Carlos Aprea: "El oído es una fiesta para la escritura”

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Carlos Aprea: "El oído es una fiesta para la escritura”

30 Diciembre 2017

Por Augusto Munaro

Agencia Paco Urondo: Tres partes, que se pueden leer como capítulos, y triangulan lo que es Escaleno. ¿Por qué esta figura geométrica para abordar tu nuevo libro de poemas?, ¿qué necesidades de expresión fueron sus disparadores?

Carlos Aprea: Las tres partes de Escaleno, o “libros” como los llamo, fueron tomando cuerpo por separado, a lo largo de varios años, solapándose en algunos casos, pero partiendo de momentos personales distintos. Sólo el primero de ellos, Layla en La Tierra Sin Mal, salió casi de un tirón, aunque el proceso de corrección me llevó mucho tiempo. Inicialmente pensé que constituirían tres libros diferentes, pero cuando fueron tomando forma definitiva, y luego de algunas lecturas y consejos, comprendí que respondían a un mismo tema, con enfoques distintos; de allí la idea  de Escaleno, una figura triangular que los contiene, manteniendo su individualidad, la característica y el momento que los alumbró. En los tres (y entre los tres) hubo necesidad de manifestar y reflexionar sobre las pasiones humanas, el amor desbordado y absoluto, el daño, la culpa, la expiación y el juego amoroso; lo pesado y lo liviano que sucede en, y con, los vínculos afectivos que establecemos y nos constituyen. Y el irremediable paso del tiempo, claro.

APU: Carlos, ¿“el poeta es un eterno exiliado”? ¿cómo es eso?

CA: Creo que la percepción de la separación que nos arrojó al mundo nos acompaña siempre. De allí que un pensar abierto, atento a las voces interiores y a la naturaleza, suele convocar una sensación de pérdida, de desarraigo, de haber estado o haber sido en otro lugar, en otro tiempo. ¿La infancia? ¿la casa familiar? ¿el seno materno? Quizás arrastremos algo de la antigua errancia que fue dando forma a la humanidad. No hay una respuesta convincente, pero hay momentos en que esa sensación se impone, más allá de los juegos o artilugios del lenguaje, del propio oficio, y de algún modo tiñe el camino.  Ilumina u oscurece los pasos.

APU: La primera parte de Escaleno narra las peripecias de Layla por las tierras difíciles de U.S.A.

CA: En realidad, en el primer libro de Escaleno, hay un juego de escenas y anacronismos que remiten al universo del blues, a través de canciones emblemáticas que interpretó Eric Clapton (como la misma Layla), y un viaje, improbable pero deseado, al paraíso de los guaraníes: La Tierra Sin Mal, presente en su cosmogonía y su sentir más profundo.

APU: ¿Hay épica y epopeya en la poesía actual?

CA: Creo que, desde fines del siglo pasado, hay una precepción de crisis de los grandes relatos que aún tiñe el imaginario que compartimos en gran parte de occidente; pero al mismo tiempo, nociones complejas como “pueblo”, “identidad”, “destino”, etc., no son ajenas a la buena poesía. Quizás lo que esté perdido (y obsoleto) hoy es cierta noción teleológica, cierta idea, muy negativa para la literatura, de una dirección unívoca de la historia en consonancia con una tarea “impostergable e ineludible” que se le impone al escritor. En realidad cada tiempo nos proporciona infinitas maneras de percibir el trance de vivir y está en el poeta captar esos elementos que pueden constituir la épica del presente. Creo que el vivir sin certezas, agobiado por una tecnología tan desenfrenada, así como el deterioro del ambiente o el estar atravesado por una soledad irrefrenable en medio de la multitud y aún así persistir en el deseo de compañía, bien pueden constituir el paisaje de una epopeya actual y me parece que muchos jóvenes, muchas mujeres en particular, lo están escribiendo.

APU: ¿Qué circunstancias suelen atrapar tu atención como poeta para luego transformarlas en versos?

