¿Quién fue Remus Tetu?
Por Diego Kenis
Los estudiantes de sus últimos años, que lo padecieron a mediados de los ’80 en la Universidad Nacional del Sur (UNS) y al filo de la jubilación que consiguió, lo recuerdan como un sesentón atlético y ególatra, que gustaba tanto de sus alumnas como de evocar capítulos de sus viajes por el mundo.
Nadie ignoraba por entonces los pergaminos de Remus Tetu como jefe y proveedor de los matones de la versión de la Alianza Anticomunista Argentina, AAA o “Triple A” en la Bahía Blanca de una década antes, desde su cargo de rector interventor. Su figura, junto a la del diputado nacional Rodolfo Ponce, es central para comprender por qué la patota bahiense hoy detenida y procesada no era una simple banda de delincuentes comunes sino un aparato organizado con recursos y cobertura estatal. Un cable del 18 de septiembre de 1976 de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCla) que dirigía Rodolfo Walsh ya ubicaba sus recientes intervenciones en las Universidades Nacionales del Sur y del Comahue dentro del grupo de “las más tristemente célebres” por “su nivel de violencia y macartismo” y subrayaba su “neto corte fascista”.
Sus últimos dos cursos como profesor, los de Sociología de 1983 y 1984, los vivió parcialmente. En el primero, tomó de apuro los exámenes para abordar el avión que lo llevaba al disfrute de una plácida beca. Durante el segundo, estuvo suspendido un mes mientras se le sustanciaba un sumario que el viento se llevó. La recién refundada Federación Universitaria del Sur (FUS) reclamaba su expulsión inmediata pero la indefinición del rector normalizador de entonces, el radical Pedro González Prieto, permitió que amparos judiciales beneficiaran al acusado.
Por esos meses, y ante la impunidad que evidenciaba, un grupo de la FUS fue a escracharlo a una clase pero él logró que se retiren tras una fuerte discusión y quedó rumiando su inocencia de oficialista eterno, "peronista en el peronismo, radical con los radicales y, de haber nacido en Suecia, seguro socialdemócrata". Era difícil repreguntarle. Todos sabían que andaba armado por lo menos desde el año anterior, cuando en medio de una clase se acercó a asistir a una alumna y el arma cayó al suelo provocando un estruendoso silencio entre los pupitres.
Los años mozos
Remus Tetu (Remus Dionisio, en algunos documentos) había nacido en la lejana capital rumana de Bucarest, en febrero de 1920. Su apellido materno era apenas famoso (y temido) en Rumania: Antonescu eran los primos Ion y Mihai, dos dictadores militares de la agrupación Guardia de Hierro que como primer ministro y vicepresidente, respectivamente, ostentaron el máximo poder político en el país en la primera mitad de la década de 1940, en estrecha alianza con el Tercer Reich.
Una serie de disputas internas, enmarcada en un contexto geopolítico de conflicto bélico mundial y prolegómenos de Guerra Fría, con el derrumbe nazi incluido, selló la suerte de ambos primos y facilitó el acceso al poder del general Nicolae Radescu, que pertenecía a una escisión de Guardia de Hierro y conservaba su perfil de extrema derecha.
Durante el año inmediatamente anterior, 1944, Tetu decía haberse desempeñado como director de Gabinete del ministro “de la Producción de Guerra” Constantin Brătianu, a quien otras fuentes califican como “ministro sin cartera”, que apoyó a los Antonescu en su inicial alianza con el nazismo de la “Operación Barbarroja” contra la Unión Soviética y luego asumió rango ministerial durante los gobiernos interinos del militar Constantin Sănătescu, que ante el desplome del Tercer Reich buscó una alianza con los Aliados y siempre contra el comunismo.
Finalmente, en 1945 se produjo la caída final de Radescu y el quiebre de esa línea de sucesión política por la toma del poder por parte del Partido Comunista Rumano. Ese mismo año era creada la organización anticomunista “T”, a la que el futuro interventor de la UNS definió como “organización subterránea de rezistencia” (sic) y de la que fue “fundador y jefe” hasta su encarcelamiento, según consignó en su primer Currículum Vitae argentino. Tras escapar de la cárcel y de Rumania volvería a encontrarse con Radescu para oficiar como su secretario personal, entre 1947 y 1948.
Siempre de acuerdo a su versión, su captura y una condena a siete años de prisión le impidieron finalizar estudios de doctorado en Derecho y Filosofía y Letras que había “prácticamente terminado” y que antes y después daría por ya concluidos, sin que autoridad alguna del Ministerio de Educación argentino acreditase la inaugural declaración jurada que presentó por duplicado ante el Instituto Tecnológico del Sur de Bahía Blanca (ITS), que luego se transformaría en la UNS.
Crónica de una fuga
De la prisión escapó “de modo secreto y con lo que llevaba puesto”, según relató para justificar la falta de comprobantes a la mayoría de los “trabajos realisados” (sic) y los méritos académicos que consignó en su recuento de presentación, extenso y cargado de errores de ortografía que mantuvo toda su vida a pesar del dominio del español que tempranamente él mismo se atribuyó.
