El peronismo y la magia: la República de los Niños explicada a los adultos

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El peronismo y la magia: la República de los Niños explicada a los adultos

18 Agosto 2024

El peronismo y la magia: la República de los Niños explicada a los adultos

¿Quién no visitó, cuando fue niño, esa ciudad mágica hecha para liliputienses de 10 años que se levanta a unos 40 kilómetros de CABA, específicamente en los bosques de Gonnet? En estos días se estrenó un documental imprescindible sobre su historia: Disney, Perón y el revés del reino, la opera prima de Matías Repar.

Que Disney y Perón estén en el título se entiende rápidamente, pues hay una controversia histórica sobre si Disney plagió o extrajo algunas ideas fundamentales de la República de los Niños para la construcción de Disneylandia. La película no resuelve la incógnita, aunque expone diferentes voces que opinan a favor o en contra de este dilema. Más allá de si hubo o no una segunda visita de Disney a nuestro país en 1951, ésta secreta (ya había viajado oficialmente en 1941 con todo un equipo de dibujantes y editores), lo cierto es que el proyecto peronista era absolutamente estatal y gratuito, mientras que el otro fue un proyecto del capital privado concentrado. La película nos obliga a pensar en esta diferencia esencial.

La República… se construyó, dice un noticiero de la época, para educar en las instituciones de la democracia a las clases populares, que hasta ese momento se veían expulsadas de este tipo de lugares. En otro spot informativo de aquella época —es muy bueno el trabajo de archivo de la película— cuenta que toda la ropa que se comercializaba en esta especie de parque temático se compraba en la aristocrática casa Gath & Chaves, y que esto fue así por orden expresa de Eva Perón. Los niños pobres iban a tener el mismo derecho y las mismas posibilidades que los ricos para educarse y divertirse. En este revés del reino, lo que antes se apropiaba el capital, ahora iba a ser redistribuido por el Estado, que debía cuidar la soberanía nacional.

Por eso no resulta nada casual que se haya edificado donde se hizo, pues el “enemigo” histórico al que se enfrentaba el peronismo en ese momento y siempre es la oligarquía egoísta. La ciudad se construyó sobre hectáreas que pertenecían al frigorífico Swift, de capitales estadounidenses, que había hecho allí una cancha de golf para sus gerentes, que llegaban en un vagón de tren de uso exclusivo para ellos. Perón expropió esas tierras. El lugar destinado para el placer de los poderosos del reino de la carne se iba a convertir en el lugar para que los niños de las clases humildes pudieran divertirse y educarse. La tensión peronismo/antiperonismo vertebra buena parte de la obra.

Pero la película no se queda en esta reivindicación histórica del peronismo como un movimiento de masas obreras que merecen una vida digna y con derechos. La película también cuenta que la República de los Niños fue “tomada” o expropiada a la fuerza por la agrupación Montoneros en 1973, cuando ganó Cámpora. En una voz en off, con subtítulos en español, el famoso padre Mujica denuncia que los montoneros en realidad pertenecían a una clase media que quería jugar a ser pobre, pero que no era pobre ni era popular, y que con sus acciones perjudicaba en gran medida la felicidad de las capas sociales más postergadas.

Hasta hace muy poco tiempo, un enunciado como éste no se podía reproducir ni plantear, lo que da cuenta del desquicio en el que supimos vivir. Otra voz en off (de un historiador, esta vez) se pregunta si precisamente esta generación no actuó como lo hizo porque la República de los Niños, si bien no fue “bombardeada”, estuvo privatizada durante toda su infancia y adolescencia. Son las contradicciones tradicionales a las que la clase media se enfrenta y que va a tener que debatir sin censuras si no quiere verse deglutida por el torbellino “revolucionario” de la extrema derecha contemporánea.

Sobre el final del documental se afianza la idea de que la República de los Niños es como una metáfora o una metonimia de la otra república, la República Argentina. Acá ya no estamos en el revés de un reino, más bien estamos en una relación de reflejo entre una república y otra, en la que lo que se refleja son las derrotas cíclicas de las clases populares. Salvo que pensemos que el revés, en este caso especular, se produce porque lo que en un espacio, la realidad, es la izquierda, en su reflejo se ve como la derecha.

Charlamos con Matías sobre algunas de estas cuestiones. Responde con timidez, como si descubriera las respuestas a medida que va hablando, pero conoce muy bien el tema. Hace 15 años que este proyecto le viene interesando.

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Agencia Paco Urondo: ¿Cuál es la hipótesis de tu película con respecto a si Disney copió o no las ideas que el gobierno peronista había concretado en la República de los Niños?

