Trap argentino y dolarización
La siguiente conversación tuvo lugar en el barrio de Belgrano, un mes y medio antes del balotaje que convertiría a Javier Milei en el primer presidente libertario del mundo y, por lo tanto, expresión de un individualismo extremo y de una globalización salvaje –de cuño anglosajón- cuyos cimientos fueron puestos por un progresismo que, conduciendo al campo nacional y popular, se aplicó a la deconstrucción de lo personal y colectivo para dejar intactas –e incluso profundizar- las causas materiales de la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la inflación crecientes.
Sobre avenida Monroe, en el barrio de Belgrano, frente a un almacén, dialogaban dos repartidores. Uno de ellos, bebiendo una latita de birra, escuchaba Cypres Hill sin auriculares marcando el beat con cabeza y pies, gestos propios de un pasado cultural relacionado también con el rock barrial, el metal argento y el punk. La conversación, un tanto forzada, se estiraba sobre consideraciones unilaterales acerca del trío yanqui representante de la escena rapera de la Costa Oeste norteamericana durante los 90. Sin embargo el otro delivery, menos interesado por el hip-hop, y mientras sonaban de fondo las melodías fantasmagóricas sobre las que se desgranaban las ininteligibles barras en inglés, realizó la siguiente observación sobre la escena actual de la música urbana argentina.
-El trap es sólo putas, dólares y falopa.
-Tenés razón, contestó el otro, es el sistema en su versión tóxica.
Esta coincidencia, respecto al mismo asunto, entre dos personas que se veían por primera vez, nos plantea la siguiente pregunta: ¿Cuál es el sustento material de estas afirmaciones taxativas, así hayan sido pronunciadas bajo los efectos de una incipiente alegría etílica? Quizás fueran reminiscencias subconscientes de uno de los carteles promocionales de “GTA.mp3”, último single de la artista Emilia Mernes, y que todavía podía verse en Vuelta de Obligado al 2400, a pocas cuadras del punto donde ocurrió la charla. El arte gráfico –apreciado por transeúntes y conductores, además de niños y niñas que ya fantasean su ignoto y, por lo tanto, brumoso porvenir generacional- mostraba una caricatura de la artista vestida de stripper: arrodillada sobre una tarima ante un caño de pool dance, se la ve rodeada de dólares que caen sobre ella al igual que bendiciones pecuniarias, la satisfacción del rostro expresando ambigüedades donde se aúnan empoderamiento y sumisión. Si Emilia Mernes es una referente de la música urbana en sentido estricto, es decir, de plaza y joseo crudo y duro, poco importa, sus colaboraciones con Duki, que es su actual pareja, Nicki Nicole y Rusherking, entre otros, además de su participación en “Los del espacio”, la ubican allí; al menos así lo entienden quienes, en estas épocas de velocidad, fusionan fragmentos dispersos sin digerirlos con propiedad, un poco por infoxicación, y otro poco por la confusión subtextual a la que apuestan las campañas publicitarias para ampliar el target de las personalidades de la industria musical.
Barras y dólares
Pero si buscamos los materiales que sustentan la percepción selectiva de nuestros dos repartidores observamos que, cuando se trata de trap argentino, el billete verde norteamericano posee en las plataformas digitales una usina inadvertida de propaganda cuasi-libertaria. Y es esta cuestión la que nos importa a la luz de la fiebre del dólar, que es el síntoma de una enfermedad que penetró en el sistema político-económico-cultural de nuestro país hace unos pocos años. La realidad, que es la única verdad, según el apotegma aristotélico del peronismo, tiene vocación de Interzona, fusiona, en ciertos intersticios, aquello que ideológicamente es imposible, tal y como constató el escritor William Burroughs, padre de la Generación Beat.
