina de Estocolmo.
Como tenemos historia, vale considerarla, y que no la opaque ninguna metáfora rudimentaria.