Matías Repar: La película, lo que hace es ofrecer al espectador una serie de elementos para que saquen sus propias conclusiones respecto a la posible influencia de La República de los Niños en Disneyland. El primero, es el orden cronológico de los hechos. La República… comienza a construirse en 1949 y es inaugurada en 1951. El proyecto Disneyland, en California, comienza en 1952, es decir un año después, y es inaugurado en 1955, paradójicamente, cuando el gobierno de Perón llega a su fin. El otro aspecto, es una especie de paradoja, ya que la República se edifica sobre terrenos expropiados al Swift Golf Club, es decir que se trata de un espacio que hasta ese momento estaba reservado para los ejecutivos de los frigoríficos ingleses y americanos de la zona.

Elegir ese lugar para construir un parque recreativo y educativo para niños posee una fuerte carga simbólica, si consideramos quiénes eran los únicos privilegiados según las 20 verdades. La paradoja radica en que la reutilización de ese predio resultó ser un acierto en términos arquitectónicos y paisajísticos. Hasta ese momento, los parques de atracciones no tenían árboles, ni lagos, ni grandes áreas con césped. Además, plantear el recorrido siguiendo la lógica de un partido de golf, también resulta un acierto, facilitando la circulación del público, el recambio y evitando los amontonamientos. En definitiva, el arquitecto Lima quizás sin quererlo, logra el primer parque temático moderno.

La paradoja es que esa iniciativa de Mercante, que apuntaba a castigar al capital extranjero, más precisamente a Estados Unidos, termina por aportar una idea brillante para el proyecto que Walt Disney venía elaborando desde hacía un tiempo. Ahora, poder diseccionar qué porcentaje de la expansión del Imperio Disney se debe a ese hallazgo arquitectónico casi como efecto colateral, resulta prácticamente imposible. Sin embargo, la negativa de la corporación Disney a reconocer o debatir estos hechos, terminan por fortalecer el mito. 

APU: ¿Cuáles son los objetivos que se buscaban con la construcción de la República de los Niños?

M.R.: Es difícil comprender la República de los Niños sin detenernos en su antecedente más directo, que es La Ciudad Infantil, un proyecto de la Fundación Eva Perón destinado a los niños de bajos recursos, y la Ciudad Estudiantil Juan Domingo Perón. En el caso de la República, el objetivo era formar a los niños en los principios de una democracia republicana, ofreciendo la posibilidad de jugar en todos los ámbitos del Gobierno. Esto es, un poder ejecutivo, un poder legislativo, un poder judicial, un banco, una casa de la cultura y así. Lo que subyace en esa operación es la formación de los niños como sujetos políticos, como receptores y como futuros protagonistas de un proyecto político, en este caso el peronista.

“El punto en común entre Disney y el peronismo, sin dudas, es la magia”.

APU: ¿Había modelos mundiales de dónde el peronismo extrajo la idea? ¿Quién es su artífice?

M.R.: Sí. En relación a la escala de los edificios, hay un antecedente directo que, tal vez, el fundamentalismo peronista prefiere pasar por alto: Portugal Dos Pequenitos. Si uno ve las fotos de ese paseo en Lisboa, quedan pocas dudas que fue una inspiración, al menos en términos arquitectónicos. Ahora bien, la idea de un Estado en miniatura como tema principal, resulta una novedad, y ese es otro elemento que también podría haber influenciado en los primeros bocetos de Disney, cambiando esa democracia republicana por un reino, en ese caso mágico. 

APU: Antes de empezar con la entrevista me contaste una interpretación sobre la construcción del mito de Evita, ¿querés contarla ahora?

M.R.: Está directamente vinculado a la película La Pródiga, de 1945, donde empieza a tomar forma este concepto de hada buena, mezclando realidad y ficción. Este film de Mario Soffici, realizado en los estudios San Miguel de los hermanos Machinandiarena, es una sucesión de premoniciones de la futura Eva Perón. Julia Montes es una señora con pasado dudoso, el pueblo la ama, se ocupa especialmente de los niños pobres, tiene un romance que es resistido por la sociedad y muere joven. Se dice que Machinandiarena, tras un acuerdo con Perón, hace desaparecer la película y recién se estrena en 1984. La tesis es que Perón decidió utilizar esa narrativa cinematográfica como pieza clave en la construcción de su proyecto político. En otras palabras, decide hacer realidad esa ficción y construir el mito: Abanderada de los Humildes, Jefa Espiritual de la Nación, Hada Buena. Al igual que Evita, la heroína de La Pródiga muere en plena juventud, sacrificada entre su amor terrenal y el amor a su pueblo. Toda esta transferencia de recursos narrativos de una película a la realidad es una explicación lógica. De otro modo, entramos en una dimensión mágica que escapa a cualquier capacidad de análisis racional.

