Victoria Villarruel, Malvinas y la Patria no se venden
La Argentina de Milei se parece al ‘reino del revés’ de María Elena Walsh o, más bien, al ‘mundo patas para arriba’ de Galeano, con ‘el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies’. Es el país de los eufemismos en donde ‘a lo blanco se le dice negro y al revés’.
El lunático presidente profiere su grito de guerra ‘viva la libertad, carajo’ en cada discurso e inmediatamente después festeja la despiadada represión a la libertad de protesta y felicita a su ministra de Seguridad, la ´terrorista pone bombas en Jardines de Infantes’ Patricia Bullrich. El ministro de Economía Luis ‘Toto’ Caputo, a su vez, proclama el inicio de la recuperación económica mientras todos los datos de la actividad productiva revelan un derrumbe económico y un aumento de la pobreza a una velocidad y profundidad jamás vista. La máxima autoridad del Estado, el mismísimo presidente, dice sin sonrojarse que su objetivo es destruir el Estado. Todo parece el guión de una comedia italiana de los ‘60 en la Argentina actual. Ciertamente, el espectáculo movería a risa si no comprometiera dramáticamente las condiciones de vida de millones de compatriotas que sufren los estragos del programa liberticida.
En esa misma línea ‘fellinesca’ hace algunos días la segunda de Milei, la señora Victoria Villarruel, organizó un ‘patriotísmo’ acto rememorando la gesta de Malvinas en su fortaleza del Senado de la Nación, organizado por su lugarteniente Nicolás Kasanzew. Pocas horas antes del evento la vicepresidenta, en ese mismo lugar, había definido con su voto la aprobación de la Ley Bases, que consagra el Estatuto Legal del Coloniaje del SXXI, como alguien la calificó parafraseando a Arturo Jauretche. Dijo la amiga de Videla en su indebido discurso al expresar su voto ‘…por esos argentinos que sufren, que esperan… y pensando siempre en todo por Argentina, mi voto es afirmativo’. Una gran representación teatral para aprobar una Ley escrita en los bufetes de las grandes corporaciones nacionales e internacionales que contiene, además de la virtual destrucción del derecho laboral y privatizaciones a granel, el articulado de promoción de inversiones conocido como RIGI, un esquema de escandalosa entrega de nuestros recursos naturales, nunca vista en la historia argentina, que avanza en la transformación del país en una economía de enclave en beneficio de las grandes empresas extranjeras, fundamentalmente norteamericanas y europeas. Como era de esperar, tanto el FMI, la embajada yanqui y británica, así como el conjunto de las organizaciones representativas del gran capital transnacionalizado, celebraron el voto positivo de la ‘malvinera’ Villarruel.
En el acto al que aludimos, luego de la habitual entrega de los remanidos diplomas de circunstancia, y frente a una audiencia casi completamente integrada por ex oficiales procesistas de avanzada edad - ‘base social’ del villarruelismo - uno de ellos, el Comodoro (RE) Pablo Carballo, pronunció un encendido discurso, desbordante de elogios a la vicepresidenta, en el que lanzó frases como esta: ‘somos un pueblo occidental y cristiano, y debemos estar siempre en donde debemos estar, en el mundo occidental y cristiano’ para, a continuación, denunciar acertadamente la larga tradición de saqueo y usurpación global de Gran Bretaña, uno de los pilares de ese mundo al que dice que pertenecemos. ¿En qué quedamos? ¿Somos ‘occidentales y cristianos’, expresión geopolítica que cualquiera que conozca una pizca de historia reciente relaciona con el sambenito que adornaban todos los discursos de las dictaduras oligárquicas para expresar su alineamiento con los gendarmes del Norte (EE.UU y Gran Bretaña principalmente) o, por el contrario, somos orgullosos y valerosos combatientes contra la opresión colonial británica en el Atlántico Sur?, es decir, ¿somos patriotas malvineros o votamos la Ley Bases y el RIGI para consagrar el saqueo neocolonial de nuestras riquezas, incluidas las tierras y los mares australes?. O una cosa u otra, imposible ambas.
El sistema de dominación ideológica que se impuso en la Argentina semicolonial durante casi un siglo y medio ha logrado confundir la conciencia tanto de civiles como de militares. Las palabras parecen haber perdido su significado. La retórica vacía de la ‘libertad’ convive con la más feroz represión al derecho a la protesta; el llamado ‘progreso económico’ marcha a la par de la pulverización del salario y las jubilaciones; la denuncia de la usurpación colonial de nuestras islas Malvinas coexiste con la humillante subordinación al mundo ‘occidental y cristiano’ cuyos baluartes son, justamente, las potencias ocupantes de ese territorio. Pero como lo que verdaderamente importa tanto en la vida personal como en la historia de las naciones no son las palabras sino los hechos, el discurso malvinero del villarruelismo se convierte en pura superchería cuando sirve para embellecer, consciente o inconscientemente, una política de sometimiento a los opresores coloniales. Tal es el caso de la señora Villarruel a quien la historia colocó en la disyuntiva de optar en el Senado por la soberanía o por la entrega, por la Patria o por la Colonia. Con su voto contradijo de punta a punta el legado de Malvinas, lo que constituye un imperdonable agravio a la memoria de quienes dieron su vida por esa digna causa.
*Fernando Cangiano es excombatiente de Malvinas