El Che, la camiseta del Trinche y la resignificación de la rebeldía

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    Trin Che
    Ilustración: Leo Olivera
LAS INTERVENCIONES DEL PUEBLO

El Che, la camiseta del Trinche y la resignificación de la rebeldía

13 Noviembre 2022

Como militante muchas veces me pregunté por qué no había en el país un monumento al Che, siendo una figura internacionalmente conocida. Más allá de si uno está de acuerdo o no con sus ideas, es una figura internacional. Y como soy artista plástico no podía seguir preguntándome eso sin, a la vez, proponer resolverlo. Entonces dije: ‘Bueno, me respondo como escultor lo que me estoy preguntando como militante’”.

Así fue cómo Andrés Zerneri decidió ser quien llevara a cabo el primer monumento a Ernesto Guevara en el país.

Y con eso nacieron las polémicas.

Como todos sabemos, hacer una obra de arte no es un proyecto que podríamos denominar fácil de solventar económicamente. El escultor necesitaba unas 3 toneladas de bronce para realizar el trabajo que tenía en mente. La solución que encontró fue muy sencilla: hizo pública la idea para lograr que, quienes pudieran y quisieran, donaran llaves para realizar un monumento al guerrillero heroico.

No pocas fueron las manos que realizaron su aporte, ya que se juntaron alrededor de 14500 llaves. Ese fue un símbolo “positivo”: la estatua se convirtió en una “obra colectiva”. El tema se empezó a complicar por ese lado una vez que estuvo terminada.

La obra se hizo en Buenos Aires y se decidió emplazarla en Rosario, ciudad natal del Che, en el 2008, para celebrar de esa manera el 80º aniversario de su nacimiento.

Para que fuera notorio su paso y algo que muchos pudieran disfrutar, se resolvió trasladarla por agua, de un puerto a otro. El tema es que ese viaje, Guevara lo hizo… atado. Como que no empezaba con el pie izquierdo, que es el necesario en estos casos. Trasladada la obra hasta el lugar donde sigue emplazada, la plaza Yrigoyen que está a pasitos de la estación de trenes Sur, la gente empezó a notar un detalle: tenía los brazos abajo.

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Estatua del Che

Era aceptable, en una ciudad inclinada hacia el conservadurismo, que no tuviera un arma en las manos, pero ¿qué necesidad había de tuviera los brazos abajo? Uno levantado, con el puño cerrado ¿qué costaba? Cuentan que la hija de Ernesto Guevara deslizó unos cuantos palitos en la inauguración. Algunos hasta se atrevieron a comparar la estatua con un playmobile.

“Yo admito que es fea, pero me parecía tan buena la forma en que lo estábamos haciendo, la divulgación, la difusión, que me descuidé en términos escultóricos. Me parece una escultura demasiado literal, parece un muñeco, tiene raro el cuello, pero yo tuve ayuda de los hijos del Che, el embajador cubano en Argentina, Calica Ferrer y no me animé a cambiarles nada”, dice Zerneri, en su defensa.

Lo cierto es que ahí estaba la estatua del Che, mirando hacia Sierra Maestra, dicen, aunque uno de los puntos más cercanos en semejante trayecto es el centro de la ciudad y en ella, la Bolsa de Comercio. Hay quienes afirman que apunta hacia ese lugar para hacerlo temblar metafóricamente desde sus cimientos. Pero con las manos abajo, como que había perdido todo gesto de rebeldía, no intimidaba mucho.

Con el tiempo, algunos pibes le empezaron a escribir sus nombres y los de sus amores en su cuerpo, con liquid paper, pero todavía le faltaba algo.

