El tercer peronismo, los debates militantes de los setenta y su importancia actual
Por Santiago Asorey
En las últimas semanas publicamos en AGENCIA PACO URONDO una serie de debates relativos a la militancia peronista de la década del setenta. Estas discusiones internas de la familia militante han sido sostenidos en primera persona por compañeros valiosos desde distintas parte del movimiento. Por el carácter pasional y cercano a estas discusiones en los cuales compañeras y compañeros se jugaron la vida, muchas veces estos intercambios caen naturalmente en chicanas. El problema es que las mismas parecen profundizar diferencias en las líneas políticas y enredar las discusiones en debates atravesados por la subjetividad de los y las protagonistas de la historia. Por eso, es necesario trascender los debates personales. Este planteo es indistinto a la posibilidad de que efectivamente Perón y Montoneros hayan tenido posicionamientos políticos que respondiesen a agendas programáticas distintas. Una mayor comprensión del planteo de Liberación del tercer gobierno de Perón hubiese podido matizar dichas diferencias, aunque hayan sido estructurales. Tomando un poco de distancia de aquella discusión, como militantes provenientes de otra generación, nuestro rol es intentar buscar síntesis que busquen saldar los desencuentros históricos de nuestro movimiento nacional y popular.
En este sentido, la discusión de fondo de los 70 no sirve como mera discusión historiográfica sino que es una discusión vital sobre las identidades militantes dentro del movimiento en la actualidad. Por eso es celebrable el énfasis que realiza Aldo Duzdevich en el libro de JP Lealtad, los Montoneros que se quedaron con Perón en el cual valoriza aquel espacio pequeño dentro de la tendencia que comprendió más cabalmente aquel momento histórico complejo que enfrentaba Perón y apuesta por su conducción, rompiendo con la conducción de la orga.
¿Por qué este debate es importante hoy? Porque la lectura correcta de aquellos acontecimientos permite restituir la reconciliación de Perón con la organización más importante del ala izquierda del movimiento, reintegrando la relación de Perón con los Montoneros que decidieron respaldar su línea política. Dicho esto, es también celebrable algunas de la definiciones otorgadas por el coordinador del Observatorio de la Riqueza “Padre Arrupe, quien también fue militante montonero, Guillermo Robledo, en una entrevista posterior realizada también en este portal por el compañero Rodrigo Lugones, en el cual señala que “no hubo ruptura con Perón” y niega que la organización haya sido la responsable de la muerte de Rucci. Sin querer entrar en la polémica específica de los hechos, lo valioso de la postura de Robledo es que expone dos hechos que hubiesen significado o significaron un error político. A su manera, podría leerse como una autocrítica.
La pelea con Perón y la restitución de la herencia
Si lo que prima es la ruptura de Perón y la organización fundamental de la tendencia, se perpetúa simbólicamente un desencuentro entre la figura del líder y la fracción revolucionaria. Ese desencuentro final entre Perón y la orga mas importante de la izquierda peronista tiene un peso simbólico que divorcia a la perspectiva revolucionaria de su líder. En vez de incluirla dentro de un movimiento, en el cual cada identidad tiene un lugar que giraba según las necesidades históricas del movimiento. Como señalamos anteriormente las diferencias programáticas podrían haberse flexibilizado con una caracterización precisa del perfil del tercer Gobierno de Perón. Ninguno de estos planteos deberían derivar en discursos que nieguen los aportes realizados por distintos actores del movimiento. Ese no ese el espíritu, Montoneros ocupó un eslabón de lucha a partir del año 1970, como ocupó otro eslabón el movimiento obrero organizado. Al igual que lo hizo el MRP (Movimiento Revolucionario Peronista) y los Uturuncos, en otras épocas.
La potencia del peronismo se construyó en la amplitud de la resistencia que evocó en amplios sectores del Pueblo argentino. Fue su carácter movimientista lo que terminó derrotando la proscripción. No se trata de un mero elemento formal sino de un elemento central y constitutivo de la fuerza del peronismo en la representatividad del Pueblo argentino. La disputa por hegemonizar la herencia de Perón es nociva porque niega el aspecto fundamentalmente amplio de los distintos actores de la constelación del movimiento. Una lección valiosa para la actual convivencia, debates y tensiones que pululan en el movimiento en nuestros días.
Por eso es necesario señalar el carácter avanzado del cuerpo programático de Perón y sus fundamentos teóricos de la Comunidad Organizada. El programa de Perón del 73, en la perspectiva actual, no puede ser leído de otra manera sino como un programa revolucionario, del cual estamos muy lejos en la actualidad. Pero al cual debemos aspirar como un horizonte ideológico. Como destaca el compañero historiador Horacio Bustingorry, el tercer peronismo de 1973 no fue un proyecto “conciliador” con las clases dominantes como muchas veces se interpreta sino un proyecto de liberación nacional. Perón impulsó “un programa de transformación social en beneficio de los sectores populares”, entre las medidas legislativas que se destacan se encuentran; el impulso del rol interventor del Estado en los mercados agropecuarios instrumentados en las leyes 20.535/73 y 20.573/73, un proyecto industrializador y políticas de control de importaciones referenciadas en la Ley 20.545/73 de protección al trabajo y la producción nacional, también la Ley 20.557/73 de control de las Inversiones extranjeras. Habría que incluir además la Ley 20.520/73 de nacionalización de los depósitos bancarios, la reforma impositiva expresada en la Ley 20.629/73 que gravaba el capital y la riqueza y permitía una real distribución de la riqueza. En materia de derechos laborales es destacable la ley 20.744/74 que consolidaba altos niveles de protección para trabajadores y trabajadoras , cuyo principal mentor Norberto Centeno fue desaparecido en julio de 1977 en Mar del Plata en lo que fue conocida como la “Noche de las Corbatas”.
Esta comprensión sobre el perfil del tercer Perón redefine el horizonte que apuntala aquella experiencia histórica y debería reconfigurar la políticas de identidades militantes hacia el interior del movimiento en nuestros días. Esto implica derribar antagonismos absurdos hacia el interior de nuestra fuerza. Dichas internas fueron el augurio de los resurgimientos de la derecha oligárquica. Lo fueron tras la muerte de Perón, y lo fueron en la derrota electoral del 2015. En tiempos más recientes, la unidad también fue aprendida a costa del resurgimiento neoliberal en el país. No hace más falta que ver el camino recorrido por la conducción de Cristina Fernández de Kirchner luego de la derrota de las elecciones legislativas del 2017 de recomposición con distintos sectores del movimiento obrero organizado y sectores peronistas que se habían alejado.
El sentido de este debate no puede redundar en señalamientos y recriminaciones que construyan nuevas divisiones. Montoneros fue un actor clave, en una parte de la historia de la lucha del regreso de Perón. Los compañeros y las compañeras se jugaron la vida para lograr su regreso. Miles de sus cuadros fueron desaparecidos y asesinados por la dictadura militar. Esto no impide señalar que aquellas internas, entre otros factores, terminaron por producir el fracaso del Gobierno del tercer Perón. Aquellos errores políticos posteriores al 73 no invalidan lo anterior. Esa derrota del campo popular sentó las bases de las condiciones regresivas que el neoliberalismo construyó para la sociedad argentina a través de una dictadura genocida. Nuestra actual democracia fue fundada sobre dicha derrota del campo popular. En la práctica estas discusiones parecen estar saldadas en el carácter movimientista y amplio del Frente de Todos. Sin embargo, hacia el interior de las identidades militantes la discusión sigue abierta y el desencuentro latente.