Homenajes a Haroldo Conti a 46 años de su desaparición
Por Paula Viafora
A comienzos de este mes se sucedieron las noticias sobre los homenajes a Haroldo Conti, al cumplirse el 5 de mayo, un nuevo aniversario de su secuestro en manos de un grupo de tareas de la dictadura militar (1976-1983). Este año, las actividades de evocación de la figura del escritor y militante, parecen haberse centrado en los últimos tiempos de su vida.
Es así que el documental Silencio en la ribera, que representa para su realizador, Igor Galuk, el debut en documentales extensos, relata con una mirada poética la vida de los habitantes de la Isla Paulino, así llamada en honor a Paulino Pagani, uno de sus primeros pobladores. Es un lugar silvestre en pleno Berisso, hacia donde se puede planificar un paseo tranquilo para estar en contacto con la naturaleza. Solo unas pocas familias viven allí. Sobre ella trata la última crónica de Conti, publicada en abril de 1976, un mes antes de su secuestro y desaparición. No resulta extraño que haya encontrado en esa geografía de menos de veinte metros cuadrados, una fuente de inspiración. Seguramente le recordaba su casita en el Delta, donde era feliz rodeado de libros, sentado en la máquina de escribir, acompañado de los sonidos y colores que se aprecian en esas orillas.
En algún momento el cultivo de uvas chinche y la elaboración de vino fueron una actividad habitual hasta que una inundación destruyó casi todo y hubo que empezar de nuevo. Quizás por eso que su artículo publicado en la revista Crisis de abril del 76 se tituló “Tristezas del vino de la costa o la parva muerte de la isla Paulino”. A partir de allí, el realizador, integrante del grupo Riocine, supo entretejer el pasado y el presente del lugar a través de la mirada del escritor nacido en la ciudad bonaerense de Chacabuco. Rescata a ese puñado de habitantes que tan cerca y tan lejos de la civilización, se niegan a abandonar la isla. El estreno del film se realizó en el marco del 23° Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI), que se llevó a cabo del 19 de abril al 1 de mayo, y será exhibido a continuación en diferentes espacios culturales. Hubo también una proyección en Berisso en el Cine Victoria que sumó a la emoción de los locales, la ocasión para restituir el nombre de Haroldo Conti al embarcadero de la isla que sin motivo había quitado la gestión municipal anterior.
La revista Haroldo, publicación del Centro Cultural de la Memoria que también lleva su nombre, emplazado dentro del predio de la ex Esma, publicó en su último número una nota de Federico von Baumbach titulada “Caminos al andar”. El autor relata que al momento de su secuestro, Conti tenía en su máquina de escribir “A la diestra”, un cuento que sería publicado luego de su muerte y del cual hace un análisis literario en el que se enfatiza sobre las despedidas presentes en sus últimos escritos, tal vez, inconscientemente, anunciando la propia:
“A la diestra” guarda en cada palabra el sabor amargo e involuntario, no por eso menos consciente, de la despedida: es el último cuento escrito por Haroldo Conti, cuya copia quedó en la máquina de escribir la noche del fatídico secuestro.
El cuento es un especial homenaje de Haroldo a una de sus tías, la tía Teresa Marino, fallecida por aquellos días de comienzos de 1976. Haroldo le otorga al relato una sensible pincelada literaria que recubre a la trama de una tonalidad fantástica, la misma que aparece en algunos pasajes de las historias que integran La balada del álamo carolina; la tíaTeresa, ubicada a la diestra de Dios en el cielo, aparece con su espíritu fantasmagórico por los caminos del pueblo de Bragado. La utilización de determinados verbos metafóricos (dormir, tumbar) en relación con el empleo de sustantivos y adjetivaciones que potencian un modo de lectura que alude a la realidad de entonces (noche, invierno, días viejos), conforman un sedimento narrativo que va traduciéndose y materializándose en la revelación de lo más próximo, triste e inevitable del acontecer de aquellos días, la desaparición del escritor.
Naturalmente ignorando su destino Conti así hablaba de sí mismo: “ (...) Me han pasado tantas cosas, he padecido tantos abismos, que me va quedando esa cosa, si yo siempre dije y digo en un cuento inclusive, que la vida es una especie de borrador que uno nunca termina de pasarla en limpio. Y yo descubro que mi vida si es un perfecto borrador, así bien borroneado, bien tachado, vuelto a reescribir, nunca completo, nunca terminado, soy muy sentimental, las cosas me tocan muy a fondo, me hieren, me lastiman, entonces me la paso suspirando, creo que el verdadero amor está rodeado de tristeza (…) Uno es historia. ¿Qué hay para adelante? Caminos”.
Resulta esperanzador reencontrarlo en los caminos de la memoria como un faro que nos aleja de una larga y espesa oscuridad para transformar la vida, aunque sea por un minuto, en una luz deslumbrante.
Trailer del documental Silencio en la Ribera