Los relatos de la catástrofe: la representación de la Dictadura en la literatura argentina

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    Gauchito Mundial 78
DOSSIER 24 DE MARZO

Los relatos de la catástrofe: la representación de la Dictadura en la literatura argentina

23 Marzo 2025

¿A qué crítico político o cultural no le gustaría que su juicio encarnase la misma razón histórica, y que su verdad fuera una verdad universal? Pero la historia es un territorio en disputa que ya no la narran solo los escribas del poder, las perspectivas para abordar un fenómeno político se multiplicaron, y si hay una verdad incontestable es la que surge de los hechos: la última dictadura llevó a cabo un plan sistemático e ilegal de persecución, secuestro, tortura, asesinato y desaparición de personas que una parte importante de la sociedad civil apoyó y hasta vivió como un alivio.

Siempre quise comprender cómo hizo esa clase social, o esa porción de una clase social o de varias clases sociales, para tolerar el terror en el que se vivía durante esos años de oscuridad. ¿Por qué? Primero, porque yo nací y crecí en una familia que habría que incluir en esa fracción de la población que no tuvo un familiar desaparecido ni tenía simpatías políticas, aunque tampoco era de derecha (“soy peronista, nunca me interesó la política”). Por otro lado, porque ese terror evidentemente no era opresivo, ni era permanente, no era tan terrorífico —aunque me cuesta imaginar cómo hacíamos para ser felices, si es que alguien pudo serlo (más allá del controvertido Mundial 78).

Esa “zona gris” de la población, ni perseguida ni perseguidora, ni desaparecedora ni desaparecida, rehúye la representación. Por ello, para acercarme a esa comprensión me propuse, hace más de veinte años (cuando los relatos de la memoria eran resistenciales y no parte de la historia oficial), investigar de qué forma aparecía esa transclase social representada en la literatura que tenía como tema la Dictadura. La tesis, que terminé hace más de una década, y que este año publicaré por la editorial Prometeo, se llama: Los relatos de la catástrofe. La representación de la Dictadura en la literatura argentina.

Esa “zona gris” de la población, ni perseguida ni perseguidora, ni desaparecedora ni desaparecida, rehúye la representación.

Las ideas centrales de la tesis son estas:

1) Esa “zona gris”, para volver a utilizar el concepto de Primo Levy, solo es perceptible de manera indirecta, pues no suele ser el objeto de la narración (casi que no es representable).

2) La sociedad argentina practicó, en términos de René Girard, un sacrificio humano, porque para Girard la violencia puede regularse y ejercerse de diferentes formas, lo que no se puede es erradicarla. Una vez consumado el sacrificio, con las manos todavía ensangrentadas, la sociedad argentina rubricó tácitamente un pacto que llamaría Nunca Más, bajo cuyo mandato todavía estamos. Este pacto social establece que el Estado no va a asesinar a aquellos que debe proteger.

3) El terrorismo de Estado catapultó al centro del campo de las ciencias sociales la facultad de la memoria. Esto provocó a la vez que la literatura que se propuso narrar lo sucedido en los años de plomo sea preponderantemente realista: se narra para contar una verdad, ya que el testimonio fue el instrumento que se utilizó para reponer aquello que las fuerzas estatales represivas negaron y ocultaron. Esto plantea el problema de dónde se encuentra esa verdad que la literatura tendría que construir, pues en la mayoría de los casos que investigué esa verdad es extra literaria.

4) A la generación que se educó formalmente durante los años de la Dictadura —yo ingresé en 1974 a la escuela primaria y terminé el secundario en 1985— la llamo la generación perdida, mientras que la inmediatamente anterior fue la generación desaparecida. Es la generación que vivió en todo su siniestro poder y en carne viva los planes sistemáticos de reorganización social que implementó la Dictadura. Tal vez los integrantes de esta generación nos autoconvencimos de que nacimos con el alfonsinismo, solo que a esa altura ya teníamos casi veinte años, y sin ninguna duda lo mejor de nuestra vida todavía no lo habíamos vivido.

Es la generación que hoy ronda los cincuenta largos, una generación intermedia entre los padres y madres desaparecidos, y los hijos que nacieron en cautiverio, o fueron secuestrados de bebés, o simplemente crecieron sin sus padres. La llamo perdida porque sus proyectos políticos están infectados de individualismo y beneficio personal, o idealismo y juicios morales universales. No es su responsabilidad que ningún proyecto político termine de convencerla, ni que pueda encarnar uno propio con vistas a conquistar una hegemonía social más justa, pues tanto los ochenta como los noventa fueron décadas de cambios en los estratos profundos de las sociedades globales, no solo en Argentina. Se produjo una transformación tecnológica que afectó nuestra dimensión libidinal. Me atrevería a asegurar que el sueño menemista, la menemista way of life, aún no terminó.

P.D.: Cuando elaboré esta idea, vale aclarar, los candidatos más representativos que iban a salir de este grupo etario estaban lejos de ser Sergio Massa y Javier Milei, que fue lo que terminó ocurriendo en las últimas elecciones generales. Son los representantes de ESA generación.