Juano Villafañe presentó la novela "Las muertes de Albornoz”, de Alejandro C. Tarruella
Por Juano Villafañe* (Especial para AGENCIA PACO URONDO)
Me sentí muy feliz de poder presentar la novela de Alejandro C. Tarruella, Las muertes de Albornoz en la Feria del Libro. La leí con el propio vértigo que ofrece la obra. Los capítulos finales, logran justamente, un gran dinamismo, una gran precipitación.
Las muertes de Albornoz, sea novela, novela corta o noveleta, es excelente. La obra se construye a través de una familia, que realiza en diversos momentos viajes de Santiago del Estero a Buenos Aires. Los personajes son los propios integrantes de la familia y sus relaciones. En el relato, cada integrante de la familia contará su viaje, su desplazamiento en la vida.
Yo digo que es una novela en la que se viaja permanentemente al sur, una novela del sur, de Santiago del Estero a Buenos Aires, de allí a Bernal, de Bernal a Florencio Varela, De Florencio Varela a las Isla Malvinas. En este sentido es una novela de la migración, pero también es una novela urbana y de los entornos urbanos y también una novela de la guerra, asombrosamente escrita. Alejandro Tarruella tiene la virtud, que ha investigado la vida en Santiago del Estero, las formas del viaje en tren, las residencias en la provincia de Buenos Aires y la propia guerra, que no es ni más ni menos que la Guerra de Malvinas.
Se investiga y a la vez se poetiza con virtud. El equilibrio entre la vida familiar y las migraciones, el estado de los trabajadores en la provincia de Buenos Aires, la represión, y la guerra, son profundamente conocidos por el autor. La gran virtud en esta novela es el conocimiento sobre lo que se escribe y la literatura con la que se escribe. La investigación, el conocimiento, están poetizados con calidad literaria. Un viaje en tren, tiene muchas narrativas en la novelística, pero Alejandro Tarruella demuestra que se puede ficcionar conociendo la sustancia que se ficciona, y eso no impide poetizar, o sea, hacer literatura novelística con un sentido también poético. A veces se recurre al lenguaje pastoril, como lo resalta Horacio González en el prólogo, pero ese lenguaje está arraigado en el personaje, es la forma en que habla de modo habitual el santiagueño. Considerando el tema de lo pastoril, entraría también por otro lado pensando en Borges y su libro El idioma de los argentinos, pensaría en los idiomas de las provincias argentinas, en lo creado como lenguaje regional y sus entornos rurales.
Alejandro Tarruella habla por uno y habla por los otros, y en la novela “es el otro el que habla”. Los personajes de la familia Albornoz hablan dos veces dice Horacio González en el prólogo, una vez entre ellos mismos y otra vez para el autor de la novela, que es por último, quien nos cuenta a nosotros. Las muertes de Albornoz, esta doble conversación que rescata Horacio González, es muy interesante como trabajo literario. Y a la vez existe una escritura poética o se poetiza permanentemente con los personajes, como sucede en los viajes. Cuento por ejemplo, una experiencia de mi propia lectura, algo sin dudas muy particular, a propósito de la potencia de la poetización para la lectura. La leña no hay que llevarla en los viajes porque calienta el alma en cualquier parte, sugiere el personaje al que Tarruella le hace hablar, pero en realidad no dice lo que yo acabo de escribir, sino que dice: “alimenta el fuego en cualquier parte”; la potencia de lo poético es super sugestiva provoca que el lector ante lo poético, complete el sentido de lo escrito con nuevas imágenes, con nuevas escrituras, porque Alejandro Tarruella no dice, que la leña calienta el alma, sino solo: “que la leña hay que llevarla en los viajes porque alimenta el fuego en cualquier parte”. (Estoy haciendo una transposición entre lo que dice el texto literariamente y lo que fue mi lectura. En su momento me asombró el hecho de que la literatura, multiplicaba los sentimientos y sentidos literarios, algo que percibí a lo largo de todo el libro. Esto puede ser muy sutil, pero habla del relato que potencia, del sentido afectivo y racional que puede vivir el lector. Por eso, se trata de una lectura que se completa dentro de la propia lectura de la novela. Es el lector quien completa la novela, como debe ser en toda buena literatura). Al poetizar, Alejandro Tarruella escribe de modo particular y otras veces, escribe como los personajes de la familia Albornoz.
A esta condición hay que agregar la literatura de la carta, de la correspondencia, de lo epistolar. Además de haber cartas puntuales, la novela también sugiere ser una gran carta porque los personajes están siempre indicando al lector que van a escribir como si enviaran correspondencias o mensajes permanentemente.