Uno de esos intersticios son las sesiones mundialmente viralizadas de Bizarrap. De las 57 “miusik seshions” publicadas, 31 son interpretadas por artistas argentinos. Tres de éstas encomian la posesión de dólares: Paco Amoroso, de 30 años, en la sesión 3, que tiene 67 millones de reproducciones en YouTube y 42 millones en Spotify, canta: “llevo los pesos pa´l blue”. Zaramay, de 29 años, en la sesión 31, con 162 millones de reproducciones en YouTube y 71 millones en Spotify, se jacta: “Si no huelo a Rabanne, huelo a dólar recién impreso”. Lo propio hace Tiago PZK, de 22 años, en la sesión 48, con 204 millones de reproducciones en YouTube y 405 millones en Spotify, cuando canta: “Tengo mas verde en la billetera que ayer”. El único de los artistas internacionales que ofrendó unas palabras a la moneda norteamericana es el rapero Chucky 73, de 23 años, oriundo de República Dominicana. En la sesión 43 lanza: “Yo estoy atrás del dólar”. Entre las dos plataformas, es decir, Spotify y YouTube, la sesión ha obtenido 103 millones de reproducciones.
Estas sesiones de Bizarrap contabilizan un total de 1055 millones de reproducciones y triplican las visualizaciones recibidas por la entrevista (publicada en X, ex Twitter) que el periodista norteamericano Tucker Carlson realizó a Javier Milei, tras su triunfo en las Paso. Estos guarismos superan también cualquier campaña a favor de la dolarización impulsada mediante trolls, granjas de bots y cuentas creadas para posicionar contenidos ideológicos mediante inteligencia artificial; operaciones cuya ejecución fue reconocida por Fernando Cerimedo, consultor político digital y dueño de la Derecha Diario, a los periodistas Alconada Mon de la La Nación y Mariel Fritz Patrick de Infobae. .
Pero, más allá de las sesiones del renombrado beatmaker argentino, la fiebre del dólar sube de temperatura avanzando al igual que una peste por el repertorio de muchísimos exponentes de la escena urbana argentina, en una suerte de verdadero mantra verde que se instala subliminalmente a ritmo de RKT, rap y trap en las plataformas musicales y de contenidos digitales, en las videorreacciones a videoclips de los artistas más pegados, en fiestas clandestinas, discotecas, shows multitudinarios, almacenes, supermercados chinos, casas de comida rápida y hasta los trencitos de la alegría que se desplazan de noche por Palermo.
Genealogía arbitraria del dólar trap
Callejero Fino, cantante de RKT de 28 años, explicó, en una entrevista realizada por el periodista Diego Iglesias para Infobae, las diferencias entre los géneros más importantes dentro de la música urbana actual. Desde un enfoque puramente letrístico dijo lo siguiente: “El trap quizás es ´yo tengo, yo quiero, yo puedo´, el rap es como ´yo vivo, yo creo, yo pienso´, y el RKT es ´yo bailo, yo jodo, me descontrolo´”. Las categorías, desde luego, jamás son compartimentos estancos, sino rótulos para organizar el análisis. Por lo tanto, nos interesa el trap como “un querer tener” que también se manifiesta en los otros géneros de la música urbana argentina. El título de la canción “Dólar trap” del rapero argentino Midel, de 26 años, lo define con crudeza y podría indicar su posible relación con algunos aspectos de la fiebre libertaria del dólar. Las siguientes barras, entre otras, que podemos encontrar en la canción, publicada en agosto del 2018, expresan, en spanglish, esta fiebre verde: “Dólar dólar trap trap / dólar dólar drugs”. El mismo trapero, en la canción “Efectivo”, publicada en febrero del 2022, explica su relación con el dinero: “Cuido como Wall Street mi efectivo”. El trapero, que cuenta con 236 mil seguidores en Instagram y 171 mil suscriptores en YouTube, ¿conocerá lo que afirmó el escritor, historiador y economista británico Antony Sutton acerca del rol sustancial que los industriales alemanes y los financistas de Wall Street tuvieron, por ejemplo, en el ascenso de Hitler al poder?
