Andy Cherniavsky, fotógrafa imprescindible del rock de los ‘80 y ‘90
Andy Cherniavsky es una de las más destacadas fotógrafas de nuestro rock. En conversación con AGENCIA PACO URONDO, quien retrató a las grandes figuras de los años 80 y 90, se refirió a los comienzos, su amistad con Charly García que le permitió ingresar al mundo de la música, el amor que compartieron con Andrés Calamaro, sobre el libro Acceso directo. Memorias de una fotógrafa del rock argentino en los años 80 (Planeta 2020) y la película Expuesta. Andy Cherniavsky (2022), entre otros temas.
Agencia Paco Urondo: Por estos días se te ve muy activa, con muchos proyectos a la vez.
Andy Cherniavsky: Estoy muy bien, haciendo muchas cosas. Recibiendo distinciones como la de Personalidad Destacada en el ámbito de La Cultura que me otorgó la Legislatura porteña, el libro y la película. Lo tomo como un mimo al trabajo que realicé durante toda la vida, que agradezco, pero nunca lo busqué.
APU: Teniendo en cuenta que una amiga te invitó a participar de un curso ¿Se puede decir que tu ingreso al mundo de la fotografía fue casi sin querer?
A.CH.: Estoy muy agradecida de poder trabajar en lo que me gusta y que haya sido un poco así, como vos decís, de casualidad. Es una profesión que me eligió a mí, sin ninguna duda, porque siempre pensé que estaba destinada a ser psicóloga. De hecho, había cursado en la Escuela de Psicología Social de Pichón-Rivière. Estaba en otra realmente, hacía ropa además, nada que ver. Hasta que pude hacer esa conjunción con la música y ahí si me di cuenta que lo mío era la fotografía.
APU: Hay un costado emprendedor y empresarial muy importante para la construcción de tu carrera.
A.CH.: Me gusta esto de ser empresaria, poder gestar grandes producciones, hacer discos, libros y muestras. Es más, desde el momento en que hice mi primer trabajo tomando fotos a niños en plazas, me dí cuenta que podía manejar mi propia empresa con cierta facilidad. Porque tener un estudio fotográfico requiere de una empresaria y productora. De esta forma, me dediqué durante muchos años a organizar desfiles de moda enormes diseñando yo misma la publicidad, todo un desafío ejecutivo y de producción muy importante. Eso me viene un poco de mi viejo y mi abuelo, que fueron dos hombres muy emprendedores, de los que heredé también el ser muy detallista y exigente conmigo misma. Soy, junto a Hilda Lizarazu y Nora Lezano, de las pocas prolijas, en el sentido que tengo todo archivado, desde la foto uno hasta la que hice el otro día. Eso hace que el material esté ordenado y sea fácil de encontrar. Conozco muchos colegas que por distintas razones, perdieron todo.
APU: Conversando con otros fotógrafos de rock, me confiaban lo difícil que es tener el control sobre el uso indiscriminado de sus materiales ¿Vos también tenés que dar esa pelea por los derechos de tus fotos?
A.CH.: Claro, y sigo peleando un montón, porque hay mucha gente que tiene empresas montadas con material mío y de otros fotógrafos. Fábricas de remeras, cuadernos y lapiceras. Te digo más, llegué a encontrar incluso, mesas hechas con fotos de mi autoría. Y si bien, tranquilamente podría hacer lo mismo y facturar muy bien, no lo hago por vergüenza y porque no tengo los derechos sobre mi propia obra. Por eso, una cosa es que un coleccionista atesore alguna de mis capturas de Charly García y otra muy distinta es que un tipo se llene de guita haciendo negocios a costa de nuestro trabajo.
Como conseguir chicas
APU: ¿Cuánto tuvo que ver Charly García para que vos y muchas otras mujeres pudieran ingresar al mundo del rock?
