Marcelo Conti: “Hay varios Haroldos, cada uno elige el suyo”
En el marco del 47 aniversario del secuestro y desaparición del escritor Haroldo Conti y en coincidencia con los 15 años de la creación del Centro Cultural que lleva su nombre (emplazado dentro del predio de la ex ESMA), se realizaron actividades especiales durante todo el mes de mayo. Una de ellas era la invitación a participar de un taller sobre la obra y militancia, que se dictó en la biblioteca Obispo Angelelli, al que le dieron el nombre de “Encuentro con Haroldo Conti”. A cargo de los docentes Edgardo Vannucchi y Pablo Pallas, el espacio reunió a un grupo de entusiastas lectores y admiradores de diversas profesiones y edades, pero coincidiendo en las ganas de profundizar sus conocimientos. En ese contexto, la visita inesperada de Marcelo en la última reunión, fue una sorpresa más que agradable para los participantes.
En esta última clase se desarrolla una charla distendida en la que se presenta como trabajador en la Biblioteca Nacional y militante de ATE. El hijo mayor de Haroldo Conti habla pausadamente, tiene un parecido físico notable. Su relato, dotado de humildad y simpleza, expresa junto con su mirada, un profundo amor de hijo. Se refiere cariñosamente a su hermano Ernesto y a su madre Marta. Afronta su legado de memoria que implica recordar, reivindicar, acompañar la obra, sin dejar de lado el reclamo de verdad y justicia, compartido con todo el colectivo de familiares de detenidos-desaparecidos de Argentina.
Tiempo antes, el autor de Mascaró, supo dejarle estas líneas. “Marcelo, Capitán: De nuevo me marcho. Nací para un camino solitario. No es un castigo, es simplemente mi destino. Desde él es como amo a la gente. Es mi forma de ser y de amar. Nací para la libertad que hasta ahora es el dolor del mundo. Tú, capitán, harás lo que yo no puedo: que sea su alegría. Te llevo en mi mano. Eres la llamita que levanto alto y alumbra mi camino. Hasta siempre, mi querido capitán. Papá”.
Agencia Paco Urondo: ¿En qué año te escribe, tu padre, esa carta?¿Por qué habla de despedida? (pregunta referida a la carta cuyo texto incluye el párrafo de arriba)
Marcelo Conti: Yo creo que debe haber sido en 1974. Cuando se separa de mi mama, en 1972, y viaja a Cuba como jurado y premio, ahí tiene un cambio muy grande en su pensamiento. Le cambió la cabeza y hubo un quiebre en su vida. Se dio cuenta que ese era el modelo que quería para su país. El asume la militancia orgánica en el PRT, antes del viaje era solo un simpatizante. Empezó a leer a Lenin, Estrella Roja, El Militante, hablábamos mucho de todo eso.
APU: ¿Qué recordás de los días cercanos al secuestro?
M.C.: Yo tenía 16 años. Unos días antes llegué a su casa de Villa Crespo y las ventanas estaban cerradas. Estaba en reunión con sus compañeros. Cuando me vio me dijo: “andate”. Después del secuestro la vida continuó igual, con los temores que tenía cualquier familiar. Los primeros habeas corpus los presentó mi tía. En 1981 me tocó hacer el servicio militar en el Regimiento de La Tablada. No tenía la magnitud de lo que pasaba y del peligro que algo me suceda. Recién fuimos un poco más conscientes cuando empezamos a recibir cartas de Marta (Scavac, la segunda esposa de Haroldo, que debió exiliarse luego del secuestro junto a Ernesto, el pequeño hijo de ambos).
APU: ¿Te ves identificado en Oreste o en algún otro de los personajes de sus obras?
M.C.: Si, claro. Creo que mi padre era muy autobiográfico, me veo y también a mi madre. Aún conservamos la casa del Tigre (hoy, casa-museo donde las visitas se realizan una vez por mes, la próxima será el 19 de agosto y Marcelo estará presente) y el banquito en el que mi padre se sentaba a mirar el río y a pensar. Hay varios Haroldos, cada uno elige el suyo. Por ejemplo, los vecinos del delta se reúnen en “los bajos del temor” y desde sus botes leen su obra, ese es su homenaje. En general, prima el Haroldo desaparecido en vez del literario. Aunque yo elijo al padre y al militante.
“Los vecinos del delta se reúnen en “los bajos del temor” y desde sus botes leen su obra, ese es su homenaje”.
APU: ¿Cómo es llevar el apellido Conti?
M.C.: Para nada lo llevo como una carga, pero si siento una gran deuda con mi viejo y con el proyecto político revolucionario, también hacia sus compañeros. Como que no hubo continuidad en esas ideas por las que dieron la vida. Mi tío Luis era retirado de la Marina, se movió por mi papa. Le ofrecieron llevarlo a la embajada de Cuba y él no quiso (había elegido su escritorio como puesto de lucha, en él puso un cartel que resume su compromiso: “Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán”. Desde el partido no se hizo nada, él fue uno de los primeros detenidos (5 de mayo de 1976) y nadie pensaba que iba a haber ese nivel de represión y violencia, aunque sí sabían que esta etapa iba a ser muy dura. La información sobre los años de la dictadura, está en algún lugar, yo tengo la esperanza de que se sepa la verdad.
APU: Hay una foto famosa de tu padre junto a Rodolfo Walsh en el Delta, ambos de espalda, mirando al río. ¿Sabes cuando fue tomada?
M.C.: Tiene que haber sido en los últimos años. Hubo un trabajo entre las dos organizaciones (el PRT y Montoneros) para realizar algunas entrevistas y es probable que la coordinación haya sido a través de Rodolfo.
APU: Por último, ¿cuál es tu vínculo con Chacabuco?
M.C.: Desde que nací, fui a Chacabuco y al campo donde aún está el “álamo carolina”. Queda poca familia, pero a mi padre se lo recuerda y homenajea permanentemente a través de una asociación de amigos. El pueblo y sus personajes están presentes en muchas de sus obras. La foto de mi padre recostado contra el álamo la tomó el fotógrafo local. Yo pienso ir a vivir a Chacabuco cuando me jubile.
Marcelo es hoy el nuevo Capitán del barco: “Todo depende de ti. Tienes que aprender a luchar solo, hacerte tu mundo y avanzar cada día un paso”. Siguiendo los consejos de su padre en aquella vieja carta, busca su destino entre la memoria, la militancia, la obra de Haroldo, que es casi un espejo de su propia infancia. En su camino parece no elegir el río, quizás lo siente como en esa frase de Sudeste: "La costa no es ni la tierra ni el río. Ni simplemente algo entre los dos. Es un impreciso mundo de sombras con un fondo de abandono, maldad y desesperanza. El hombre de la costa se siente atado al río. Si lo amara, saldría al río. Pero él está ahí, ni tierra ni río, entre barcos muertos y viejas historias”. Parece preferir la tierra del álamo “En primavera echa las hojas en el mismo sitio que estuvieron el otro verano y por arriba brotan unas crestitas de un verde más encarnado que al caer el sol se encienden como por dentro, pero él ahora no pretende más que eso, esa dulce luz del verano que lo recubre como un velo”. Tal vez sea ahí donde lo sienta más cerca, o sea, hasta donde Haroldo “lo llevó en la mano”.