Apuntes sobre la amistad entre Charly, la Negra Sosa y Palito

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    Charly García y Mercedes Sosa
DOSSIER CHARLY GARCÍA

Apuntes sobre la amistad entre Charly, la Negra Sosa y Palito

20 Octubre 2024

Charly y Mercedes, dos gigantes de la música argentina, no sólo compartieron escenarios, sino que tejieron una amistad que iba más allá del arte. La Negra Sosa, con su voz profunda y combativa, y Charly, con su genialidad irreverente, se encontraron en un punto donde las fronteras de los géneros musicales desaparecieron. Más que colegas, eran cómplices en una lucha compartida: la de romper los moldes impuestos por la industria y las estructuras sociales.

Si hay algo que marca esta relación es la simbiosis artística que supieron construir. Uno de los momentos más icónicos fue cuando grabaron juntos el tema "Inconsciente Colectivo". En esa interpretación, no sólo se fusionaron dos voces prodigiosas, sino también dos mundos que parecían distantes, pero que encontraron un espacio en común: la resistencia y el mensaje profundo.

Y cómo no mencionar aquella fotografía, famosa y llena de simbolismo, donde Charly y Mercedes descansan, sus cuerpos relajados, como si hubieran encontrado refugio en la humanidad del otro. Esa imagen habla de un cariño sincero, de una amistad sin adornos, de dos personas que se entendían más allá de la música.

Mercedes, que siempre fue un faro de dignidad y lucha en la música popular argentina, encontró en Charly una especie de herencia artística diferente. Charly era el rebelde, el niño terrible del rock nacional, y ella, la voz de los oprimidos. Pero en vez de chocar, sus caminos convergieron. De alguna manera, Mercedes supo encontrar en Charly la misma pasión por la verdad y la justicia que guiaba su propia obra, aunque expresada de una forma completamente distinta.

Entre ellos, la admiración fue mutua. La Negra siempre hablaba del genio de García con un respeto profundo, y Charly la veía como una madre artística, alguien que, con su sola presencia, le daba legitimidad a su trabajo. Mercedes, con su estilo sencillo y su carácter, le ofrecía a Charly una especie de ancla, una conexión con la tierra que tal vez él necesitaba en esos momentos de caos personal y artístico. García, por su parte, le daba a Mercedes una frescura, una forma de reinventarse y conectar con las nuevas generaciones sin perder su esencia.

Para Charly, Mercedes Sosa no era sólo una amiga o una colega de escenarios; era una figura materna, una mujer empoderada cuya voz tenía la capacidad de liberar las almas de los oprimidos. En cada canción que Mercedes interpretaba, Charly veía un grito de libertad, un llamado a la resistencia que conectaba con lo más profundo de la lucha social y cultural argentina, una integridad que pocos artistas lograban mantener.

Además de "Inconsciente Colectivo", otro momento destacado fue cuando Mercedes interpretó "Cuchillos", una composición de Charly, donde su voz llenó de emotividad una letra cargada de melancolía y reflexión. La interpretación de Sosa le dio una dimensión épica, llevando las palabras de García a un terreno más profundo y casi espiritual.

La magia que se daba cada vez que ambos compartían música era palpable. No se trataba sólo de dos leyendas tocando juntas; era una comunión de espíritus, una forma de decirle al público que, aunque venían de mundos musicales distintos, había algo que los unía, algo mucho más fuerte que las etiquetas de "rock" o "folklore".

Mercedes Sosa veía en Charly García a un artista disruptivo, un genio musical que desafiaba las convenciones con su capacidad de fusionar estilos y de reflejar, a través de sus letras, las tensiones de una Argentina convulsionada. Para Sosa, García era más que un músico; representaba una voz que supo captar el sentir de una generación que había sido herida por la represión y el autoritarismo.

Ambos compartían no sólo una afinidad artística, sino también el dolor del exilio. La dictadura militar de Videla, Massera y Agosti no sólo los obligó a distanciarse físicamente de su país, sino que los empujó a crear desde el desarraigo, transformando el dolor y la nostalgia en fuerza creativa. Para Sosa, el exilio fue una etapa de profundo sufrimiento, pero también de fortalecimiento personal y artístico. Charly, por su parte, canalizó ese quiebre social y personal en obras cargadas de crítica y ambigüedad, respondiendo a la censura con ironía y metáforas.

La interpretación de Mercedes Sosa de las canciones de Charly García revela una profundidad emocional y una sensibilidad especial que conectaba con el mensaje de las letras. En el caso de "Cuando ya me empiece a quedar solo", enfatiza la soledad y la nostalgia de la pérdida, algo que ella misma vivió tanto en lo personal como en lo político. Su voz, potente pero llena de matices, aportaba una carga emocional que resignificaba la canción.

Cuando Mercedes Sosa interpretó "De mí", no sólo reflejó una conexión personal con la letra, sino también una especie de reconciliación con su propio pasado. Su voz pausada y profunda en esta canción genera un ambiente casi confesional, como si compartiera sus propias reflexiones sobre la vida y las pérdidas. Sosa supo capturar la esencia existencial de la canción y al hacerlo, consiguió que trascienda las emociones individuales para hablar de algo más universal: la inevitabilidad del cambio y el duelo que lo acompaña.

