Julio Huasi, el juglar del exilio

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Julio Huasi, el juglar del exilio

30 Mayo 2015

 Por Miguel Martínez Naón

Las Madres de Plaza de Mayo lo recuerdan como un “hombre entero, algo de lo que muy pocos pueden vanagloriarse”. Para ellas, Julio Huasi decidió quitarse la vida porque no soportó una sociedad que no le dio nada. “No le dio trabajo porque vino del exilio; no lo reconoció como ser humano ni como persona, no le dio afecto y lo marginó”.
Huasi (que en lengua mapudungun significa “la casa de todos”) nació, según dice uno de sus poemas, «en un augusto conventillo de parque patricios» un 20 de marzo de 1935.
A fines de los sesenta vivió en Chile; allá se casó y nació su hija Tania. Formó parte del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y colaboró para la revista "Punto Final". Residió allí durante cuatro años.
Sonata popular en Buenos Aires se titula su primer libro, y le siguen Humanería, Estrellea, Tragibundo, Asesinaciones, entre otros.
Recitaba sus poemas, visitaba cárceles, plazas y fábricas como un juglar, dando a conocer sus versos a los compañeros, a los trabajadores, a los olvidados.
Envió su poema “Malambo del ferroviario” a los obreros detenidos en la cárcel militar de Magdalena (en el litoral bonaerense) quienes lo retribuyeron con una hermosa carta donde lo llamaron “poeta del pueblo”.
Huasi afirmaba que crear una nueva cultura latinoamericana “depende de todos en cada puesto de lucha. No le tocará a ningún elegido. No es una gracia de Dios, sino de dos: de dos pelotas”.
En 1976 con el arribo de la dictadura cívico-militar en Argentina tuvo que hacer las valijas. Llegó a Madrid donde intentó subsistir como periodista. Fue muy grande su tristeza y su desconsuelo ante la caída de tantos compañeros, costó sobrevivir a eso y su retorno con la democracia no fue menos triste.
Un 11 de marzo de 1987 fue encontrado muerto en su departamento de Buenos Aires, presumiéndose suicidio. Las fechas son inciertas.
La biblioteca popular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo lleva su nombre. Alguien recuerda también que el último día que lo vieron en su trabajo (la redacción del semanario argentino El Periodista) se despidió de sus compañeros y llevó regalos a las mujeres. Le preguntaron a dónde iba. Y respondió, simple como su pluma: “A ningún lado”.

MUCHACHOS

tan solo, tan lejos, tan sin ellos
buscando a ciegas un fusil para traerles un milagro
que harán los muchachos ahora, dónde duermen si duermen,
qué hacen sus manos queridas, qué acarician si acarician,
qué dolor estrangulan a solas sin ruido
que un hombre macho no debe llorar.
Argentina, te llevo oculta como un ladrón,
tus puntas me rompen la piel y me delatan,
quedate quieta, amor, nos miran, somos tus huerfanitos
entre la última curda y la revolución
disparando en tu honor estos cachos de muerte.
Hoy ando con una garúa feroz, cómo llovizna tu sangre,
llevo treinta nenes llorándome en el alma
todos juntos.

SABOTAJE

dentro mío alguien solloza y no sé quién es,
quizá fuera yo mismo perdido hace tiempo
y no pude salir encerrado como un niño
cuyos padres fueron a dar sangre
a un almacén, un usurero, un hospital
y nunca regresaron. Pudiera ser
también que un extraño entró por ósmosis,
la cosa es que el sujeto llora sin parar
como si muchos difuntos lo rodearan.
No doy más, hoy día me abro con las uñas
para verle la cara y expulsarlo de una vez
y no me importa que no tenga donde ir.
Estamos en guerra, carajo, aquí no llora nadie.

EL GURÍ

vagamos mi hijo y yo perdidos por un frío callejón,
me lleva de la mano como a un ciego en la neblina,
el puma y su cachorro marchan sin palabras
despatriados sin su américa en los pies
pero manando toda ella por los clavos,
las bisagras reventadas del alma, ahí van
el adán y su vástago sin eva, chaplin
y el niño, el dúo de ladrones de bicicletas,
fierro y fierrito sin caballo en la tormenta,
dos monitos brincando en occidente por un maní,
agarrado del ala de un gorrión sobre el vacío
debo darle de comer, de soñar, de humanar
pero en la última cena los platos son de humo,
en realidad el padre es él, me da consejos
con la voz de su baleada experiencia,
con sólo nueve giros de calesa celestial
ya tiene tres látigos de estado en el lomo y
tres masacres tupidas, ene países, dos océanos
y un pavor animal a los helicópteros verdes.
Tomados de las uñas como dos huerfanitos
él me enseña a leer las brumas y yo a no ser poeta,
lleva a upa mis fantasmas y yo juego con las cuatro bolas
muy candentes, eso sí, ya son muchas las horas de fuego,
él busca en mis ojos la lumbre de un portal
y yo busco una novia que nos entibie a ambos
pero está todo muy caro para las ternuras de los pobres,
el pichón empluma bajo lloviznas demasiado históricas,
mi pibe, cabrito, chango, botija, gurí, chaval, le hablo en mil idiomas,
tu hermana está muy lejos tras un mar nos miramos en silencio,
papá les dejará un tesoro bárbaro de herencia,
siete versos inservibles, una navaja que cojea,
las banderolas del pantalón, cáscaras de ilusos delirios
pero antes de eso les prometo un buen bailongo, una gran
fogarata, y los niños serán reyes y las patrias alegrías,
no te aflijas, guachito, total qué si venceremos,
nunca estuvo más oscuro que antes de atacar