A.CH.: Creo que Charly, a las minas, nos dio un lugar increíble. Siempre nos defendió y recomendó cuando hizo falta. En aquel momento, yo venía de hacer el sobre interno de Peperina (1981) y había trabajado con artistas como Dulces 16 y el Dúo Fantasía. Entonces, García me recomendó con León Gieco para la portada de Pensar en nada (álbum también de 1981). Por otro lado, debo decir que soy de las mujeres que nunca nos sentimos discriminadas en el ambiente rockero. Tal vez, por haber sido apoyada artísticamente, producida y cuidada por Charly, algo que lo distinguió totalmente del resto.
APU: De todos modos, mucho se habla de lo difícil que era para las chicas, el ambiente rockero dominado por hombres y sus prácticas machistas ¿Cómo fue en tu caso esa experiencia?
A.CH.: Particularmente, nunca me sentí maltratada en el rock; sí en otros ámbitos. Tal vez, al estar de alguna manera apadrinada por Charly me protegió de esto que decís. En aquel tiempo, éramos un grupo de amigos que estábamos todos conectados por la creación, viviendo un momento en que no existía la “industria”, donde cada vez que lográbamos tener la posibilidad (por cero pesos) de poder subirnos a un escenario, o en mi caso hacer la tapa de un disco, era increíble y festejable.
APU: ¿Te acordás del primer concierto de rock que fotografiaste?
A.CH.: Mis primeras fotos con buena puesta de luces en vivo fueron en el Festival de Jazz de Montreaux. Porque me pasaba de ir a clubes o espacios del underground en Buenos Aires y era imposible trabajar, por la falta de iluminación. Aquella vez en Montreaux, estaban entre el público los miembros de Serú Girán, por aquel entonces metidos de lleno en la grabación de su primer disco en San Pablo, Brasil. La cosa es que hice unas tomas increíbles del festival, evento en el que aprendí muchísimo sobre la importancia de las luces. Afortunadamente, con el tiempo, en Argentina apareció Juan José Quaranta, el iluminador al que Charly inmortalizó en medio de un show de Serú con la frase: “Quaranta, bajame las luces que aquí hace mucho calor” (risas) y cambió todo para siempre.
APU: Hablabas de la importancia que tienen las luces para la fotografía ¿Cómo fue trabajar en tus inicios de manera analógica sin una iluminación adecuada?
A.CH.: Recuerdo un concierto de Serú Girán, en el Teatro de La Cova, en Martínez, donde no se veía nada. Y como yo fui siempre bastante autodidacta, no tenía a quien preguntar ni tampoco mucho manejo de la técnica, me tiraba a la pileta. Pero claro, nunca me había dado cuenta que si no había luz, no había foto. En esos primeros shows siempre estaba presente el temor al revelar los rollos de encontrarte con imágenes fantasmales o directamente nada. Por eso, digo que en esos años éramos como corresponsales de guerra, porque además de la falta de iluminación no teníamos ni vallas ni seguridad. Pensá, por ejemplo, que en el Estadio Obras Sanitarias había sillas de plástico que volaban por arriba de tu cabeza. Y si estabas en el escenario, te escupían, recibías monedazos y botellazos. Era un trabajo de riesgo, realmente.
APU: ¿Cómo fue la experiencia de ser muy amiga de Charly García y pareja de Andrés Calamaro, dos de los artistas más reconocidos del rock argentino?
A.CH.: Para mí, fue hermoso, porque amaba esa música. Cuando escuché las canciones de Charly o las de Andrés, la admiración fue lo que me llevó a conocerlos. Hoy no me pasa eso, porque perdí esa capacidad de asombro y el fanatismo, con la edad. Me encanta que le vaya bien a Calamaro, a García y a toda la gente de los ´80, porque ellos son mi juventud. En aquel tiempo era una fan hecha y derecha que buscó, encontró y adoptó un lugar del que me apropié y me prometí “de acá no me saca nadie”. Los dos fueron mis amigos, hasta que me súper enamoré de Andrés y convivimos más de 10 años, en una casa hermosa que era el centro de juntada de todo el mundo. Donde mirábamos el mundial de fútbol por televisión y nos reuníamos a escuchar a Joni Mitchell, cuando alguien traía algún disco de ella de El Agujerito, la disquería que quedaba en Galerías del Este que cerró en 1982 y de la cual se está haciendo un documental del que tengo el honor de participar. Una época en la que todavía estando en dictadura, la casa era como un refugio, ya que muchas veces salir a la calle significaba terminar en cana.