CA: Circunstancias sociales y personales distintas motivaron temas y tonos prevalentes en cada uno de los libros que publiqué, pero son las palabras las que me llevan a la escritura. Puede ser el sonido de una palabra poco usual escuchada en la calle, desconocida o redescubierta en una lectura; puede ser una imagen que se conforma frente a mis ojos o aparece en el despertar; puede ser una sensación física reactiva, un malestar que me llega como enigma, dolor o extraña felicidad. Algunas veces  desperté a medianoche con algunas palabras que no pude dejar de anotar. Pero no tengo un método, no escribo poesía por imposición de mi voluntad, prefiero tomar notas, hacer algún apunte sobre tal o cual aspecto de la realidad que me duele o enerva, por caso y después dejo que ese otro trabajo se imponga. Solo trato de darme un método para la corrección, un segundo paso mucho más frío, lejos del clímax o el torbellino que provoca la primera escritura.

APU: Cito tu poema “Presencia”, de forma completa: “Sobre el muro/ donde se lamenta/ se emboza/ otra sombra”. Solés desarrollar un lenguaje llano ¿Pensás que la claridad es un atajo para alcanzar la luminosidad poética?

CA: Insisto: no tengo un método. Creo que la desnudez de las palabras puede convocar un sentido olvidado, una percepción distinta a la impuesta por el desgaste cotidiano y esa búsqueda me interesa, sobre todo en el proceso de corrección. Pero también creo que hay oscuridades que, sorprendiendo o inquietando, alumbran un sentir nuevo, así como una piedra cayendo en un pozo oscuro que parece no tener fin nos da una idea del infinito. No hay fórmulas, o por lo menos no las tengo ni me interesan. Si bien me interesa explorar más la claridad, la luz bañando las palabras, cada disparador puede convocar distintos recursos hacia el poema y a ellos me remito y me entrego.

APU: Hay otro poema tuyo muy sugestivo, “Samsa”: “Ser/ dudar de ser/ extrañarse/ ser otros// recordar ser/ volverse/ revolverse/ espantar se// así/ cada noche.” Es un texto que da otra respiración al resto. ¿Qué significa el ritmo a la hora de construir tus versos? ¿qué lugar ocupa el instinto? ¿qué lugar el oído? Charlie Parker también asoma en “La música de Bird”. ¿Creés como Kerouac que la música lo es todo?

CA: La música es una de las más bellas exploraciones humanas, no tengo dudas. Une el propio ser, el cuerpo, y el contexto, la naturaleza y las sociedades que los propios hombres han creado. Esa presencia del sonido, y los constituyentes: ritmo, altura, intensidad, armonía… es tan esencial para la percepción que aún quienes tienen deficiencias auditivas o cognitivas pueden reconocer algunos de sus elementos y establecer contacto.  El ritmo está en la respiración, en el caminar y, por supuesto, en la escucha y la dicción de las palabras, por eso el oído es una fiesta para la escritura. Y por eso creo que pueden oficiarse esas pequeñas misas paganas que son los recitales de poesía, donde la intensidad de la escucha crea un escudo colectivo frente al desconcierto y la intemperie del mundo. Y en cuanto al instinto, creo que a priori es lo que llamamos entusiasmo, una especie de fe absurda y loca que nos convoca a elecciones inauditas. Seguramente tiene alguna base, evolutiva, neurológica, fisicoquímica, formalizable o formulable, pero aún no me ha enamorado ningún poema creado por una computadora. Quizás suceda en el futuro, no lo sé y no lo descarto, pero creo que, por más oscuro que veamos el futuro (o justamente por ello), no sirve apostar a ningún reduccionismo de lo humano.

APU: El paso del tiempo, como bien indica Horacio Fiebelkorn, constituye uno de los ejes de Escaleno. Esto se cristaliza muy bien en “Retrato inconcluso en la memoria”, “Fotografía” y “Tus ojos”, por ejemplo. Constituyen modos de dialogar con el tiempo. ¿La poesía es una herramienta para combatir el destino del hombre, que es morir?

CA: Sí y no. Creo que lo inasible del poema, ese fondo que a veces permanece como una pregunta insistente, es más una llave a la comprensión que al combate. Y el propio poema, el trabajo que le dio existencia, su propio ser en el mundo, si bien es un combate, y a veces formidable, es más bien una apuesta absurda: una lucha sin ninguna posibilidad de triunfo, allí reside su grandeza, en ese baile entre las ruinas, en esa risa desencajada o en la cubierta del último transatlántico que se hundirá irremediablemente.  En ese gesto está la empatía posible y tal vez allí se constituya en herramienta para el lector.