APU: Venís proyectándola en localidades cercanas a la Ciudad de los Niños (La Plata, Ensenada), ¿cuándo vas a estrenarla en CABA?

M.R.: La película está haciendo un recorrido muy peronista. Casi como un homenaje al 17 de octubre y a las movilizaciones de los empleados de la carne con Cipriano Reyes a la cabeza, aunque luego toma distancia del movimiento. Ya se proyectó en Ensenada, en La Plata y el 22 de agosto se presenta en el PJ de Berisso. Y así iremos avanzando hasta llegar a la Capital Federal.

APU: Está medio de moda esto de “recuperar la doctrina”, porque es lo que caracteriza y diferencia al movimiento peronista de otros partidos políticos. El movimiento, pareciera, es más grande y plural que el partido peronista. Veo que vos hacés algo de esto en la película, pero lo hacés desde mucho antes.

MR: Creo que hay varias dimensiones. Está el partido, el movimiento y la mitología. Y todos estos planos interactúan y se retroalimentan. Creo que la película plantea contrastes y puntos en común entre universos que se pueden pensar como antagónicos, opuestos o enfrentados. Pueden ser Walt Disney y Juan Domingo Perón, como pueden ser La República de los Niños y Disneylandia. A partir de esas líneas también se plantea un contrapunto entre el modelo agroexportador de corte colonial y el modelo industrialista de corte nacionalista, que comienza antes que el peronismo llegue al poder, pero que alcanza su clímax, por decirlo de algún modo, durante ese período.

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Ese proceso conecta directamente con ¿Cómo leer al Pato Donald?, el libro de Dorfman y Mattelart, que hoy como manual antimperialista cabe preguntarse si ya resulta obsoleto o deberíamos prestarle mas atención que nunca. Esa pregunta de algún modo también está implícita en la película. En ese libro los autores argumentan que las historietas de Disney refuerzan valores capitalistas y colonialistas, glorificando un estilo de vida consumista. En “Capitán Tormenta”, vemos a Donald y sus sobrinos transportando armas para hacer una revolución en un país que llaman “San Bananador”, un término despectivo para describir a los países latinoamericanos económicamente dependientes de la exportación de un solo recurso, políticamente inestables y subdesarrollados, necesitados de una intervención externa. En otras palabras, países como San Bananador no pueden manejar sus propios asuntos y, por lo tanto, son objetivos de explotación extranjera.

En el caso de la República de los Niños, insisto con la paradoja, que un proyecto cuyo valor simbólico era la lucha contra esos intereses, termina contribuyendo con ideas innovadoras a la expansión de ese imperio. Pero volviendo al equilibrio, la armonía o coexistencia de universos antagónicos, el punto en común entre Disney y el peronismo, sin dudas, es la magia. Walt Disney estrena Fantasía en 1940, donde Mickey es un aprendiz de brujo, donde las animaciones se funden con la música en un plano pictórico y sinfónico como nunca antes se vio. Y si bien hay una categoría de peronismo mágico, un espíritu que captura muy bien los cuadros de Daniel Santoro o la literatura de Juan Diego Incardona, lo que mencionaba previamente de La Pródiga también opera en ese campo.

Resulta llamativo, también, que el libro de Dorfman se publique en el 72. Un año después, en Chile, un sangriento golpe de estado termina con el gobierno de Salvador Allende. Casi en simultáneo, ocurre la toma de la República de los Niños por parte de Montoneros. Esto hoy puede leerse como una resistencia a ese embate de Estados Unidos. Algo que finalmente ocurre en el 76. Y como siempre, sea carne, trigo o litio, la explotación y comercialización de los recursos naturales en el centro. Por eso, creo que vale preguntarse cómo se resuelven esos conflictos cuando es una idea, es decir, una propiedad intelectual, lo que domina esa disputa.

En este caso, el diseño de un parque de atracciones. Por último, me gustaría recordar la historia de Moctezuma y Cortez, como una génesis del colonialismo y como un antecedente de San Bananador. Moctezuma pensaba que si le daba oro a Cortez, éste se iba a ir y los iban a dejar en paz, pero sabemos cómo terminó la historia. Lo que es bueno recordar, es que Moctezuma terminó apedreado por sus propios súbditos. Algo para tener en cuenta hoy cuando está en juego la cultura, que también es un recurso.