Peter Capusotto: la vanguardia postarte

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Peter Capusotto: la vanguardia postarte

15 Junio 2016

 

Por Daniel Mundo

El programa de Peter Capusotto que se pasaba o todavía se pasa, no lo sé, los lunes a la noche, es (o era) el programa más político de toda la grilla televisiva. Era un programa vanguardista no por su estética sino por su política. ¿Cómo puede ser esto? La respuesta es tan sencilla que abre más interrogantes que los que clarifica: porque es el único programa de la televisión que milita para que sus telespectadores dejen de verlo. Todos, absolutamente todos los otros programas de la televisión, en cambio, pretenden o necesitan capturar a su público, incrementarlo, subir el rating. Sea Bailando por un sueño, Intrusos, 678 o el súper boom de Roberto Navarro, todos están atados a la lógica del medio como un barrilete a su rollito de hilo. Peter Capusotto y sus videos no.

Capusotto hizo exactamente lo contrario que su antiguo compañero el Gordo Casero. Mientras éste fue volviéndose con el tiempo conservador en su estética y en su política, Capusutto radicalizaba sus rupturas. Creó, en su momento, personajes caricaturescos y referenciales que se volvieron figuras públicas controvertidas y graciosas (Bombita Rodríguez), para luego dejarlos atrás y seguir innovando en sus apuestas de exposición. Representa la cultura plebeya postmoderna (¿Horacio González?) como ningún otro artista argentino lo logró. Tiene su costo, que él capitaliza. Sin duda que el mérito de todo esto no está en Capusotto sino en su guionista, Pedro Saborido —aunque ésta es una aclaración inútil porque el único actor que podría encarnar los personajes de Saborido es Capusotto. Los personajes, que resumen idiosincrasias populares, y la introducción de videos de rock que parecen promociones de bandas inexistentes (el caso cercano a éste que se me ocurre es el libro Vacío perfecto, de Stanislav Lem, donde realiza críticas destructivas de libros que no existen inventados por él mismo; Lem confiesa que tomó la idea de Jorge Luis Borges), fue el gesto mediático más audaz para dejar atrás esa antigualla que llamamos telespectador. Dirán: es verdad, a Capusotto se lo mira más por Youtube que por la tele propiamente dicha —esto lo sabe hasta Wikipedia—, el que lo consume es más un usuario que un espectador. Pero una conclusión como ésta se queda corta en lo que respecta a la ruptura que propone Peter Capusotto y sus videos. Su sketch repetido decreta el fin del arte, el ingreso en una sociedad postartística —el postarte, el fin del arte, no significan que el arte se haya acabado, más bien es al revés: el arte se generalizó, desde un florero a un match de boxeadores, desde un automóvil hasta la forma de vida que se modela literalmente como una obra de arte.

Por otro lado, tampoco se trata de ridiculizar al espectador, como si el espectador fuera un objeto no deseado por Capusotto & Cía —algo de esto hay, pero no es tan importante como la devoción que Capusotto siente o parece sentir por sus seguidores. De casualidad me encontré en diferentes momentos con Diego Capusotto, por lo general comiendo (siempre me pregunto dónde comen los famosos, ya que nunca cené de casualidad en un local donde estuviera un Tinelli o una Susana). En cuanto se le acerca alguien para sacarse una foto, apoya los cubiertos en el plato, deja la porción de pizza a medio comer, se pone de pie, fuerza una sonrisa que le sale bastante natural, a veces pasa el brazo por sobre el hombro del otro pero nunca deja de ser Diego, a diferencia de los famosos que no dejan de ser el personaje que representan —nuestra desorientación es tal que por absurdo que suene tenemos como modelos sociales a personajes que permanentemente tienen que estar aclarando que no son el tipo famoso que el otro conoce por la pantalla. Fuera de cámara, Capusotto nunca es Peter.

A veces creo que es contra este modelo social que Capusotto intenta crear una estética que se vuelva imposible de ver. No creo que Capusotto sea muy consciente de esto. Y sus fans lo obedecen como sin querer: lo dejan de ver y empiezan a citarlo de memoria (Pomelo, Violencia Rivas, etc.).

El combate que entablan Saborido-Capusotto contra la lógica del medio tiene la dimensión mitológica de la lucha entre David y Goliat. Lamentablemente Capusotto sólo cumple una función testimonial: sólo ganará David cuando la tele termine de desaparecer deglutida por el multimedio monstruoso.