Chorizombilandia #4: Abortadero
Por Florencia Di Paolo
Ilustración: Leo Sudaka
Mi abuelo me contaba cómo el arroyo resplandecía de noche. Lo que resplandecía no era el agua, sino la placenta del abortadero. Mi hermano me dijo que se podían escuchar los lamentos de los no nacidos y que si mirabas fijo a la corriente sus rostros se reflejaban en el fondo. Mi abuelo me dijo que eso era mentira, pero yo les creí a los dos. Un día estábamos con Juan charlando en casa mientras mamá preparaba la merienda. Estábamos colorados y de nuestras frentes caía el sudor frío que deja el invierno y dos horas de fútbol en la canchita del Club. Juan siempre venía a casa después de jugar porque yo vivía cerca de la cancha, entonces hacíamos tiempo mientras alguno de sus padres venía a buscarlo. Le conté todo y le dije que quería ir a ver eso. Quizás, en una de esas, me encontraba con mi sobrino que, a pesar de no haber tenido nombre, yo le puse Gastón.
⎯¿Estás en pedo?
⎯¡No me digas que no tenés ganas de ir! Mirá si lo vemos a Gastón.
⎯Pero mirá que vas a ver a Gastón, seguro ya está flotando en algún mar de por ahí…
⎯Yo voy a ir, con o sin vos. Además mi hermano me dijo que era cierto.
⎯Toti, tu hermano es un pelotudo. Seguro te bolaceó.
⎯Sí, pero mira si justo va a joder con eso.
⎯… ⎯Me miró como diciendo: Sí, jodería con eso. Jodería con todo.
⎯Está bien, puede ser. Pero voy a ir.
⎯No podés salir de noche. Nadie puede…
⎯Voy a ver a Gastón.
⎯Bueno, te acompaño, no vas a ir solo…
Esa tarde pedimos permiso para que Juan se quedara a dormir. Como no teníamos patio, le preguntamos a mamá si nos dejaba acampar en el living. Ella sacó varias frazadas e improvisó unos colchones. Desde la ventana veíamos la luna llena y un cúmulo de estrellas. Una brillaba más que todas, dicen que cuando una estrella brilla más que el resto es porque está muriendo. Puede que por eso los fetos brillen en la oscuridad.
⎯Es que los fetos no son bebés, Toti… ⎯me di cuenta de que estaba hablando y no pensando.
⎯¿Y qué tiene que ver? Gastón está muerto.
⎯Que no están vivos y si no viven, no se mueren ¿Entendés?
⎯Vamos, tenemos que volver antes de que salga el sol.
Abrimos la ventana y salimos. En la calle no había ni un auto. Teníamos que cruzar la avenida Barone y las vías del tren para llegar al arroyo. Cuando estábamos llegando al Club, vimos una fila de siluetas negras que bordeaban toda la vía. Nos escondimos detrás de una de las columnas de la fachada del Club. Dos luces estridentes avanzaban por el boulevard Cremarias. Creo que cerré los ojos, porque cuando Juan me tomó fuerte del brazo pensé que nos habían agarrado. Las luces frenaron delante de la hilera, pudimos ver que los hombres estaban armados. Rompieron la fila, subieron a la camioneta y se fueron para el lado del cementerio. Cuando las luces se alejaron corrimos hasta las vías. Tardamos un rato en cruzarlas porque Juan se tropezó con un riel, se cayó y le sangraba la nariz.
⎯¿Querés que volvamos? ⎯No lo dije en serio y él lo sabía.
⎯¿Estás loco vos?
Cruzamos las vías y comprobamos que mi abuelo tenía razón. Sólo faltaba encontrar a Gastón.