En "Desarma y sangra", el timbre profundo de Sosa, combinado con la fragilidad y sensibilidad que Charly aporta a la canción, hace que esta versión se sienta más desgarradora aún. Sosa le otorga al tema un aire casi sacro, dándole una dimensión más elevada, donde el dolor se convierte en una experiencia compartida, trascendiendo lo personal para hablar de heridas colectivas, algo que resuena profundamente en el contexto histórico de ambos artistas.

La combinación de sus voces crea una especie de diálogo entre dos formas de sentir el dolor y la pérdida, donde Mercedes ofrece contención y fortaleza, mientras que Charly mantiene esa vulnerabilidad, casi desmoronada, que lo caracteriza. La canción, en este dueto, se transforma en un viaje emocional que va desde la fragilidad individual hasta la fuerza del colectivo, reflejando las luchas internas de ambos y de un país que aún buscaba sanar sus heridas.

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El disco Alta Fidelidad: Mercedes Sosa canta Charly García (1997) es una obra icónica donde la voz de Mercedes Sosa se entrelaza con el universo musical de Charly García, creando un puente entre el folklore y el rock nacional. Una de las particularidades del disco es cómo se siente el diálogo entre dos generaciones y estilos musicales.

El vínculo entre Charly García y Palito Ortega es uno de esos encuentros que parecen improbables, pero que revelan una humanidad profunda más allá de las diferencias superficiales. Mientras Ortega era visto como el símbolo del pop mainstream y de la música ligera, Charly representaba la rebeldía del rock, la contracultura, y una estética completamente opuesta. Sin embargo, en un momento crítico de la vida de Charly, Ortega y su familia se convirtieron en un sostén fundamental para su recuperación.

A mediados de los 2000, Charly atravesaba una de las etapas más oscuras de su vida, con problemas serios de adicciones que ponían en riesgo tanto su salud como su carrera. En ese contexto, Palito y su esposa, Evangelina Salazar, decidieron tenderle una mano cuando muchos otros le dieron la espalda. No sólo le ofrecieron un espacio físico para su rehabilitación, sino también un entorno familiar, algo que quizás Charly había perdido hacía mucho tiempo.

La familia Ortega lo acogió en su casa de Luján, lo acompañaron en el proceso de desintoxicación y lo cuidaron con una paciencia y dedicación impresionantes. En varias entrevistas, Palito ha contado cómo fue ese proceso, recordando los primeros momentos en que Charly llegó a su casa, prácticamente destruido, física y emocionalmente. Con el apoyo de Palito y Evangelina, fue recuperándose poco a poco, volviendo a conectar con su música, pero esta vez desde un lugar de mayor equilibrio.

Esta relación es una de esas paradojas de la vida, donde las diferencias estéticas o culturales quedan en segundo plano frente a la amistad y la solidaridad. Palito Ortega, conocido por su imagen familiar y prolija, supo ver más allá de las excentricidades y excesos de Charly, el valor y la esencia de Charly como artista y ser humano. Y Evangelina, con su calma y ternura, se convirtió en una especie de madre protectora para él, brindándole un refugio emocional.

Sin ese oasis afectivo y emocional, no hubiéramos tenido los tres discos que siguieron.

La contención y el afecto que Charly García recibió por parte de la familia Ortega fueron cruciales para su renacer artístico, tras la crisis. Después de esos años de excesos, Charly regresó a la música con una claridad y frescura que sorprendió a todos. Los discos posteriores a su rehabilitación no sólo marcan su recuperación física y emocional, sino que también son testimonio del poder sanador del cariño y la contención familiar.

En 2010, lanzó Kill Gil, un álbum que había estado en proceso durante los años más oscuros de su vida, pero que finalmente vio la luz con un sonido renovado. En este disco, se nota a un Charly más sereno, pero sin perder su característico ingenio y experimentación sonora. Es como si hubiese encontrado un equilibrio entre su genialidad creativa y una estabilidad emocional que antes le era esquiva. Kill Gil es un trabajo visual y sonoro, donde Charly no sólo se ocupa de la música, sino también de las imágenes, demostrando que su arte seguía expandiéndose.

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Luego, en 2017, vino Random, un álbum que fue recibido con elogios tanto por la crítica como por el público. Este disco, con un sonido más electrónico y sofisticado, refleja la madurez de Charly en esta nueva etapa de su vida. Temas como “Lluvia” y “La máquina de ser feliz” muestran a un Charly que, aunque sigue siendo irreverente, está más introspectivo, mirando el mundo desde una perspectiva menos caótica. Su voz, aunque más desgastada, resuena con una verdad y una fragilidad que lo hacen aún más conmovedor.

La lógica del escorpión, el álbum que Charly García lanzó en 2024, representa otra etapa en su carrera, marcada por su madurez y su búsqueda constante de innovación. Este disco llega en un momento donde la figura de Charly se ha consolidado como un ícono de la música argentina, y su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos lo mantiene relevante en la escena musical actual.

La combinación de su legado, su talento innato y el apoyo que ha recibido a lo largo de su vida le han permitido crear un disco que es testimonio de la continuidad de su compromiso con la música y la vida.

Estos tres discos: Kill Gil, Random y La lógica del escorpión, son verdaderas joyas culturales que todos alabamos hoy. Son el fruto de ese amor y de la paciencia que la familia Ortega le brindó en su peor momento. Sin ese apoyo, es probable que no hubiéramos podido disfrutar de esta nueva etapa de Charly García, un artista que ha sabido reinventarse una y otra vez, pero que esta vez lo hizo desde un lugar menos convulsionado y con mayor paz interior.