Libros: “Moluscos”, de Ramiro Larrain

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    Ramiro Larrain
INFORME DE UN DÍA

Libros: “Moluscos”, de Ramiro Larrain

07 Mayo 2023

Moluscos es una novela sobre los vínculos, la familia y el reencuentro.

Dos hermanos se juntan para habitar el mismo espacio que los refugió en la infancia.

Los recuerdos crecen y ocupan el espacio como los caracoles, dejan marcas de baba en las ventanas, en la mesada, en las paredes. Se dispersan, mueren, se reproducen.

Mientras los hermanos se entrelazan con el presente y van conformando un tejido social donde los cambios dan lugar a nuevos códigos de convivencia: ¿Son los mismos que convivieron en la infancia? ¿Volver a vivir con un hermano es recuperar el territorio de la infancia o es retroceder en las relaciones de poder? A veces se vuelve para cerrar un ciclo.

Además, la presencia de una madre que supo ser jefa de ese hogar aparece y se confunde, la enoja no encontrarse en el mismo rol, la altera la decisión sobre el movimiento de sus cosas, como el  lavarropas sin funcionar que tiraron y que era el último regalo de su padre;  o aquella bacha que intentaron sacar en la mudanza y se partió en mil pedazos, igual que la imagen de ella usándola. Cuánto del trabajo de la memoria en los objetos.

“Me arrodillé a levantar los pedazos. Yo vi a mamá fregando ropa en esa bacha de losa, pero Nahuel no, recién nacía cuando dejamos el departamento por primera vez”.

 

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Moluscos también habla del tiempo ese concepto vacío de la infancia que recobra sentido en la adultez cuando la persona percibe la velocidad. En la infancia, la conciencia del tiempo no existe, pareciera estar detenido en el mismo lugar, sin embargo, avanza de manera lenta y paciente como esos caracoles que aparentan quietud pero al paso de las horas invaden el ambiente, dejan su estela, alertan el camino transitado.

En Moluscos los caracoles son la razón y la excusa. La simbología de estos seres indefensos representa el encuentro, la recuperación del territorio de la infancia, el deseo subrepticio de aletargar el tiempo.

Por otro lado, se impone la complicidad, el vínculo de confianza que se construye cuando dos personas cuidan de algo o de alguien. Inclusive hasta la vuelta al juego, el intercambio de roles, la relación de poder entre el hermano mayor y el menor, la fuerza y la debilidad; pero siempre desde el amor y la intimidad de una niñez en común, de esa certeza de conocimiento absoluto. Aun así en el reencuentro: ¿Somos los mismos? ¿Perseguimos los mismos deseos? Estos hermanos parecen dirimir el misterio en este proyecto, en la promesa de progreso que implica la crianza de los caracoles,  la búsqueda, la responsabilidad.

“Ya eran las dos de la mañana y Nahuel seguía contando caracoles y haciendo proyecciones. De golpe se acercaba a mi puerta, “doscientos cuarenta y siete. Necesitamos ciento tres caracoles más para lograr una curva de crecimiento aceptable”, informaba y se iba al cuarto”.

Aquí los caracoles funcionan como una fuerza centrífuga que los convoca a replantearse las formas de habitar, de organizarse, de ser parte de una comunidad: ¿Es el departamento el hábitat natural de los caracoles? ¿Es el hábitat también para esta nueva convivencia de hermanos? En esta historia hay una necesidad de encontrarse, de dar con el lugar donde habitar. Ambas especies moluscos y humanos intentan descubrirlo.

En la infancia, la conciencia del tiempo no existe, pareciera estar detenido en el mismo lugar, sin embargo, avanza de manera lenta y paciente como esos caracoles que aparentan quietud.

La novela de Ramiro Larrain siguiendo la teoría de Piglia, cuenta la historia personal y la del país representado en el edificio en el que viven. El mito se basa en que el edificio, donde también funciona el Ministerio de Trabajo, fue construido por los montoneros con la plata obtenida por el rescate del empresario Jorge Born. Un relato que se agiganta con la presencia de un túnel secreto, escaleras oscuras, recovecos misteriosos y oficinas ocultas.

Rasgos de época, escenas de películas y citas confluyen con los números del emprendimiento, la incertidumbre del porvenir, los primeros trabajos y las evocaciones.  A su vez la marca de una crisis social donde la helicicultura y la lombricultura se había propuesto como un plan de salvación económica.

“Larrain va construyendo la idea de un vacío social que comprende los ecos silenciados de la violencia política de la historia reciente. Vacío que abona el desconcierto acerca de cómo seguir, que es la antesala de las opciones extremas: descubrir el negocio que nos salvará, o emigrar a la Legión Extranjera”, acierta Paula Tomassoni en la contratapa.

Los arcos narrativos, diálogos y personajes se configuran con una voz narrativa del dramaturgo que existe en el escritor.

Ya Tolstoi en Ana Karenina nos anticipó los modelos de familia, las tramas, los extremos, aquellas felices que se parecen y las otras que en su diversidad  lo son, cada una a su manera.