“La fotografía me fue llevando por esos caminos donde cada trabajo fue hecho con todo mi ser”.
Un libro y una película para Andy
APU: Un pensamiento que tuve mientras leía Acceso directo. Memorias de una fotógrafa del rock argentino en los años 80 (Planeta 2020) fue: cuántas vidas tuvo Andy.
A.CH.: La verdad que sí, pienso que tuve muchas vidas. Creo que la fotografía me fue llevando por esos caminos donde cada trabajo fue hecho con todo mi ser. Momentos muy fuertes en los que hice muchas tapas de discos y dejé de trabajar en vivo. Por eso, cada día es un mundo y un desafío nuevo, donde sigo sintiendo la adrenalina de sacarle fotos a gente increíble, todo el tiempo. Algo que valoro y me encanta hacer, porque nunca me aburro.
APU: Me gustaría destacar que al final de cada capítulo agregaste un playlist de artistas que van desde Mercedes Sosa y Chick Corea, hasta Los Redondos.
A.CH.: Es un poco lo que te contaba antes que nos pasaba, era muy motivacional para nosotros tener acceso a toda esa música. Aunque había artistas que tal vez no eran de nuestro palo, igual nos servían para nutrirnos. Por eso armé los playlist al comienzo de cada capítulo, para acompañar la lectura escuchando todas esas canciones que tuvieron un valor incalculable para la época, porque siempre nos sorprendían.
APU: ¿Por qué decidiste que éste era el momento de mostrar, públicamente, la intimidad de tu vida?
A.Ch: Eso nunca lo decidí totalmente yo. Un día sonó el teléfono, era alguien de editorial Planeta y me dijo: “queremos que escribas un libro”, así empecé. Y si bien mi hija desde muy chiquita me decía que tenía que hacerlo, por la cantidad de detalles que tiene mi vida, ya había sacado uno de Charly García y otro de portadas de discos. Me costaba, no me salía. Primero armé un esqueleto donde me preguntaba cómo linkeo mi vida con la fotografía. Después se empezaron a develar cosas como las de mi viejo, quien fue manager de artistas increíbles como Miguel Abuelo, Moris, Pedro y Pablo. Trajo a Santana, me llevó a ver a Manal, a Billy Bond y la Pesada del Rock, que tocaban en el cine que mi padre tenía.
APU: Y después llegó Expuesta. Andy Cherniavsky, la película.
A.CH: Después apareció la propuesta del documental al cual, en un principio, me negué rotundamente. Porque venía muy atravesada por las emociones que me trajo el repasar para el libro, la historia familiar tan difícil que me tocó vivir. Eduardo Raspo, el director, con quien además me une un vínculo casi familiar de muchos años, tomó la idea de filmar luego de leer el libro. Y me convenció cuando me presentó al productor Luis Sartor, persona con la cual comencé a entender el desafío tremendo que significa hacer una película y ahí, como siempre, me picó el bichito. Porque en medio de la pandemia, período en que se trabajó muchísimo, estaba como muy necesitada de hacer algo.
APU: Para terminar ¿Cómo te llevaste con los recuerdos?
A.Ch: El libro no lo puedo leer, y la película no la puedo ver, con eso te digo todo, me hace mal. Escribir y desempolvar cosas que son tan dolorosas, me mató. Por eso, como te conté antes, hizo que a la película por mucho tiempo le dijera que no. Me sentía muy vulnerable.