Su relato de fuga coincide con el de su amigo Víctor Isac, que a comienzos de este siglo narró a una revista rumana que “estaba previsto que en la entrada de la Corte nos esperara un coche. (Tetu) se quedó en el país, creo que dos o tres meses, escondido en algún lugar y, luego tomó por izquierda un avión y se las arregló para llegar a Argentina”. En nuestro país, concluye su antiguo correligionario, “ganó una muy buena situación como profesor” y llegó incluso a “rector de universidades. Era inteligente, no se puede decir nada”.
El salvoconducto para llegar a América y radicarse en forma permanente le fue proporcionado a Tetu por el Consulado brasileño en París, según testimonia el documento que AGENCIA PACO URONDO publica hoy en exclusiva e incluyendo la fotografía del prófugo rumano a sus casi 29 años. Junto a la de su madurez, que este dossier también comparte, son las primeras imágenes que se conocen de Tetu en años, como prueba de su eficiencia en la tarea de eliminar todo registro de su rostro.
La cartilla del Consulado brasileño, fechada el 7 de febrero de 1949 y confeccionada para ser entregada a Inmigración en el puerto de destino, arroja aún más dudas sobre los pergaminos académicos que Tetu nunca acabó de demostrar ya que lo define como mecánico, sin mencionar su aludida formación en ciencias humanas ni estudio universitario alguno. Es ciertamente posible que un prófugo en busca de salvoconducto mienta su nombre, rostro, edad o lugar de nacimiento pero lo que resulta difícil de admitir es que habiendo sido fiel a todo ello sólo oculte su profesión.
Siete años después de cruzar el Atlántico, al consignar sus méritos a la recientemente creada UNS, Tetu enumeró en cambio hasta sus menores trabajos y artículos rumanos pero no probó ninguno y debió hacer una llamada al cierre del documento para enmendar un olvido algo menor: nada menos que el título, el tema y la extensión de la que, decía, fue su tesis de grado.
La generosidad empieza por casa
El caso de Tetu es arquetípico no sólo por sus antecedentes internacionales, sino también por la carrera académica que logró hacer en base a la buena fe de las administraciones de distintos partidos y sectores, que en dictadura y en democracia le prorrogaron contratos, abrieron cátedras y otorgaron becas.
En treinta y cinco años de carrera, el mecánico Tetu jamás ganó un concurso y tampoco fue cesanteado por la dictadura que en 1955 derrocó a Juan D. Perón, como él pretendió interpretar para retratarse perseguido. Simplemente, el ITS no le renovó el contrato, como sí hicieron todas las gestiones de la UNS y las administraciones nacionales que se sucedieron entre 1968 y 1987.
La única excepción fue el Ministerio ejercido por Jorge Taiana padre, que dio por terminadas las funciones de Tetu como docente de la UNS el 1 de octubre de 1973, con Perón a punto de desembarcar en su tercera presidencia.
Poco menos de un año y medio más tarde, con el líder justicialista muerto y Taiana fuera de la cartera educativa y cercado por la Triple A, Tetu volvió a la UNS de la mano de la “misión Ivanissevich” y con ánimo de revancha total: invocando la Ley de Amnistía determinó su propia reincorporación al plantel docente y se hizo pagar un año de haberes caídos e intereses retroactivos, pese a que la normativa aludida suponía la renuncia a ello. No conforme aún, se creó una cátedra a su medida y se otorgó permiso para atender a los alumnos del Instituto Universitario de Trelew, que dependía de la UNS. Admirable carrera para quien nunca había probado debidamente título ni trabajo académico alguno.
De mecánico a multidoctor
La excusa de Tetu para la falta de documentación de respaldo a los méritos académicos que enunciaba siempre fue la misma: el raudo escape de aquella “condena política” en su país de origen y la consecuente expulsión de todas las casas de estudio rumanas.
Treinta años después, apelaría a similares calificativos para “extirpar como a un infecto morbo” a un grupo de estudiantes que en 1975 concretaron un juicio simbólico en su contra, en una asamblea que desbarataron en conjunto los servicios de inteligencia, la Policía Federal y los matones de la Triple A que él mismo comandaba. En 1984 volvería a tildar de “político” a un proceso, esta vez institucional, que parecía abrirse en su contra por autoritarismo y malversación de fondos. La UNS le recordó entonces que contaba con las garantías del derecho a defensa y el recurso ante la Justicia Federal, que de hecho le permitió retirarse sin expulsión y vivir de su jubilación hasta su muerte en 2003, en su natal Bucarest.
Excepto en lo referido al casillero de la profesión, que varía de mecánico a multidoctor, los datos filiatorios ofrecidos en 1949 al servicio diplomático brasileño para el acceso al puerto de destino coinciden con los que Tetu volcó en otros documentos que completó ya en nuestro país. También las formas de su firma, inalterables a lo largo de los años. El trazo lo acompañó desde los lejanos documentos secretos de la organización T a su cruce por el Atlántico, las resoluciones de rector interventor con que creó en la UNS a la patota local de la Triple A, bajo el pretexto de funciones “de seguridad y vigilancia”, o los exámenes que tomó hasta su jubilación a estudiantes a los que les hablaba, emotivo pero armado, del París de sus treinta años.