“Chullachaqui”, los poemas para no volver a casa de Virginia Janza
Virginia Janza acaba de lanzar su nuevo libro de poesía, Chullachaqui, ilustrado por Florencia Flores y publicado por Viajera Editorial. Profesora y licenciada en Letras, además de escritora y editora, Janza coordina talleres de lectura y escritura, acompañando a los autores en todo el proceso creativo, desde la concepción hasta la performance, combinando la lectura poética con la representación teatral. También organiza lecturas y eventos literarios.
Entre sus obras se encuentran Alfonsina (novela), La Cajita de Pandora (Viajera Editorial, 2008), Ocultemos (La Propia Cartonera, 2010) y Lado Géminis (Viajera Editorial, 2012)
Agencia Paco Urondo: ¿Qué tipo de poesía es Chullachaqui?
Virginia Janza: Es poesía narrativa. Mi primer libro, La Cajita de Pandora, trabajaba más con mitos y tenía una estructura poética más modernista, con títulos, versos y estrofas más definidas. Mis últimos libros, La Madre Selva y Chullachaqui, son netamente narrativos. Si los lees, es como leer un cuentito; son muy accesibles y están pensados para la oralidad, para ser leídos en público. De hecho, trabajo mucho con recitados y músicos.
APU: ¿Qué es la poesía narrativa?
V.J.: La poesía narrativa es un fenómeno contemporáneo. Hoy en día es difícil encontrar poesía que no sea narrativa porque se diferencia de la poesía con rimas o más “prolija”. La poesía narrativa es más accesible y construye la metáfora a otro nivel. Se trabaja con un sistema metafórico, una alegoría, en lugar de utilizar metáforas aisladas.
APU: ¿Cómo surge Chullachaqui y qué significa?
V.J.: Surge de una leyenda de la Amazonia, que también fue trabajada en la película El Leopardo y la Serpiente. Es una leyenda sobre un ser que vive en los bosques y que, en lugar de orientarte, te desorienta para que no puedas volver a casa.
APU: Gabriela Borelli Azara describió tus poemas como “la constitución del propio cuerpo como animalidad frente al sexo, una mezcla de humanidad y animalidad”. ¿Cómo trabajaste esa idea?
V.J.: Tanto La Madre Selva, mi libro anterior, como Chullachaqui están ilustrados por Florencia Flores. Gabriela Borelli participó mucho en la salida de La Madre Selva, que tuvo su primera edición en 2018. Chullachaqui es considerado más social. A diferencia de La Madre Selva, tiene más elementos de leyendas japonesas e historias. Trabajo mucho con la idea de la recitación y con hacer del poema algo corpóreo, como decía Pizarnik, llevar el cuerpo al poema. Hay una línea muy erótica en los textos, además de lo femenino, lo erótico y lo sensual como una apropiación del cuerpo y una expresión del deseo de la mujer.
APU: ¿Para qué sirve la palabra poética?
V.J.: Pensar el arte de forma utilitaria es raro. Es una forma de vivir. Por supuesto, en momentos como el actual, el arte es una trinchera, y siempre lo será. Distingo entre dos cosas: ser poeta, que es una forma de ver, sentir y relacionarse con el mundo, y la palabra poética, que pienso más como un tratamiento de la imagen y del sonido. En mis textos trabajo mucho con la repetición o con palabras que se colocan en lugares inesperados, lo que crea nuevos significados, sonidos y sentidos. Así, se amplía la visión del mundo, que es, en última instancia, la idea.
APU: ¿De alguna manera somos todos poetas?
V.J.: Sí, todos somos poetas. El problema es que algo de esa poesía se reprime, en parte, por cómo se enseña en las escuelas. No se enseña poesía contemporánea que nos represente. Hace unos años, con mi taller literario, nos contrataron en la ORT para dar talleres de poesía en todas sus sedes. Mostrábamos que la poesía concreta, por ejemplo, no tiene verso ni rima tradicional, pero sigue siendo poesía. Creo que lo principal es acercar la palabra a cada persona, a cómo se representa a sí misma. Por eso trabajo mucho con la palabra dicha. También el rap es poesía, y a través de él se puede elaborar un pensamiento poético y trabajar con la palabra como imagen y sonido.
APU: ¿Cómo es tu experiencia coordinando talleres? ¿Por qué son importantes?
V.J.: Me encanta coordinar talleres porque hay un intercambio muy fluido. Actualmente tengo un grupo grande, con el que tengo una amistad literaria. Es una forma de educación no formal que es necesaria y agradable. Los talleres permiten aprender a escribir, leer lo propio y entrar en contacto con otras escrituras. La escritura puede ser una actividad muy solitaria, y el taller te da un espacio para recibir devoluciones, sugerencias y explorar nuevas ideas. También ayuda a tomar distancia del texto. Cuando lo lees en voz alta a otros, algo cambia, y esa experiencia es muy enriquecedora.
APU: Mencionaste que en las escuelas no se enseña poesía o se hace de una forma limitada. ¿Por qué es importante trabajar la poesía en las escuelas?
V.J.: La poesía es liberadora. Acerca a las palabras de una manera sensorial y multisensorial: se ve, se escucha, se siente y se entiende. Además, permite jugar con el lenguaje. Por ejemplo, en un poema de La Madre Selva, repito 33 veces la frase “Sin amor”. Esa repetición da lugar a nuevos significados y permite explorar otros sentidos. La poesía te libera de las estructuras rígidas de la prosa y fomenta una conexión más íntima con el lenguaje.