Los dinosaurios van a desaparecer
Por Cristian Secul Giusti*
Charly García es un artista necesario y fundamental para nuestra vida. Es una figura maravillosa que ha tocado y aún hoy conmociona almas por doquier, a lo largo y ancho de las sensibilidades. Hace años que tratamos de describir de algún modo particular y siempre terminamos en el callejón de la emoción, de los recuerdos, de los dolores. Sus palabras, como piedras, hacen un giro en la enunciación porque si bien caen y ruedan, no escapan ni se pierden —esta definición casi solariana sirve para destacar un carácter poético y romántico de la vida, además—. Las frases elaboradas por García van de nuestra boca a otras y así continuamente. Sus creaciones nunca se van de nuestro alrededor y siempre se quedan en la memoria popular, en los escondites de los sentimientos y en las hendijas de nuestras resistencias más íntimas.
Charly es un símbolo que siempre está al pie del cañón, dispuesto a disparar las palabras más exactas y motivacionales. Por esta razón, el gesto que tuvo para con la memoria de Santiago Maldonado y su familia conmovió mucho y erizó la piel de todos los que estamos adoleciendo en este escenario de excesos y legitimaciones de discursos oscuros.
La corona de flores enviada por Charly y su pareja incluía un mensaje: “Los dinosaurios van a desaparecer”. Ese enunciado —potente, significativo y contundente— no solo revaloriza una expectativa de lucha, sino también da cuenta de la activación que tiene su contenido en el contexto actual.
Siguiendo esta línea, es sabido que el verbo “desaparecer” es un término macabro que se difundió y se conjugó tras el mecanismo represor de la última dictadura cívico militar. Por tanto, Charly García no le esquivó a ese concepto nefasto y lo subrayó en la hermosa canción “Los dinosaurios”, publicada en el histórico Clics Modernos, de 1983. En dicho tema —emotivo y profundo—, el concepto “desaparecer” predomina durante todo el discurso y va enlazando las escenas diagramadas sigilosamente por Charly.
En esos años de publicación, “Los dinosaurios” se asoció al clima político y social del alfonsinismo y la recuperación democrática. La sensibilidad estética de la canción remitía al terrorismo de Estado y enunciaba a los desaparecidos de un modo reiterado, dramático y a la manera de Charly.
A partir de ese punto, “Los Dinosaurios” se consagró como una canción de la democracia que recuperaba la historia reciente de la dictadura y que sintonizaba con una conciencia colectiva de reflexión tanto sobre las tragedias producidas por el régimen militar como por los residuos presentes en los discursos legitimadores.
Por esta razón, la canción ha ofrecido en todos estos años un buen pantallazo de la dimensión y la crueldad de la impunidad en nuestro país, ya sea por la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final durante el gobierno radical de Alfonsín o por el decreto de los indultos de Carlos Menem en los años 1989/1990.
Si bien desde el título la palabra “dinosaurios” refiere, de modo metafórico, a las fuerzas de seguridad dueñas de las vidas y de las muertes, también permite remitir a aquellos funcionarios que imposibilitaron el alcance de justicia en políticas de Memoria y Verdad durante gran parte del actual proceso democrático.
No obstante ello, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner la canción tomó un ribete adicional —más allá de la lucha contra la impunidad— y acompañó las conquistas y las políticas de Memoria, Verdad y Justicia en delitos de lesa humanidad. De esta manera, sirvió como sostén para abordar la vertiente civil en este juego macabro de silencios cómplices, habilitó también un escenario emocional para que familias se reencuentren y acompañó la lucha y el trabajo colectivo de los organismos de derechos humanos.
Sin embargo, en los tiempos actuales, de fuerte incidencia autoritaria y completa noción neoliberal, “Los dinosaurios” encuentra ecos que sacuden las propias cosmovisiones y abre también nuevas heridas como sucede con las muertes de los jóvenes Santiago Maldonado o Rafael Nahuel, entre otros. La canción, que en su momento marcaba una discusión tensa con el pasado de la dictadura, el presente final del alfonsinismo o la completa despreocupación cómplice del menemismo y la Alianza delarruista, vuelve a reconectarse con una situación de lucha y pujanza fortalecida durante los años kirchneristas.
En la actualidad genera estupor volver a pensar a “Los dinosaurios” como herramienta para repudiar discursos, hechos y testimonios de un calibre militarista. Por ello, la decisión de retomar el enunciado no es azarosa y resulta impactante leer la frase nuevamente en una clave de resistencia, con un gobierno que avasalla derechos y se legitima cada vez más en esos avances.
Por consiguiente, no es menor que Charly García haya incorporado el enunciado “Los dinosaurios van a desaparecer” como plataforma para cerrar el discurso propio de la canción, luego de la referencia a las posibilidades de desaparición (“los amigos del barrio”, “los cantores de radio”, “los que están en los diarios”, “la persona que amas puede desaparecer”).
Esa contraposición mencionada es interesante para retomar porque expone un desplazamiento entre los indicios de seguridad y probabilidad. “Los dinosaurios van a desaparecer” es una frase notable que el propio Charly resignifica para que esté presente en la despedida de Santiago Maldonado. Del mismo modo, su empleo funciona como una postulación que abre un hueco en el futuro e instaura un núcleo fundamental de expresión.
Desde este plano, se produce una clara distinción entre la posibilidad y la convicción: las personas —seres que tienen vínculos humanos como el amor o la amistad— “pueden” desaparecer por circunstancias de autoritarismo dictatorial y/o arbitrario en democracia, pero el régimen y su continuadores, más temprano que tarde, “van a desaparecer” porque ese es su destino ineludible. A esto se le podría agregar que los dinosaurios de la lírica solo pueden existir o, mejor dicho, eludir temporalmente su desaparición a partir de hacer desaparecer a otros. Por fuera de esa situación espeluznante, son figuras sin resonancia que carecen de épica, de lucha y trascendencia, más allá de sus sanguinarias participaciones en el dolor y la crueldad. De nuestro lado, por suerte, tenemos a Charly. Gracias por ese gesto, maestro. Lo necesitamos mucho para los tiempos que corren y que vienen.
*Dr. en Comunicación / Docente (FPyCS-UNLP).