20 años de Cromañón: una herida todavía abierta

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20 años de Cromañón: una herida todavía abierta

22 Noviembre 2024

El 30 de diciembre de 2004 quedó fijado en la memoria histórica nacional como un día trágico y oscuro. A casi dos minutos de haber comenzado a tocar Callejeros, el boliche República de Cromañón, ubicado en el barrio de Once, empezó a incendiarse por una bengala que prendió fuego el techo revestido de material peligrosamente inflamable. Dejó un saldo de 194 personas fallecidas y más de 1400 heridas. La serie Cromañón relata, de forma cruda y en clave de ficción, parte del hecho y lo que sucedió a posteriori.

Callejeros fue la primera banda en tocar en Cromañón durante su inauguración en abril del 2004, y sería la última a fines de ese mismo año. Tras esa noche, el local fue cerrado y la investigación derivada dio como resultado la clausura de más de la mitad de los recintos de esas características, ya que se estableció que incumplían con reglamentaciones vigentes. Para aquellos que continuaron, y los que abrirían luego, los controles se endurecieron y las normas cambiaron, enfatizando en la infraestructura, el ingreso, la capacidad y, sobre todo, las condiciones de seguridad. 

República de Cromañón, popularmente conocido como Cromañón, era un recinto donde se celebraban conciertos y eventos con capacidad para poco más de mil personas. Esa noche se estima que había cuatro veces más por sobreventa de entradas. Una de las salidas de emergencia estaba cerrada por dentro con candado y alambres. De los quince extintores de fuego, diez no funcionaban. La habilitación del sistema contra incendios estaba vencida. Por todo esto, y otras irregularidades que podrían haberse evitado con tranquilidad, dentro de ciertos ámbitos el hecho es catalogado más como una masacre que como una tragedia.

La mayoría de las personas fallecidas no llegaban a los 25 años, entre ellas se encontraban más de cincuenta menores de edad. La causa de muerte más extendida fue asfixia, además de algunas intoxicaciones y neumopatías. Durante mucho tiempo un sector de la sociedad responsabilizó a los jóvenes por asistir a ese tipo de eventos, asociando las conductas del rock con prácticas inmorales. Quienes sobrevivieron no sólo debieron luchar contra ésto, sino también en pos de su deteriorada salud mental a partir del trauma generado. 

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Cromañón es un parteaguas para la historia local y de la música nacional y todo aquello relacionado con la organización de eventos similares. También es catalogada como la mayor tragedia de causa no natural en Argentina. El juicio fue un antes y un después que, una vez más, dejó en evidencia las falencias del sistema. Por ejemplo, los integrantes de Callejeros fueron sentenciados a permanecer entre tres y siete años en prisión por haberlos señalado como partícipes secundarios, mientras que las personas involucradas en la certificación ilegal de habilitaciones recibieron penas menores.

Fue un caso que polarizó a la sociedad argentina durante años, y aún hoy, a dos décadas, continúa haciéndolo, sobre todo alrededor de la responsabilidad. ¿Omar Chabán y el mánager de Callejeros? ¿La persona que encendió la bengala? ¿Los artistas quienes, según algunos, alentaron su uso? ¿O Aníbal Ibarra, Jefe de Gobierno, y demás funcionarios públicos? No existe una única respuesta, aunque se pueda aceptar, o no, como compartida, en mayor o menor grado.

La serie Cromañón, dirigida por Fabiana Tiscornia y Marialy Rivas, puede jactarse de una excelente banda sonora, compuesta por bandas nacionales como Las Pelotas, La Renga, Jóvenes Pordioseros, entre otras. Sin embargo, en los ocho episodios sorprende no escuchar ni una canción de Callejeros. Conflictos en la negociación entre la productora y el sello discográfico que posee los derechos sobre el catálogo de la banda derivaron en que, finalmente, ésta no acceda a otorgar su música para la pieza audiovisual.

Tras dieciocho años, en 2022 se sancionó una ley que determina la expropiación del lugar donde era Cromañón, con el fin de convertirlo en un espacio de memoria que integre una muestra permanente de lo ocurrido, junto a otras actividades culturales e informativas. El plazo para iniciar el proceso legal era de dos años y vencía el pasado 9 de noviembre. Sin embargo, justo antes se solicitó anticipar la toma del sitio para avanzar con lo restante. Sólo queda esperar una posible prórroga y que la actual gestión porteña realice las políticas necesarias para la implementación del proyecto. Por otro lado, aún hay numerosos juicios civiles contra el Estado por daños y perjuicios -se estima que tres mil-, que corresponden a sobrevivientes y familiares de víctimas que esperan al menos algún tipo de resarcimiento.

La serie fue realizada con fines ficcionales y eso es evidente, acude al drama e incorpora escenas muy fuertes de ver. Aún así, nos conduce a recordar la relevancia del caso para nuestra historia. Resalta no sólo en relación a los eventos musicales posteriores sino también como memoria colectiva que el paso del tiempo no puede permitirnos borrar. 

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