Lucio y su familia se asientan en la provincia de Buenos aires y descubren lo particular de su barrio, y la ciudad cercana. En la novela está presente la historia del país desde la Forestal a Perón, está la modernización que ofrece la Ciudad y la a-culturización que el propio hombre de provincia, radicado hace tiempo en la ciudad, trata de imponer al recién llegado. En la novela están la música popular, la fiesta y el canto para el encuentro de los santiagueños y otros en Buenos Aires. El trabajo por el arraigo necesario en la provincia de Buenos Aires, esa lucha constante de ser provinciano en Buenos Aires, la fábrica, la vida sindical, remodelan al migrante que llega desde lo profundo del país.
Un desliz en la lectura
La novela, le contaba yo a Alejandro, en otros contextos, con otras asociaciones, tiene que ver con mi vida de infancia adolescencia, lo que fue la resistencia peronista en la provincia de Buenos Aires donde yo convivía con muchos niños hijos de santiagueños, radicados en la década del 50 al oeste del Gran Buenos Aires. Seguíamos jugando los campeonatos Evita, pero sin nombrar a Evita y cuando yo entraba en aquellas casas humildes de mis amigos santiagueños, al lado de las fotos coloreadas de casamiento de los padres (algo habitual para la época) estaban tapadas con sutileza, las fotos de Perón y Evita porque estaba prohibido mostrar y nombrar a los íconos del peronismo. Yo vivía rodeado de familias santiagueñas en la provincia de Buenos Aires y la novela me permitió regresar a esas vivencias.
Algunos detalles
La novela se cuenta por cado uno de los personajes: Lucio, Pascual, Macarena, Ñata, Goyo, César.
La carta de Pascual a su novia Lucía es un hallazgo: poetizar, novelar. ¿Cómo se hace una carta de amor sin saber escribir bien? Pascual no sabe escribir bien y Alejandro Tarruella hace literatura, poetiza el no saber escribir o lo que se siente por no saber escribir. Cuando Lucio le escribe a Pascual, sabiendo escribir muy bien, se hace literatura con el personaje que sabe escribir. Es interesante este detalle, porque es una novela epistolar, pero también se reflexiona sobre la forma en que debe hacerse una carta o se debe escribir una carta o al menos se sugiere como hacerlo.
La novela de la correspondencia, la carta, la epístola, la memoria, comienza cuando uno inicia el viaje. La memoria rural, popular, candorosa, dice Horacio González en el prólogo. El viaje es el recuerdo de lo que fue y el personaje al hablar recuerda su mundo justamente con ese lenguaje “pastoril” que anotaba Horacio González. Se lee: “todito parece dolor en la partida”, cuando se inicia el viaje comienza el dolor y la memoria de lo que se hizo en la vida. La estación y la carga, el equipaje, son narrados para iniciar el viaje.
El personaje Lucio cuenta sobre su padre que llega a la historia de los días viejos de La Forestal, que no conocerá la ciudad. En la despedida del protagonista Lucio hay un límite con aquellos que no conocerán la gran ciudad. La provincia propiamente es el límite de los que no conocen la gran ciudad, el provinciano es el que no pudo llegar al centro de las luces ni adaptarse a la modernización forzosa.
Los migrantes que viajan de las provincias a la ciudad transcurren también dentro de la historia nacional. La novela es una conversación con las palabras del otro. Una novela escrita con palabras inventadas en las provincias, sobre todo en los primeros tramos de la novela.
La novela, el lenguaje
Como les decía un viaje de Santiago del Estero a Buenos Aires: La novela se cuenta por cada uno de los personajes: Lucio, Pascual, Macarena, Ñata, Goyo, César.
En los primeros capítulos cuentan en primera persona sus relatos: Lucio, Pascual, Ñata, Macarena, Goyo. Goyo, en los últimos capítulos, es arrollador el relato novelístico y trágico. Y repito lo que ya dije: el viaje ha sido intenso, del norte del país, siempre al sur, al sur de Santiago del Estero: Buenos Aires, Bernal, inclusive un poco más al sur, Florencio Varela y el verdadero sur, el fin del mundo y de la vida del soldado argentino en el extremo sur. Una novela de la migración, de la historia del país, de la memoria, de las correspondencias, de lo epistolar, los integrantes de la familia hablan como si estuvieran escribiendo una carta, son personajes distribuidos en la novela que siempre están contando, escribiendo una correspondencia por todos los caminos. Las escenas finales transcurren en Malvinas durante la guerra. Los que hablan mueren en el sur. Todos irán a morir al sur. Aunque no sabemos si todos habrán de morir, el lector deberá descubrir quiénes son los que mueren y los que viven. Yo aconsejo que cada lector arme una cartografía de los viajes y sus cartas, y vaya anotando en el mapa, en el plano, en un papel, los que se quedan y los que se van, para saber qué personajes siguen escribiendo y a que personajes hay que seguir escribiéndoles.
Lo que no muere, dice Horacio González, es el lenguaje
* Juano Villafañe es escritor, poeta, Director Artístico del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Su más reciente libro de poemas es El corte argentino (Ediciones en Danza).