Ahí cerquita de la estatua está la cancha de Central Córdoba, conocido como el Charrúa. La casa de Tomás Carlovich, podríamos decir, mito del fútbol rosarino. El “Trinche” es recordado por su desparpajo y su rebeldía. Si bien algunos detractores aseguran que prácticamente no jugó en primera porque los distintos técnicos lo fueron rechazando, podemos afirmar que se negó a vestir la camiseta de Boca y que apenas si jugó 4 partidos en primera, repartidos entre Central y Colón, para hacer desfilar su gracia futbolera en dicho club del ascenso.

“Al Trinche, que fue mejor que yo”, le había estampado Diego Armando Maradona en una camiseta del charrúa cuando era técnico de Gimnasia y visitó la ciudad, poco antes de la trágica muerte del crack rosarino, agigantando todavía más esa leyenda de que en el interior del país había un tipo que fue el más grande y casi nadie lo vio jugar porque prefirió divertirse en una cancha antes que ser un profesional.

La otra historia que la abastece, directamente tiene que ver con la “celeste y blanca” que jugó el mundial de Alemania en el 74.

La selección argentina de fútbol estaba preparándose para ese evento y se decidió realizar un partido amistoso con un combinado rosarino integrado por 5 jugadores de Central, otros 5 de Newell´s Old Boys y, como en esa época ya era famosa la rivalidad entre estos dos cuadros, un jugador que no perteneciera a ninguno de los dos, para mantener el equilibrio. El elegido fue Tomás Carlovich, que ya hacía de las suyas en Central Córdoba.

El encuentro se llevó a cabo el 17 de abril de 1974 en el estadio del Parque de la Independencia (hoy llamado Marcelo Bielsa), colmado por 35 mil personas que fueron atónitos testigos del baile propinado por el combinado local a la selección mayor: el primer tiempo terminaría 3 a 0. Cuenta la leyenda que, camino al vestuario, el técnico de la nacional, Vladislao Cap, les rogó a Carlos Timoteo Griguol y a Juan Carlos Montes (directores técnicos del equipo rosarino) “saquen al 5 que nos está humillando, por favor”. Los que alimentan la figura del Trinche dirán que le alcanzó un tiempo para brillar. Sus refutadores, que no le daba la nafta para jugar el segundo.

Lo importante es que, luego de la muerte de Tomás Carlovich en una situación sumamente triste, donde alguien quiso robarle la bicicleta y al arrojarlo del vehículo para apropiársela hizo que el ídolo golpeara su cabeza contra el cordón de la vereda para no recuperarse nunca más, una mano anónima realizó el mayor acto reivindicatorio que se pudo hacer en la ciudad de Rosario. Inclusive ya había pasado el velatorio en la cancha del charrúa, en plena pandemia cerrada, cuando no podíamos juntarnos y nada de eso detuvo a sus admiradores. No recuerdo si ya había pasado algo similar con el Diego, vaya coincidencia.

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Che intervenido con el 5

En fin, lo que quería contar es que esa mano todavía cargada por el dolor de la pérdida, estampó en la espalda de la ropa de fajina de Ernesto Guevara un número 5, el que llevaba el Trinche Carlovich, y con ello realizó un verdadero acto de amor que le devolvió al Che toda la rebeldía que no habían podido plasmar en su estatua. Justo con él, que supo decir que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”.

Y si bien los medios y algún que otro otario pusieron el grito en el cielo por lo que llamaron “un nuevo acto de vandalismo” contra la estatua, los de la Bolsa (que serán garcas pero no giles), ahora miran en forma diferente hacia el sur.

Porque desde allá parece venir caminando a paso cansino el Che Carlovich o el Trinche Guevara, como prefieran, a decirles que jugar distinto puede ser divertido, ya no están tan tranquilos de salirse con la suya.

Alguien viene pateando una pelota que es de todos.

Alguien que se conoce todos los pocitos de esta gigantesco potrero que algunos llaman Rosario. Aunque hoy, esos pocitos, estén hechos con balas.

Y lo mejor (o peor, depende de dónde se lo mire) de todo, es que ese alguien colectivo la viene pateando hasta la victoria, siempre.