Javier Martínez: el spleen de Buenos Aires
Los primeros días de mayo falleció Javier Martínez, baterista y compositor de Manal, no sé si hay algo que no se haya dicho de él y tampoco guardo alguna novedad al respecto, solo la tristeza de cuando se despide a un poeta y esta columna a la que le puse un nombre que le pertenece. Aquí mi pequeño homenaje, mi informe de un día, la garantía de mi fe.
Charles Baudelaire escribió los poemas de El spleen de París entre los años 1861-1963 como crítica a la modernidad. Inclusive se lo considera “el poeta de la modernidad” porque supo plasmar la estética de una época.
Baudelaire en sus poemas en prosa describe una ciudad que se empieza a renovar y a transformar en una metrópoli. El poeta camina, observa y escribe. A veces a modo de crítica, otras a modo de admiración. Sin embargo, siempre identificado con la muchedumbre, con lo marginal, con aquello que parece ser excedente o expulsado del sistema.
Baudelaire encarna la figura del Flaneur de Walter Benjamin, recorre sin rumbo preciso pero se detiene en los detalles, los capta con la mirada y los plasma en pequeños escritos donde también reflexiona sobre la existencia.
Urbanidad y ser confluyen en un mismo tópico, como elección de vida ante la novedad de un progreso que anticipa un futuro de máquinas.
El poeta es permeable al cambio, sin embargo la estupefacción y el encanto se funde con la crítica a la decadencia y a lo que se deja atrás.
“Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin caminos, sin hierba, sin un cardo, sin un ortiga, encontré a varios hombres que caminaban encorvados”.
“Está cayendo el día. Un gran sosiego se hace en las pobres mentes fatigadas por el trabajo de la jornada; y sus pensamientos cobran ahora los visos suaves e indecisos del crepúsculo.
Sin embargo desde lo alto de la montaña llega hasta mi balcón, a través de las nubes transparentes del atardecer, un fuerte aullido, compuesto por una multitud de gritos discordantes, que el espacio transforma en lúgubre armonía, cual la de la marea que sube o la de una tempestad que se despierta”.
Leo las letras de Manal como si fuera un libro de poemas, la obra es exigua lo cual me permite trabajar con cierta coherencia de tiempo y contexto el relato que conforma la obra.
La ciudad, la contradicción, los extremos, la avenida y el bosque con pinos, el paisaje urbano como escenario para transmitir los sentimientos, la melancolía, el paso del tiempo.
Buenos Aires no es París y Javier no es Charles, tampoco la época que los sitúa, aun así entiendo una cierta analogía en la operación que aplican los poetas modernos al escribir y la incorporación del paisaje como un personaje más.
El deseo de una vida bucólica y la atracción del esplendor de una ciudad que necesitaba actualizarse por el crecimiento demográfico, el aumento de trabajadores, de autos y de edificios.
Una ciudad que iba cambiando su fisonomía y que el desplazamiento de los campesinos a las grandes urbes generaba añoranza por la vida tranquila y el tiempo de ocio.
La idea de progreso, la impronta consumista, la incorporación de las marcas, las publicidades, las primeras televisiones a color generaban un gran impacto los movimientos artísticos y culturales.
El mandato social es criticado por el rock de los 70 y Manal que fue eje fundante para su difusión no fue la excepción.
Si el tango fue testigo social de la argentina, el rock fue la rebeldía colectiva puesta en acción.
Manal, con influencia de tango y blues logró un rock que fue faro para los músicos emergentes.
Retrato de época, con cierta dosis de admiración como de incomodidad, logró un fresco, mezcla de protesta, nostalgia, resistencia aplicada al bullicio del momento.
Si el tango fue testigo social de la argentina, el rock fue la rebeldía colectiva puesta en acción.
Supo describir el contraste del paisaje urbano, al mejor estilo Baudelaire, mostrando el esplendor pero también el declive. Además de incluir un fuerte mensaje de humanismo y valores trascendentales.
“No debes cambiar tu origen/ni mentir sobre tu identidad/es muy triste negar de dónde vienes/lo importante es adónde vas”. (“No pibe”)
Una oda a la tierra y a la naturaleza entre el caos, la multitud y las grandes avenidas.
“La tierra que te da la vida/da un tiempo para decidir/eligiendo inteligentemente/todo el mundo podrá ser feliz. / Jugo de tomate frío/ jugo de tomate frío/ en las venas deberás tener”. (“Jugo de tomate frío”)
¿Qué nos ofrece el sistema? ¿Qué elegimos? ¿Quiénes somos? ¿Qué es tener un nombre? ¿Qué nos hará felices? se pregunta este yo poético que observa y camina.
“Solo se puede elegir/ oxidarse o resistir/poder ganar o empatar/ prefiero sonreír/mirar dentro de mí/fumar o dibujar/ ¿Para qué complicar? (“Casa con diez pinos”)
La obra de Manal es un cuerpo, pienso en las venas que la recorren y encuentro la respuesta, la transversalidad que la cruza, el jugo de tomate que la une a la tierra como esencia de todo.
En una entrevista con Rep, Javier Martínez define la imagen que sintetiza su vida: “La 9 de julio con el obelisco. Buenos Aires, la reina del plata”, dice. Entonces reafirmo esta idea: él fue nuestro flaneur, fue nuestro spleen.