Poema que vuelve: Daniel Freidemberg
Por Miguel Martinez Naón | Ilustración Silvia Lucero
Recuerda el autor de este poema que el título casi seguro era “Itinerario”. Calcula que fue a fines del 73 cuando lo escribió, poco después de publicar su primer libro Blues del que vuelve solo a casa.
El poema apareció publicado por primera y única vez en Nuestra Palabra, el periódico del Partido Comunista.
Estamos hablando de Daniel Freidemberg, poeta, crítico, ensayista y periodista. Tal como han señalado en otros medios, es una de las voces más importantes de la poesía actual.
Nació en Resistencia, provincia del Chaco, en 1945, pero desde muy joven reside en la ciudad de Buenos Aires. Se podría decir que es un hombre de Corrientes y Ayacucho.
Escribió los libros Diario en la crisis (1986), Lo espeso real (1996), La sonatita que haga fondo al caos. Antología (1998), Cantos en la mañana vil (2001) y En la resaca (2007); los libros de ensayo y crítica La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, 1994). Además es autor de una veintena de antologías de poesía, en su mayor parte argentina y latinoamericana.
Al compartirnos este poema Daniel trata de reconstruirlo desde la memoria, nos cuenta que no lo incluyó en su libro ni guardó el original, tuvo que sustituir algunos tramos y algunas palabras que no pudo recuperar, queda en su mente “la música, el rumor sonoro, y ciertas imágenes de vida que alimentaron la escritura” y aclara que tal vez la disposición de los versos no haya sido la misma: “No sé si esto que quedó lo empeora o lo mejora, pero es un buen ejemplo de una poética que, aunque ya no es la mía, sigo recordando con cariño”.
Con estas palabras de su propio autor compartimos entonces este "Itinerario" y los esperamos el próximo domingo en este pequeño pero floreciente espacio que hemos dado en llamar “Poema que vuelve”. Que lo disfruten.
Itinerario
Fueron días ganados torpemente al azar,
días atravesados de un tirón, agotados
entre opacos boliches y hoteles escondidos,
y el desconcierto de las madrugadas
cuando sólo el silencio nos quedaba,
apretando las sombras
como una culpa más.
Vos entonces venías
(sé que venías por tus pasos,
su eco en la tarde, su inquietud,
el aire que movías a tu alrededor)
y después te ibas,
ahora herida de mí
(era mi única manera de tenerte:
no me habían enseñado
que el dolor de los otros
es el otro costado de uno mismo),
y ahora acá estás:
no es fácil,
y más en estos tiempos,
edificar amor con la intemperie,
darse porfiadamente en contra de la erosión…
y te vuelvo a mirar como a un milagro,
y tengo mucho miedo, qué querés que te diga,
y sos como tu mínima hazaña de existir,
y sos como la luna entre los juncos
después de la borrasca.