¿Qué le enseñará la pandemia a la psicología?
Por Santiago Gómez*
Nuestra humanidad vivió un hecho único con la pandemia del Covid-19. Pandemias ya habíamos tenido pero nunca en simultáneo en el mundo entero, con la paralización casi total de la economía y la orden de distanciamiento social de la población. A eso debemos agregar que según el Informe General Global Digital 2021, en 2020 casi el 60% de la población son usuarios de internet y hay 4,2 mil millones de usuarios de redes sociales de las 7,83 mil millones de personas que habitamos el planeta. Como las guerras, la pandemia produjo y producirá nuevos conocimientos. Al igual que en tiempos de guerra quedó expuesto quién es quién, quien prioriza el interés individual por sobre el colectivo. Quien prefiere acopiar que compartir. Se hizo uso de las tecnologías para monitorear el desplazamiento y el comportamiento humano. La informatización de las relaciones comerciales y sociales permitió, como nunca, saber qué, dónde, cuándo, cómo, las personas compran, se entretienen, se relacionan virtualmente. Se supo quién cumplió y quién no las indicaciones estatales. Se aprovechó el tiempo de encierro para promover el discurso antiestado que pregonan los propietarios de los capitales financieros transnacionales que encuentran en el Estado al único actor que vía regulación puede limitar la voracidad que los caracteriza. Observamos personas creyendo en videos donde un supuesto imán se pega al cuerpo como consecuencia de las vacunas. ¿Cómo explica la psicología ese tipo de comportamientos? ¿Qué dejó en evidencia la pandemia del comportamiento de la mayoría de la población?
Guerra psicológica
Recordemos que cuando se declaró la pandemia Estados Unidos optó por instalar que se trataba de una guerra contra el virus chino, Alberto Fernández optó por hablar de una guerra contra un enemigo invisible. En las redes sociales a las que están conectadas casi el 60% de la población circuló al inicio de la pandemia que en Italia las personas se agolpaban alrededor de los hospitales pidiendo una cama sin que se viera una imagen semejante. Recuerdo que en el grupo de WhatsApp de APU comenté que era muy raro que no hubiera imágenes de lo que relataban. No faltó quien preguntara si yo negaba la existencia del virus. Todos asistimos a las distintas teorías sobre el origen del virus las cuales se instalaron a fuerza de repetición. El expresidente de los Estados Unidos fue el principal promotor en asociar el origen del virus a China. El país asiático sugirió que el origen podía estar en los Estados Unidos, dado que poco antes de que se hablara de coronavirus se noticiaban todos los días muertes en el país del norte por síndromes respiratorios agudos y lo asociaron al uso de cigarrillos electrónicos. China sugirió que el virus fue llevado al país asiático por un militar estadounidense durante los Juegos Mundiales Militares en Wuhan. Quién sabe si un día sabremos la verdad.
Lo que es un hecho es que se desplegó una guerra psicológica para asociar el virus a China y responsabilizar al país no occidental que a través de una revolución socialista consiguió sacar a 800 millones de personas de la pobreza por la pandemia. Un estudio realizado por científicos del Departamento de Psicología de la Universidad de Cambridge, en el que se investigó la susceptibilidad a la desinformación en población de Estados Unidos, México, el Reino Unido, Irlanda y España, prueba que la campaña de guerra psicológica contra China tuvo sus efectos. Las personas fueron consultadas, entre otros aspectos, respecto si creían que el virus fue creado intencionalmente en un laboratorio en Wohan. “Segmentos sustanciales calificaron este ítem por encima del punto medio de la escala (5-7), lo que indica que encuentran confiable esta conspiración, desde alrededor del 22 al 23% en el Reino Unido y los EE. UU., Al 26% en Irlanda, a alrededor del 33% y 37 % en México y España, respectivamente”, señala el estudio. Entre las variables que los investigadores analizaron para considerar la susceptibilidad de las personas a ser condicionadas por la desinformación y negarse a tomar la vacuna, estaba la ideología política. Según el estudio “la ideología política es significativa en tres de cada cinco países; identificarse como más de derecha o políticamente conservador se asocia con una mayor susceptibilidad a la información errónea sobre el COVID-19 en Irlanda, México y España, pero notablemente no en los EE. UU. y el Reino Unido”.
Condicionar conductas
No es ninguna novedad que la palabra tiene la capacidad de condicionar conductas. El campo de la psicología es el comportamiento humano aunque el comportamiento humano no sea exclusividad de la psicología. Las redes sociales posibilitan el acceso a la expresión textual del pensamiento de más de la mitad de la población mundial. Las pocas y grandes empresas que monitorean internet realizan reportes sobre el estado emocional de la población de un país en función de el tipo de emoji que usa para calificar las publicaciones en Facebook así como se infieren estados emocionales por los emojis que compartimos en nuestras redes sociales. De acuerdo con el informe realizado por We Are Social, una de las más importantes empresas de monitoreamento de internet, mostró cuáles fueron los emojis más utilizados durante la pandemia en Twitter “para mostrar cómo la forma en la que expresamos nuestras emociones cambian año tras año y cómo ha cambiado durante la cuarentena”. Según el informe, “En general, el uso de los emojis ha aumentado un 36% en abril de 2020, con respecto a abril de 2019, y año tras año el emoji de risa sigue siendo el más utilizado en Twitter. Sin embargo, el emoji de “cara suplicante” se ha disparado en el ranking durante el último año, convirtiéndose en el tercero más usado en abril de 2020 (era el décimo en abril de 2019)”.
