“Omar Chabán está en mi retina, mi corazón y mi cabeza todo el tiempo”
Por Mariano Nieva | Foto de Ignacio Sánchez
Raúl Villarreal fue jefe de relaciones públicas y estrecho colaborador de Omar Chabán. En diálogo con el programa radial El Jardín de los Presentes (FM Zoe 107.1) se refirió al lugar que ocupó Cemento en la escena del under de los ’80, la tragedia de República de Cromañón y la figura y legado del excéntrico empresario que terminó su días cumpliendo condena en una celda.
P: ¿Que significó Cemento para usted y cuál fue a su criterio el legado que dejó a la contracultura?
Raúl Villarreal: Para mí Cemento fue lo mismo que para todos los que pasaron por allí. Una segunda casa. Para algunos chicos también era un lugar de expresión de libertad donde contaban cosas que ni hablaban con su familia. Era el lugar de la rebeldía también. Con Omar Chabán a veces comentábamos lo que los chicos nos contaban. Era como hacer docencia, como una gran facultad de la vida. Cemento era un espacio cultural abierto. Allí, hemos pasado fiestas, alegrías, tristezas, clausuras y sufrido también a la policía que no se había amoldado aún a los principios de la democracia con un espíritu dictatorial y de maltrato que a veces sufrían los chicos. Con el tiempo se fue acomodando todo.
P: Empezó como una disco y luego cambió...
RV: Cemento rompió tabúes cuando comenzó siendo discoteca. Los primeros meses se desbordaba la situación. Teníamos adentro 2500 personas y 1500 afuera en la calle pugnando por conseguir una entrada. Todos querían ver lo que allí estaba sucediendo. Mucha gente del extranjero venía, sobre todo alemanes, siempre a la vanguardia. Había un policlasismo marcado en Cemento. Allí nació la contracultura. Podías ver a Batato Barea haciendo una performance con Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta trasvestidos, con Fernando Noy haciendo poesías y con Katja Alemann, esa escultura de cuerpo, entrando vestida nada más que con un tul trasparente. Entonces todos miraban y se preguntaban ¿cómo puede ser una mujer desnuda? Era todo No, No y No y de golpe hay un lugar que dice Sí ¿por qué no?
Hubo dos tiempos. Uno de vanguardia, de disco cultural, que marcó los primeros 5 años de Cemento hasta que después la música empezó a fortalecerse y desbancó a toda esa otra movida bolichera. Así es como el rock empieza a decir que ese espacio era genial, era perfecto porque los músicos hasta entonces estaban acostumbrados a las cuevas de los años ‘70 y comienzos de los ‘80 y de repente se encuentran con un escenario de 11 metros de frente por 15 de fondo con comodidades para stages y plomos. Memphis la Blusera al comienzo por ejemplo, metía entre 300 y 400 personas y Los Redondos 600 con mucha gente de La Plata que venía a verlos.
P: ¿Cómo fue que pudieron erradicar las peleas que existieron en su momento, y que eran tan frecuentes, entre las distintas tribus que iban a Cemento?
RV: Con presencia. ¿Cuantos dueños de boliches conocés, antes o ahora, que estén en la puerta, en el lugar? Nadie sabe quién es el dueño, a lo sumo hay un encargado o un jefe de seguridad. En Cemento, cuando había algún conflicto, estaba siempre Omar dando la cara y sino yo tenía que dejar la boletería y salir a ver qué pasaba. Pero siempre fuimos dialoguistas con los pibes. Por ejemplo, cada vez que llegaban los skinhead, temblaba todo por más que en la puerta hubiera 500 o 600 personas esperando para entrar. Entonces, los agarraba a los líderes que eran Arbolito o Huevo y les pedía por favor que se dejaran de joder. Recuerdo que ellos me decían que actuaban así violentamente sólo contra los que se drogaban y tomaban alcohol. Eran tiempos estúpidos en que cada tribu tenía sus dialectos y sus modos. El punk era punk y el heavy era heavy, que para mí era el mejor público. Había de todo. Las tribus se enfrentaban y teníamos problemas en la esquina de Estados Unidos y Salta o en la propia puerta del boliche, aunque a decir verdad, no siempre. Además, lo teníamos a Chiquito al frente de la seguridad con un grupo de muchachos. Ellos sabían muy bien que no se les podía pegar a los chicos, había que hablarles. Si hacían lio, se los sacaba del brazo y se les explicaba el porqué.
