Militancia cristiana y realismo mágico
Por Ezequiel Palacio
No descubro la pólvora: la idea de un dios omnipresente que todo lo ve y escucha, que es padre y que ofrece la vida del hijo para redimir a la humanidad tiene un fundamento más concreto en la palabra. Durante siglos el discurso cristiano fue la herramienta más poderosa para difundir conceptos religiosos. La palabra unida al miedo culposo fundamentó el poder católico. Sin embargo, esa herramienta poderosa, perdió eficiencia cuando el siglo veinte empezó a abrir los ojos y las conciencias, aunque, pasaron cosas…
“Satanás, abandona este cuerpo. Sataaaaaaanaaaas, Belcebú, fuego del demonio sal, sal, sal ahora, sal, sal te lo ordeno, sal ahora, sal ahora demoooonio sal…“ La cámara hace un plano del rostro de un muchacho con los ojos cerrados en el piso que escupe dentro de una bolsa. El pastor continúa vociferando: “Ustedes vean al demonio salir de este cuerpo, vean como se retuerce (el cuerpo del muchacho se retuerce), vean como escupe las inmundicias de Satanás (el muchacho escupe). Escuchen al diablo (el muchacho grita algo incomprensible)”. Este guión berreta de película de terror clase Z quizás se parezca un poco a lo que sucede en las iglesias evangélicas. ¿Se parezca un poco? …
Veamos:
Tunear a Cristo tuneando el discurso
El cura que habla con su parsimonia monótona, toda esa liturgia aprendida desde el celibato tuvo que adaptarse y en esa transformación lenta, hubo un crecimiento gigante de cultos cristianos en los márgenes que la Iglesia Católica había abandonado. El movimiento católico en América Latina (afrodescendiente, mestizo, con la persecución histórica a los pueblos originarios y su transformación religiosa, luego abordado por oleadas migratorias italianas, españolas, polacas, por nombrar las más significativas) no supo adaptarse ante el sincretismo cultural religioso que toda esa masa humana llevaba en sí misma, del viejo dogma católico. Y no fueron precisamente los curas católicos quienes se pusieron a la vanguardia de la militancia de Cristo siglo XX, sino los pastores evangelistas.
Los evangelistas surgieron allá por el siglo XVIII en Inglaterra. Años más tarde, llegaron a EEUU y con la teoría económica smitheana, en el mejor sentido del concepto, derramaron verborragia cristiana discursiva por todo el continente. México, toda Centroamérica y aunque a muchos les duela el amor propio nacionalista, Brasil es el mascarón de proa del barco llamado Latinoamérica. Lo que ocurre primero en Brasil, luego sucederá en sus vecinos. Según la Alianza Evangélica Mundial, son más de 600 millones los evangélicos en el mundo, sin contar a la Iglesia Evangélica Pentecostal.
¿Por qué razón se distinguen los evangélicos de los católicos? Básicamente porque su discurso es un arma de persuasión letal. Existe un uso psicológico del miedo que es absurdo, mediocre, de muy mal gusto actoral o artístico. Todo ese despliegue se juega también con la intensidad del discurso, el uso dialéctico argumentativo, la congruencia entre el ejemplo cotidiano, diario, con los pasajes bíblicos, y la magia a punto tal de lograr el ridículo más inverosímil: realismo mágico evangélico de importación.
La oratoria es simple pero efectiva: efusividad, tono imperativo, discurso como “enojado” de los pastores, más el tono de voz que llega casi al grito, generan un ambiente propicio de control y dominación. (Ejercicio para nerds historiadores: comparar discursos y oratorias políticas de poderosos líderes nacional-socialistas de la década del 30 en Europa, con discursos evangélicos masivos, en youtube hay muchos ejemplos para comparar y sorprenderse).
Los templos evangelistas están despojados de simbología, son austeros. Los pastores tienen familia y un vínculo directo con sus fieles. Todo lo que la Iglesia Católica fue imponiendo a contramano: liturgias larguísimas y aburridas, formalidad cada vez más rígida. Escándalos de corrupción, pedofilia y abusos sexuales. Mientras más grita, canta y sonríe un pastor evangelista, más cara de cura católico veremos en la iglesia los domingos.
¿Qué pasa en la Argentina?
La Federación Argentina de Iglesias Evangelistas (FAIE), tiene su génesis histórica en 1916, cuando se organizó la Junta Evangélica del Río de la Plata, que continuó luego, como Distrito Rioplatense del Comité de Cooperación para América Latina, con el propósito de planificar una estrategia común de las iglesias misioneras evangélicas y en 1957 se establece como Federación. Hace 36 años atrás, a fines de 1982, la democracia se levantaba después de estar detenida-desaparecida en un Centro Clandestino de Detención de la última dictadura cívico-militar argentina y se creaba la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA).
Según el portal www.chequeado.com, en Argentina, el 76,5 por ciento de la población se declara católica, por lo que actualmente habría cerca de 34 millones de católicos en el país. Los “indiferentes” (ateos, agnósticos y otros) representan el 11,3 por ciento, los evangélicos el 9 por ciento y los Testigos de Jehová un 1,2 por ciento. Este fue el resultado de una encuesta realizada en 2008 por un grupo de investigadores del Conicet y la última disponible sobre el tema.
Si destapamos la olla vemos el hervor: del celuloide al Altar all stars de Sacrificios.