Una de las referencias más antiguas sobre esta fiebre del dólar es de diciembre del 2017. El título lo dice todo: “En busca de verdes”. Su autor es Frijo, rapero argentino de 26 años, aunque cuenta para la ocasión con la participación de los venezolanos Big Soto y Trainer, además del argentino Paulo Londra. En la canción podemos encontrar esta reveladora muestra de sumisión a la globalización socialdemócrata y neoliberal: “Estamos juntando los verdes / gira de lunes a viernes / aviones, canciones y haters/ Mc Donald´s y la droga siempre”.
De ese mismo año es otro de los capítulos del dólartrap, es decir, de esta fiebre verde que aqueja a los artistas y a la audiencia de la música urbana argentina. En la canción “Lola”, el trapero argentino Duki se lamenta desconsolado: “Estaba pa´ los verdes / buscando la weed y el dólar / y ahora ando perdido por culpa de esa tal”. Nótese cómo las expresiones “weed” (marihuana) y “dólar” se tornan sinónimos gracias al uso ambiguo del término “verde”, empleo metafórico extendido dentro de esta escena y que, en el contexto de crisis cultural y política argentina, opera alquimias conductuales dignas de ingeniería social. El logotipo del sello discográfico de rap y trap K.M.D. Label, constituido en 2017 por los raperos y traperos argentinos Negro Santo, Neo Pistea, Coqeéin Montana y Mike Southside, es un ejemplo gráfico de esta sinonimia: un pote de pollo frito de KFC cuyas tres siglas han sido reemplazadas por las del sello, y dentro del cual vemos una sustancia verde donde flotan hojas de cannabis y dólares.
Esta “actitud trap”, o fiebre verde, tiene su origen en el deterioro económico que viene sufriendo nuestro país desde hace casi una década. El trapero argentino ACRU, de 26 años, denuncia en el tema “Trono”, publicado hace tres meses, la situación del artista urbano en nuestro país: “Cuestión de días se te cae el millón / Argentina bitch devaluación / la única forma de hacer carrera dentro de esta selva/ es rapear mejor”. Zaramay, con resignación, explica en “Freestyle session 14, los intocables”, publicada en agosto de 2021, por qué ha decidido irse del país: “No me fui de mi país, menos por sentir presión, pasa que el billete está sufriendo fuerte depresión/ el dólar es más que el peso, hacerme rico es la misión”.
El dólartrap se apodera incluso de raperos que aspiran a insertarse como exponentes de una tradición de denuncia y protesta antisistema. Éste es el caso de Trueno, quien ha realizado participaciones con Cypres Hill y Víctor Heredia. El rapero de 21 años, oriundo de La Boca, y que tiene 7.3 millones de seguidores en Instagram, tira las siguientes barras en “Rain”, canción publicada en mayo del 2018 y que expresa el ingenuo existencialismo de un adolescente “angustiado” ante la fama sorpresiva: “Sigo soñando con verdes / pa´ mí no existe la suerte / sólo me queda una bala / y quiero ser millonario antes de la muerte”, parafraseando al Eminem de “Loose Yourself”.
El dólartrap, reflejo de la precipitación ruinosa de la Patria, sigue su curso alimentado por diversos afluentes colonialistas como las sustancias psicoactivas (para activar la ley de atracción metafísica del dinero), las benzodiacepinas mezcladas con alcohol (es decir, las jarritas con clona), las series de Netflix, el pollo frito, las gaseosas, papas fritas y hamburguesas de las grandes cadenas de comida rápida norteamericanas, la indumentaria y las metáforas del béisbol y el basket.
