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Por Fermín Vilela
Se habla de una implosión, una fundación ilustre,
luna tras luna surgiendo
desde el barro universal.
Se habla de minúsculos hijos del terror geológico,
angelitos mineros
que cavaron pozo directo
al secreto carótido de todas las cosas.
Pero no hubo secreto.
Olieronsé búsquedas ideales
entre venenos y territorios reales,
tan reales
como tiro parido por fusil distante,
tan reales
como madre ante primer llanto del hijo,
palparonsé descargas eléctricas, fabriles,
documentaronsé jerarquías de la soledad,
entregas corporales
hacia un único e irrefrenable proyecto.
Pero no hubo secreto.
Siglos después
acechamos desde nuestros faros,
esos que apuntan hacia un horizonte merdoso
aunque una luz ahí,
bailando en su oscuridad,
una luz ahí
y nosotros ensobrados
en mansita oscuridad eléctrica.
Siglos después
bailamos entre merengues de miseria,
flores y debates resplandecientes,
palabras ante el paisaje desconocido,
palabras
ante la visión de un futuro progreso,
palabras
ante alarma aullido mediático,
sueño virtual clausurando toda fisura,
toda poesía, todo dejar perder,
¡parole!
¡words!
¡wörter!
palabras que definan aritméticas masturbatorias,
ceños fruncidos ante la conquista de lo inútil,
retroceso en materia de derechos,
de empatía,
de percepción y humildad,
violencias posándose
sobre toda caricia mundana,
violencias ocultas, sobre todo
ocultas,
imposición del orden financiero,
respuestas
por encargo, sí señor,
acá yace
su garantía final,
acá yace
su secreto,
¿quiere verlo, quiere sentirlo?
comprométase con su odio,
aférrese
a las paredes del cráneo
porque ahí debería estar latiendo,
por detrás del siempre telón,
por detrás de sus búsquedas desesperantes.