Las grandes empresas que monitorean nuestro comportamiento en las redes sociales lo hacen con el objetivo de condicionar nuestras conductas, ya sea para elegir productos para comprar cuanto nuestras elecciones políticas. Los análisis psicológicos que realizan a través de algoritmos lo hacen basados en lo que se conoce como el modelo OCEAN, por su sigla en inglés, que hace referencia a cinco rasgos de personalidad: Apertura al cambio (Openness to experience), Responsabilidad (Conscientiousness), Extraversión (Extraversion), Amabilidad (Agreebleness) e Inestabilidad emocional (Neuroticism). El objetivo es prever el comportamiento de las personas y sus preferencias, con el objetivo de condicionar sus conductas a través de la interacción a través de las redes sociales, ya sea porque alguien entra en contacto con ellas, cuanto por el tipo de publicaciones que le aparecerán sugeridas. Sobre este tipo de análisis se basan las operaciones psicológicas en las redes sociales, como ya informamos en AGENCIA PACO URONDO gracias a los manuales de guerras psicológicas que filtró Edward Snowden.
Pensamiento y lenguaje
Cuando hablamos, escribimos, expresamos nuestra lectura del mundo. En el lenguaje se expresan nuestros pensamientos, nuestra clase social, nuestra ideología política, nuestros gustos, nuestras emociones. Pensemos que la materia prima de la mayoría de las terapias es la palabra, el terapeuta trabaja con lo que escucha. El acceso a la información que los usuarios vuelcan en las redes sociales permite analizar el pensamiento y comportamiento de miles de millones de personas en el mundo, segmentado por continente, país, provincia, ciudad, barrio, género, edad y hasta ingresos. Para realizar análisis de ese tipo es necesario tener acceso a recursos económicos que posibiliten el uso de sistemas informáticos que puedan procesar grandes volúmenes de información, como el Big Data, así como la posibilidad de que las grandes empresas faciliten información. Después de la revelación del negocio de Facebook con Cambridge Analytica, la empresa de Mark Zuckerber ya no vende información como antes. Pero es necesario recordar la información que filtraron Julian Assange y Edward Snowden: todas las grandes empresas de telecomunicaciones y redes sociales le dejan una puerta abierta al Departamento de Estado para que pueda acceder a la información. Y las grandes empresas de monitoreamiento de internet tienen intereses militares y comerciales.
Desde la Universidad de Cambridge, la misma donde fueron reclutados los profesionales para crear Cambridge Analytica, empresa de Steve Banon y Robert Mercer, actualmente se desarrollan investigaciones con el supuesto objetivo de ver cómo inocular a la población para no caer en informaciones falsas y fake news. La conclusión a la que llegaron en la investigación anteriormente citada es que “demostramos un vínculo claro, replicado internacionalmente, entre la susceptibilidad a la información errónea y la vacilación ante las vacunas y una probabilidad reducida de cumplir con las pautas de salud pública. Destacamos el papel clave que desempeñan los científicos como divulgadores de información fáctica y confiable, así como la importancia potencial de fomentar las habilidades de aritmética y pensamiento crítico como una forma de reducir la susceptibilidad a la información errónea. La investigación adicional debe explorar cómo los medios digitales y las intervenciones de alfabetización de riesgos pueden afectar la forma en que se recibe, procesa y comparte la (mala) información, y cómo se puede aprovechar para mejorar la resiliencia contra la información errónea a nivel social”.
La psicología en América Latina
Quienes estudiamos psicología en alguna universidad de América Latina sabemos que la formación de los profesionales en la región está principalmente centrada en la orientación clínica, ni qué decir de Argentina, que se enorgullece por ser uno de los países con más psicoanalistas del mundo, reconocidos y respetados internacionalmente. Mientras nuestras poblaciones se ven sometidas constantemente a ataques desde los medios de comunicación para condicionar sus elecciones políticas y así beneficiar los intereses transnacionales financieros, desde nuestras universidades no se promueve la investigación y la generación de laboratorios para el estudio de la psicología comportamental. En esto considero que hay dos factores relevantes: el primero, los grandes centros de poder y conocimiento no contribuyen y obstaculizan nuestro desarrollo y para ello también se sirven del peso y la resistencia que generan los diversos espacios psicoanalíticos.
Hay un moralismo bobo por el cual relacionar las ciencias sociales con las particularidades del mercado es un pecado inaceptable. Después nos encontramos con que quienes estudian en universidades privadas consiguen acceder a ese tipo de conocimiento o que los profesionales de psicología que se interesan por los procesos que condicionan una elección terminan trabajando sólo para las grandes corporaciones o empresas de marketing que son las que tienen condiciones para ofrecerles herramientas para desarrollar su trabajo. Es necesaria una articulación entre nuestras facultades de psicología y nuestras facultades de exactas, que estudian computación, matemática y estadísticas, para la construcción de herramientas que nos permitan entender el comportamiento de nuestras sociedades para protegerlas de los ataques constantes de las redes sociales. Sin lugar a dudas que una buena educación primaria y secundaria es la base.
*el autor es periodista, licenciado en psicología, magíster en literatura y miembro del Instiuto Lawfare.