En noviembre del 2019, Khea, trapero de 23 años, nacido en Virreyes, provincia de Buenos Aires, publica la canción “Ánimo” con participaciones de Duki y Midel (feats, en la neojerga de pura raigambre yanqui que ya adoptaron rockeros y folkloristas modernos por temor a desaparecer de una industria cultural que nos va extranjerizando). Allí podemos escuchar esta metáfora, digna de la serpiente monetaria surfista imaginada por la mentalidad anarcoglobalista francesa de Gilles Deleuze: “Tengo el dinero en la ola / estamos surfeando el dólar”. El mismo trapero, a quien siguen 5.2 millones de pibes y pibas en Instagram, varios meses antes, publicó la canción “Sola” donde hallamos estas barras: “A ella le gusta gastar pero él no tiene mucho verde / y yo me la llevo a Armani y gastamos en Gucci o Fendi”. En la canción “Esta noche” –publicada en 2018- de los traperos argentinos Franky Style, Isoldi, Big Deiv y Monkid, apreciamos la misma idea: “Ella no te quiere / sólo quiere los billetes de cien / pa´ comprarse Channel”.
En la canción “Sigo fresh” cuyos autores son Duki y el rapero ecuatoguineano, Fuego, publicada en abril del 2019, oímos: “eso no importa porque yo sigo haciendo dinero, dinero, dinero, dinero / son novecientos caballo´ de fuerza cuando yo ni freno / carro italiano aunque me paguen en americano”.
Todas las canciones mencionadas suman, entre YouTube y Spotify, alrededor de 423 millones de reproducciones, y es apenas un recorrido superficial que se remonta a finales de la década pasada.
Las pibas deconstruidas quieren dólar trap
Además de los raperos antisistema, también las pibas del trap quieren billetes verdes. Hecho que contrasta con las torres de naipes ideológicas que sustentan a la izquierda trotkista y a amplios sectores de un progresismo descocado, desconectado de la realidad, incapaz de quitarse la venda de los ojos (por no mencionar la parábola cristiana de la viga). Al respecto podemos aportar un dato curioso que servirá para efectuar contrastes divertidos: para las PASO del 2021, con vistas a la renovación de las bancas de diputados y senadores nacionales, el Nuevo Mas, encabezado por Manuela Castañeira, optó, para spot de campaña, por un tema de música urbana cuyo título era, en lenguaje inclusivo, “anticapitalismo pa´ les pibes”. En el videoclip vemos a las autoras, Mili y Ailu, cantando y bailando con pañuelos verdes, anteojos de sol y outfit urbano. Las acompaña una bailarina morocha, con un poquito de sobrepeso, en consonancia con los nuevos cánones antihegemónicos de belleza que, por cierto, ya venían siendo impulsados, “revolucionariamente”, por grandes marcas internacionales como Gucci, Chanel o Christian Dior bajo el concepto de “Body Positive”. Las dos rapean y bailan en lo que parece una de esas callejuelas pintorescas de San Telmo y que atraen tanto a los turistas como al esnobismo intelectual y artístico porteño. En una de sus barras afirman, con firme convicción: “Junto a los trabajadores / con la marea verde / y corriendo a los patrones. / Anticapitalismo / Mañuela Castañeira y que se jodan los más ricos”. Todo sin lenguaje inclusivo porque, de lo contrario, sería ininteligible.
Pero este “reguetón”, producto de un profundo desconocimiento de las actuales condiciones subjetivas de producción musical, sólo existe en las muchachas que asisten a los campamentos anticapitalistas. Para desconcierto de estas muchachas sobreideologizadas, infaltables peones de las mareas verdes, en la canción “Penas y problemas”, Cazzu, la Jefa, una de las principales referentes del trap, y que ha participado de las Marchas del Orgullo, canta lo siguiente: “Mira cómo lo mueve, mi bebé es stripper/ meneando su cuerpo, una profesional, nunca le va mal / se lleva 15 k de dólares semanal”. Luego recomienda a esta belleza hegemónica tipo Onlyfans: “Los billetes cayendo de tu cuerpo / no vayas a parar/ dale, ponte a bailar / carita de diabla / bonita de más”. En la versión en vivo, la artista jujeña le pone cuerpo a la stripper que protagoniza la canción. Cazzu, quien cuenta en Instagram con 12.9 millones de seguidores, interactúa con una stripper caucásica de cuerpo escultural que se contonea de manera sensual y acrobática dentro de una jaula mientras las muchachas del público, ni hegemónicas, ni rubias, y mucho más cerca de la “chica curvy” de las agencias de marketing, corean la letra. En “Fulete”, canción del 2022, Cazzu proclama en estilo progre-libertario o neoliberal progresista: “Las nenas ya se cansaron del romantiqueo / quieren dólar, estar solas en su joseo”. El tema tiene dos versiones, una de las cuales cuenta con las participaciones de Brray, Luar la L y Ankhal. Sin embargo en la canción “Tengo 30”, publicada en septiembre del 2019 en la página oficial de Khea, la trapera jujeña, que participa como invitada junto a Duki, Neo Pistea, y el dominicano Tali Goya, se destaca con las siguientes barras, casi exigiendo para las pibas, en un gran acto de “empoderamiento antisistema”, el mismo dólartrap que el sistema heteropatriarcal aparentemente no les estaría negando a los pibes (lo cual es insólito en las actuales condiciones económicas del país): “El signo e´ dólar siempre fue mi meta” y “Tengo 30 mil verdes / ya lo comprobé / si no jugás, no perdés”.