P: Habrá más de una anécdota, ¿no?
RV: Te cuento una anécdota con el público de Los Gardelitos que era terrible, lo peor de lo peor. Eran unos pibes que los mirabas y te asustaban. Me acuerdo que la banda venía de hacer la Federación de Box donde habían cortado sólo 100 tickets estando el lugar colmado. Se habían colado todos. Vinieron a Cemento y en la entrada se produjeron algunos conatos. Entonces salió Omar a la puerta con su vestimenta rara y usando la psicología les ordenó a los pibes hacer la cola diciéndoles que si rompían las bolas iba a venir la cana a llevárselos a todos. Así fue como se fue enderezando el público. A partir de ahí, en los recitales que se sucedieron de Gardelitos, los pibes ya lo esperaban a Omar en la esquina y le decían somos 20 y tenemos 20 pesos. Entonces, él les decía junten 5 pesos más y entran todos pero sin hacer lio y portándose bien. Los abrazaba, les daba un beso y la mano a cada uno. Y esos grandes monstruos que podían ir a las Malvinas solos se convertían en los tipos más macanudos.
P: Hablemos de lo que pasó en República de Cromañón. ¿Cómo está su situación en la causa y qué relación tiene con los integrantes de Callejeros?
RV: La condena social es que te culpen de algo que no hiciste. Aquel día Omar me pide que por favor vaya a Cromañón a esperar gente invitada de Rock & Pop y de otros lugares porque el local era relativamente nuevo todavía. A él lo habían operado de un pie y tenía que hacerse unas curaciones por lo que iba a llegar más tarde. Yo tenía que volver a Cemento a la fecha que habíamos organizado con Buda y San Camaleón. Estando allí, se dió puerta a las 18 hs empezaron la cacheos y la gente comenzó a entrar. Omar llegó a eso de las 22 hs, arrancó el show de Callejeros y enseguida se cortó la música. Yo estaba en la vereda, se apagó la luz y de golpe empiezo a ver como salía gente que me pasaba por al lado corriendo. Al intentar entrar, empiezo a sentir un olor feo como narcotizante, mareado busco la salida y justo en ese momento comienza la tragedia. Siempre pienso en que yo fui el que recibió el último beso de varios de esos pibes porque siempre que me veían me saludan de esa manera.
Entré y salí tres veces de la cárcel. Me dieron seis años de prisión, cuatro efectivos y dos de libertad condicional que se cumplen en abril de 2020. La primera vez estuve con Omar en Marcos Paz, que tiene una fama malísima sobre todo para los que delinquen y los chicos de Callejeros estuvieron en Ezeiza. Luego, estuvimos un año afuera y casación ordenó detenernos a todos otra vez. Nos encontramos en Tribunales, en la Alcaldía. Estábamos en lo que se conoce como La Leonera con Maxi Djerfy, Helio Delgado y Juancho Carbone. Ya estaban adentro Pato Fontanet y Christian Torrejón. Ellos no se llevaban bien entre sí. Había una atmósfera pesada ahí. Yo no tuve relación con ellos. Finalmente terminamos todos en Marcos Paz, menos Pato que volvió a Ezeiza. Ya preso empecé a hacer cursos, y a llevar grupos para organizar recitales dentro de la cárcel. Callejeros estuvo mal asesorado, los hicieron mentir mal. Mi abogado era Joe Stefanolo el abogado del rock, quien otro sino, y el de ellos un parásito llamado Mariano Silvestroni.”
P: ¿Quién fue Omar Chabán y que significó para usted trabajar al lado suyo tantos años?
RV: Omar está en mi retina, mi corazón y mi cabeza todo el tiempo. Hemos pasado juntos muchas situaciones, el conocía a mi familia. Compartimos fiestas y cumpleaños. Era un muchacho común al que le faltaba calle. Muy inocente, canchero para los libros y para hablar de literatura y de psicoanálisis. Poseía una cultura árabe muy importante heredada de sus padres. Para ayudar a los pobres buscaba dar trabajo a los que más necesitaban en Cemento. Es más, para que se den una idea, hicimos unos 500 shows a beneficio.
Después que termine todo esto de la causa quiero hacer un gran recital con todas la bandas en un evento que se llame -Cemento Vive- y hacerle a Omar algo en el lugar en que está descansando que diga que ahí está el cuerpo de un ser muy querido por mí, por su familia y respetado por toda la gente que lo conoció.