Brasil es evangelista. El estadio Maracaná recibe con frecuencia una oleada de evangélicos dispuestos a la misa dominguera. En Argentina, las iglesias evangelistas aparecieron como moscas al dulce de leche. Los cines y teatros cerrados por el Menemato, fueron adquiridos a precio de ganga por pastores evangelistas brasileños. En cada intendencia del conurbano, el cine de barrio se transformó en un templo evangelista.
Las crisis económicas y las religiones siempre tuvieron un vínculo masturbatorio. Así fue como los cines desaparecieron. La industria cinematográfica se hundió un poco más y vimos el amanecer de los shoppings con sus salitas de cine de morondanga. Entender la ausencia de políticas culturales históricas, para entender las razones sociales que permiten el vaciamiento cultural en la actualidad, apoyado en gran parte por el trabajo militante de las distintas facetas que las Iglesias Católicas y Cristianas llevan adelante, como buenas hormiguitas cuidando que no le pase nada a la reina (el orden establecido y conquistado hace siglos).
Para la militancia evangélica, hubo hechos importantes. Donde la iglesia católica ya no entraba, ahí, en esa barriada humilde aparecían las “casas” evangélicas. Los “templos” estaban un poco más cerca de los centros urbanos y de la Ciudad. Entonces, aplicaron la fórmula efectiva: adquirieron diarios, radios enteras, horas de programación al cierre de la transmisión de canales de aire en TV, señales de cable. Y lo más importante: militantes de Cristo dispuestos a timbrear todos los días los barrios o bien pasar horas en Plaza Miserere o Constitución con un megáfono, hablando de dios, bolas de fuego, pesadillas y flagelos, pero también de adicciones, pobreza, desánimos, inseguridades, sexualidad, etc.
En la construcción de cosmovisiones desclasadas que operan sobre la concepción de los más desprotegidos, las religiones tienen un alto grado de responsabilidad en el entramado de dominación social. Toda esa construcción lenta del mundo evangélico en Argentina, tiene sus frutos ahora. Opositores a toda nueva visión que cuestione la moral más retrógrada del catolicismo (divorcio, aborto, educación sexual, niñez, familia, adicciones, etc), una marea incesante y con vocación admirable, salen a militar diariamente estos valores embrutecedores, propios del siglo XV.
Así las cosas, constructores de poder como Luis Palau, el mayor personaje evangélico de América Latina y el Caribe, fue recibido en 2006 por Cristina Fernández de Kirchner, luego del acto realizado en el Obelisco. Acto, por cierto, político, religioso y multitudinario. Palau también fue recibido varias veces por el actual presidente, Mauricio Macri. Eso a nivel regional. Pero fue asesor religioso de la familia Bush. Estuvo vinculado a las dictaduras latinoamericanas. Convirtió en pastor al dictador de Guatemala, Efraín Ríos Montt, entre muchos otros etcéteras. La llegada de Palau no es casual y tiene que ver con una actividad política de demostración de fuerza.
Iglesia fuerza Joven Universal, av. Corrientes al 4000, CAVA, 2018:
Nada fue igual después de la llegada de Palau a la Argentina. Las iglesias evangélicas se coparon de pibes, años antes el rock cristiano había empezado a dar sus primeros pasos. Luego grabaron discos bandas de metal cristiano y apareció una nueva subcultura dedicada a vincular toda actividad adolescente con el Dios Evangélico (el mismo de las alabanzas, de los pastores que tienen mujer e hijos, que administra los diezmos obligatorios, que habla sobre moralidad sexual en cada uno de sus encuentros y obviamente, el mismo que realiza exorcismos berretas en el templo). También aparecieron los “Soldados de Cristo”.
Al margen de la libertad que me tomé, sabemos quién perdió esa guerra simbólica estúpida. Bolsonaro, la derecha más xenófoba de Brasil definió una elección apoyado por el sector evangélico. ¿Casualidad o causalidad?
Dijimos más arriba que Brasil es el mascarón de proa de América Latina y hoy vemos cómo los medios masivos de comunicación en Argentina hablan de la importancia que tienen los sectores evangélicos que traban consensos con las altas esferas del macrismo. El paradigma político cambió. Y aquí es donde los nuevos gusanos de la política buscan alianzas inexpertas pero con ansias de poder: el mundo evangélico. Ideológicamente ambos sectores se parecen mucho en su valoración moralista sobre familia, sexualidad, niñez, aborto, educación sexual, adicciones, etc.
La enajenación del valor político. La reducción de la responsabilidad política únicamente con el voto cada cuatro años. El vaciamiento cultural. La demolición de una conciencia de clase. La construcción simbólica de que todo ya está dado y es imposible de cambiar. Valorar el mérito. Destruir el pensamiento lógico y social: el Poder político asociándose a un sector religioso que manifiesta una profunda negación hacia la filosofía critica, opositora militante del aborto, que vincula la inseguridad con el diablo, etc.
Aquí vemos al diputado salteño Alfredo Olmedio siendo bendecido por la iglesia evangélica para que sea presidente en 2019:
Si analizamos correctamente las circunstancias, comprendemos que si el sector evangélico equivale al 12 por ciento de la población argentina, es fácil inferir que es un porcentaje políticamente influenciable y necesario. Y esto a un año de la campaña electoral, resulta una alianza fenomenal para el macrismo. Cristo, se prendió un pucho y lo fuma al lado de Belcebú en este margen de la historia.