Cazzu no es la única, ni tampoco Emilia Mernes, como hemos visto en la introducción a este artículo. Emilia Mernes, de hecho, en el tema “La Chain”, publicado en agosto del 2022, canta lo siguiente: “Fui pa´l mal y me gasté cinco mil / lo que tengo puesto vale tres mil / les molesta que yo sea la queen”. Si no está claro que habla de dólares, basta con ver el videoclip.
“Me va bien hasta cuando estoy mal / Free Dolly”, son las barras de un tema de Taichu, una de las referentes del colectivo artístico de la Rip Gang. En una entrevista realizada por el streamer Boffe GP, la artista reconoció que la expresión “Free dolly” significa “liberen el dólar”. Allí mismo detalló que eligió esas palabras porque mientras escribía la letra una persona le pidió que dijera “algo ganchero”. De qué manera podemos entender este “algo ganchero” con la elección de las palabras “Free dolly”, que para ella significan “liberen al dólar”, queda a criterio de psicólogos y sociólogos con un enfoque político anticolonial.
Volviendo al tema de las pibas y la dolarización, La Joaqui, rapera y actriz argentina, en la canción “Tarjeta Gold”, tira las siguientes barras, casi como lo haría la stripper imaginaria de Cazzu en “Penas y problemas”: “Perra vale mucho mi saliva / pero cotiza en dólar si es que la querés arriba”. La Joaqui, en numerosas entrevistas, ha reconocido que en las canciones asume un personaje de “femme fatale” arrabalera. Es la misma catarsis de los wachines que, sin haber experimentado el mundo de la marginalidad, utilizan, para exteriorizar su desconcierto de adolescentes de clase media baja empobrecida, barras mafia al estilo del malianteo; género que, dentro de la música urbana, retrata la delincuencia ensalzando las figuras del sicario o del capo narco mientras idealiza al hampa como un club selecto al que sólo pertenecen los más osados y talentosos “de la lleca”, aquellos que se animan a “josear” o, mejor dicho, a “rebuscársela”, en los oficios más peligrosos de la criminalidad. Estas metáforas obedecen, en principio, más a las exigencias del flow que a las necesidades de un contenido estrictamente organizado; no obstante el dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht, a principios del siglo XX, sospechaba de estos excesos catárticos, sobre todo porque, desde la perspectiva marxista, conducen a una identificación emocional con intereses sociales opuestos a los del espectador u oyente. No obstante, quien mejor expresó esta idea, y en el vocabulario del genio criollo de nuestras tierras, fue el recientemente fallecido poeta y padre del metal argentino, fustigador de la antipatria, Ricardo Iorio, cuando afirmaba, en clave justicialista: “Hay personas que dicen, yo canto con el corazón (…), pero hay que cantar lo que el corazón debe, pibe”.
Todas estas canciones tienen en total 166 millones de reproducciones, sumando Youtube y Spotify.