Libros: “Lupa de la inmersión”, de Daniel Durand
Lupa de la inmersión, de Daniel Durand, editado por Caleta Olivia, es un compendio de la obra realizada por el poeta durante 15 años, de un conjunto de 60 o 70 poemas que pertenecían a una especie que denominó “poema suelto”, quedaron 48 en este libro.
El hallazgo de este conjunto es que abarca distintos momentos en la vida del escritor. Son poemas cortos con influencia de sus poetas “guías”, Du Fu y William Carlos Williams: “El lector podrá descubrir fácilmente cuales son dufunianos y cuales williamsianos”.
Al finalizar el libro se encuentran seis poemas de Han Dong traducidos directamente del chino.
Leo Lupa de la inmersión y pensando en los últimos 15 años, me pregunto: ¿Cuántos Daniel hubo en este tiempo?¿Cuánto de las transformaciones que sufrimos con el paso del tiempo fluctuaron también en la obra del artista? si la consistencia del poema se enmarca en una forma de mirar el mundo, con el paso de los años: ¿esta mirada también se va metamorfoseando?
En estos términos y en una primera instancia no veo Lupa de la inmersión como una constelación estructurada y conceptual de una única figura sino más bien como una cartografía donde cada poema es un territorio a descubrir, conectados entre sí pero con autonomía propia. Algunos limítrofes y aledaños otros unidos por un puente imaginario.
Por eso la percepción cambia, en vez de ver la totalidad desde un punto, como una constelación; recorro sus fronteras, los paisajes, los ríos caudalosos, las rutas salvajes, el trayecto, porque cada poema me lleva a un lugar diferente por vez.
Abrir Lupa de la inmersión, además, me remite a uno de esos tesoros que hay en todas las casas, como esas grandes cajas de fotos donde las imágenes son retratos que cobran vida y se leen registrando escenas, encontrando los detalles, imaginando conversaciones y personajes.
Llegar al poema es hurgar en la caja con esa mezcla de ansiedad, asombro y arrebato de querer ver/leer el que sigue.
El poema que abre es: “El día de los perros” un poema que prepara una continuidad de acciones que se van proliferando, ese perro que venía corriendo hasta que la escena se transformó en un mar de perros. “Los ladridos se multiplicaron sin pausa”, escribe Durand y creo que anticipa lo que viene: los poemas también se multiplican.
Los poemas de Durand marcan momentos, los detalles cobran pregnancia, trabaja la imagen y determina el punctum con la palabra. Luego desglosa la escena y desliza sutilmente la idea, no como sentencia sino como trasvasamiento. Llega con la fuerza del insight o de la epifanía.
El trabajo de campo de Durand pareciera ser lo cotidiano, todo aquello que acontece en su presencia puede esconder un germen de poema: PONELE…La alegría/repentina/del numero/lejano/difuso/que se acerca/luminoso/nítido/del bondi/que esperamos
Para el poeta el tiempo de espera, los intervalos o aquellas que parecen horas muertas están colmadas de sentido. No hay nada inerte, en el procedimiento poético de Durand todo funciona como posibilidad de palabra, lo que ve, lo que escucha, lo que vive. Al contrario del sistema que nos abruma para que no pensemos y seamos seres productivos y funcionales.
La evocación también es un disparador en la obra por ejemplo en “Transmisión “un recuerdo lleva al yo poético a su primer acercamiento con la literatura. Los saltos temporales se fusionan con maestría y se produce un efecto maravilloso cuando la brevedad del poema contiene el instante del presente y la rememoración del pasado.
Los poemas de Durand marcan momentos, los detalles cobran pregnancia, trabaja la imagen y determina el punctum con la palabra.
El objetivismo norteamericano y la precisión de la poesía oriental como guías construyen una complejidad que complementa forma y contenido. A su vez el lenguaje coloquial genera cercanía con el lector/a. La intervención de la naturaleza se destaca con cierto desplazamiento hacia el estado anímico, la lluvia, el atardecer, la noche, el pasto, el rocío, los animales, el clima, el sol.
La presencia de personajes y de otro/as en los poemas van configurando este universo de acciones y cosas en historias de un lugar habitado.
En Lupa de inmersión algunos poemas son visuales y lúdicos como “Soneto mudo”, “Poema trilingüe”, “El endecasílabo más corto del mundo “y “Adjetivador club” y otros tienen una cadencia de canción pegadiza como “La casa de mami”, “¿Para qué?”, “Dale”.
“Niño con banana” trae una imagen luminosa y perfecta propia de una pintura como su nombre, en este poema nos propone un cambio de paisaje, una situación cotidiana que nos transporta a un espacio de libertad. “Anteojos”, pareciera ser la continuidad de este poema, otra escena cotidiana, ahora el niño tiene un nombre y una participación concreta.
NIÑO CON BANANA
La banana que pide que le pelen
debe ser perfecta, verse
blanca y en el punto justo
entre lo duro y lo blandengue,
no tener machucones oscuros
ni cordones colgantes de fibra,
entonces sí,
la empuña y la va comiendo despacio
mientras deambula por la casa
iluminando las habitaciones
con su antorcha vegetal.
Las épocas marcan una tensión en el libro, la infancia, el tiempo que falta, la actualidad, la siesta, el río de antes, la pandemia. Y ahí, además el progreso que nos avasalla:
HAY PASADO PODRIDO EN TODAS PARTES
Hay recuerdo podrido en todas partes
Hay futuro podrido en todas las fotos
que nacen diariamente.
Las fotos consumen toda la energía
Para su almacenamiento y existencia.
Nuestras fotos nos están aniquilando.
Daniel Durand es un observador participante, un arqueólogo de los instantes, allí donde mira hay un destello de poema y una historia para contar. Allí donde conecta y capta la idea detrás de las cosas, como decía William Carlos Williams.