APU: En “This is the end, week end”, es una pieza donde trabajás con el ensamblado de ideas. Casi como un collage. ¿Podrías glosar el proceso escritural de este poema en particular?

CA: La secuencia fue apareciendo a partir de cierto juego de referencias tomadas con mucha libertad. El Bloody Sunday de U2, que a su vez se referencia en la masacre cometida en Irlanda del Norte, en 1972; o el Mercredi des Cendres, que emparenté con el recuerdo de unos feligreses que vi saliendo de una iglesia en Cartagena un miércoles de ceniza. Fue apareciendo, como fichas aisladas, el juego de esfuerzos necesarios para atravesar la semana, desde cada enunciado diario jugué con las posibilidades libremente y se fue armando la serie.

APU: ¿Pensás que la poesía es un modo de descubrir la realidad?, ¿cómo y por qué?

CA: Creo que la poesía construye una realidad propia, una especie de realidad paralela al mundo, más o menos autónoma, según el poeta y según el poema y, en todo caso, más que descubrir la realidad se pregunta sobre ella y la amplía. Cada poema, cada imagen o juego puede contener un ámbito de libertad tan plena que resulta imposible de equiparar a la vida cotidiana, esa es su infinita riqueza y su límite. Y esto es así porque en el doble juego de escritura y lectura nunca está aprehendido ni comprendido la totalidad del sentido. En esa aparente falta, en esa ausencia, está no sólo lo que aún ignoramos, sino lo que hemos olvidado. Por eso también la buena poesía convoca a un lugar entrañable de nosotros y desde allí, sorpresa o reconocimiento mediante, a una fraternidad humana aún impensable en el trajinar de los días.

APU: ¿Cómo pensás que el hecho de ser autor, actor y director de teatro haya moldeado tu obra poética iniciada hace casi ya dos décadas, con La intemperie?

CA: No lo sé muy bien. Aún corren por andariveles distintos. Casi no escribí textos específicamente dramáticos y cuando lo hice, los resultados no fueron muy alentadores. El punto de contacto obvio es el cuerpo, mi cuerpo, pero por ahora, salvo algunos intentos más bien técnicos que hice, el punto de partida y el tipo de construcción, en cada tarea, es distinto. Lo que quizás ronde en ambos oficios es el imaginario que me habita pero del cual no me interesa por el momento hacer ningún balance. Lo que me ha dado la práctica escénica es cierta posibilidad performática que, si bien no tiene que ver directamente con la escritura poética, juega con ella en su enunciación y en la propia valoración de la escucha.

APU: ¿Qué pensás sobre lo dicho por Ernesto Cardenal en que “la poesía es el lenguaje primitivo de la humanidad”?

CA: En cierto punto coincido, incluso creo que se puede desprender de algunas afirmaciones que propuse más arriba. Lo que problematiza la afirmación es el término “primitivo” pero, si le sacamos cierta referencialidad evolucionista, cierta connotación negativa, creo que, en cuanto a las fuentes de la creación poética, es bastante cierto, lo cual no implica que en el océano del lenguaje no naveguen todos los neologismos, creaciones y devaneos del mundo de hoy.

APU: Por último, Carlos: ¿la poesía es definible?

CA: Parafraseando a Lao Tse, un poco en broma, te diría que “la poesía que puede ser definida no es poesía verdadera”. Creo que podemos hacer intentos, acercamientos a una definición, a una idea, pero además: ¿porqué definir? ¿para qué necesitamos una definición? Es sólo una cuestión de catálogos, gavetas y exigencias de claustro. La propia idea de definición encierra la parquedad de un límite, de una exposición unívoca y precisa, y la poesía no. Del mismo modo que la lengua, sólo requiere deseo y libertad. Correr el riesgo del placer, aunque ese camino, como suele ocurrir, esté cubierto de incertidumbre, temores y dificultades. Como nos sucede con cualquier otra búsqueda verdadera.

Carlos Aprea lleva editados La intemperie (1999), Abrigo (2006), Teatro y otras plaquetas (2009), La camisa hawaiana (2010), Pueblos fugaces (2012) y Villa Elvira (2014). Actualmente dirige el ciclo “Poesía en la Terraza” y es el conductor del programa radial “Club Intergaláctico”.