Marina Mariasch: “Nos importa muy poco lo que decida la RAE sobre el lenguaje inclusivo"
Por Santiago Oroz
“Hay un verso de Alejandra Pizarnik que dice: ‘Cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa’; y es así”. Marina Mariasch es Licenciada en Letras por la UBA y piensa que estudiar es algo para toda la vida. Trabaja como periodista, docente y escritora. Durante el gobierno anterior fue asesora en el Estado combinando temas de géneros, derechos humanos y literatura. También fue una de las impulsoras del Ni una menos en 2015.
Sentada en una mesa del café porteño Las Orquídeas recuerda una anécdota de hace dos años, en la que le preguntó a su hijo si un amigo suyo tenía novia. “Yo, la pelotuda, la militante de la diversidad, le pregunté si tenía novia”, dice, como lamentándose por haber caído en la trampa del patriarcado. “Por eso digo que el uso del lenguaje inclusivo refleja un dispositivo desde el cual se ve la realidad, que varía según quién esté hablando”.
APU: ¿Qué rol cumple el lenguaje en la construcción de la identidad de las personas?
MM: El lenguaje construye realidad; no es sólo una herramienta de comunicación, es algo en sí mismo. Es político, tiene ideología; nos constituye como personas. Partiendo de esa base, nosotros cada vez que nos comunicamos estamos diciendo mucho más que una cosa. Cuando decimos una palabra habilitamos un milhojas de cuestiones. Eso no solamente construye identidad; construye conjuntos, realidades, pertenencias: construye clase.
APU: ¿Creés que la necesidad de incluir a quienes no se sienten parte del “nosotros” ni del “nosotras”, a las disidencias, es al mismo tiempo la principal causa del rechazo de la sociedad a un cambio en el lenguaje?
MM: El lenguaje inclusivo viene a visibilizar eso que se estuvo instalando en los últimos tiempos, que es la inclusión de las disidencias. Acá hubo dos leyes muy importantes: la Ley de matrimonio igualitario, simbólicamente muy importante; y la Ley de identidad de género, muy importante más allá de lo simbólico. El lenguaje inclusivo viene a dejar en evidencia, en la práctica cotidiana, la inclusión o no de las disidencias sexuales. Una cosa es que yo “me tenga que bancar la Ley”, y otra es que “me la estén machacando todo el día en la cara, hablándome así, raro”.
APU: A fines de noviembre la Real Academia Española rechazó la incorporación de la “e”, la “hache” o la “equis” en el habla hispana. El argumento principal fue que “no es necesario” hacerlo. ¿Cuánto de corrección gramatical y cuánto de política hay en esa afirmación?
MM: Es una decisión absolutamente política, como lo es que esa Real Academia se llame “Real”; que se llame “Academia”; que admita determinados términos, como “guasap” o “youtubero”, y otros no; que esté constituida eminentemente por varones hétero-cis blancos, propietarios, tradicionalistas; todo eso es político y ahí hay decisiones en juego.
APU: ¿Qué tendría que ocurrir para que se incorpore el lenguaje inclusivo, ya no solo como práctica reivindicativa, sino como norma de la lengua?
MM: Hace bastante tiempo que la lingüística no piensa en términos de corrección sino de adecuación al marco idiolectal de cada uno. Por ejemplo: hablar comiéndose la “ese”, ¿está bien o mal? Desde ya que nos importa muy poco lo que decida la RAE acerca de qué es lo correcto y qué no. A mí lo que me interesa es el uso de la lengua; y creo que todo esto va a estar realmente fuera de discusión cuando el uso del inclusivo no sea tan minoritario, como lo es todavía, sino bien mayoritario: cuando se hable a nivel popular. Quizás la duda que nos cabe es quiénes hablan en lenguaje inclusivo, dónde se habla, si se habla en los colegios secundarios de las provincias…
APU: ¿Puede convivir el lenguaje inclusivo con el feminismo del 99% del que hablás en el artículo con Florencia Minici publicado en Página 12?
MM: El lenguaje inclusivo no es una imposición, nadie te obliga a hablar lenguaje inclusivo. Es probable que en muchos barrios o zonas carenciadas no se conozca, o se conozca poco. En ese caso lo que se puede hacer es divulgarlo, así les sujetes y les habitantes de las distintas poblaciones verán si lo incorporan. Por otro lado, lo otro que está pasando es que todos los cambios sociales, las inclusiones de las diversidades, las revoluciones de los feminismos van a traer aparejados cambios en las formas de implicarse. Entonces es probable que cambien las maneras de hablar. Los feminismos y estos cambios sociales radicales también vienen con cambios en el lenguaje. No solamente con el lenguaje inclusivo; hay incluso nuevos términos surgidos con el feminismo, porque los que había dejaron de alcanzar. Un ejemplo claro es el concepto de “sororidad”.
APU: Hay quienes insisten que la agenda feminista “está bien”, pero es secundaria en este contexto. ¿La palabra “coyuntura” es enemiga de estas transformaciones que se propone el feminismo?
MM: Yo creo que al enemistar esas agendas se crean falsas dicotomías. Es como cuando dicen: "Primero comer y después ir a la escuela". Por supuesto que, si no comemos, no podemos ir a la escuela. Pero si no vamos a la escuela, ¡tampoco sirve de nada comer ni vivir! Estas falsas dicotomías no tienen sentido, hay que plantearlas de conjunto. Yo creo que la política, las condiciones de vida y la justicia social tienen que traer aparejadas las luchas por una transformación en el lenguaje. Por eso nosotras pensamos en un feminismo que parta de la justicia social, sí, pero que esta justicia social contemple tierra, trabajo y techo; y también aborto, educación sexual integral, políticas de género.
APU: En varias de tus notas, artículos o novelas vas alternando entre el uso del “los”, “los y las”, las equis o los asteriscos. ¿De qué depende cada elección?
MM: Es un proceso, fuimos probando. Empezamos con la arroba, pero nunca me copó, básicamente porque me pareció siempre muy binaria por ser la “a” con la “o”, que encima la encierra. Después apareció la “equis”, que todavía uso porque creo que aporta más a eliminar las identidades de género; pero, a la vez, tiene esta cosa de que es medio impronunciable. El asterisco siempre me gustó porque me da la sensación de que “dispara” hacia varios lugares, pero tampoco es algo que haya pegado socialmente. Entonces la “e” terminó siendo una salida interesante, que sobre todo impusieron les más jóvenes, que hablan así de corrido, como mi hijo. Creo que es parte de un proceso que fuimos buscando les militantes para encontrar un modo inclusivo del habla.
APU: ¿Es posible pensar en el desarrollo de una nueva literatura hegemónica enteramente en lenguaje inclusivo?
MM: Sí, por supuesto que se puede hacer y estaría buenísimo. Cada vez estoy más militante de esa idea. Yo ahora escribo mis ensayos y doy clases con la “e”. A mis alumnes les aviso que me confundo, porque es una militancia que yo llevo adelante pero tampoco estoy tan entrenada. De repente se me puede chispotear alguna, pero sí, creo que puede ir todo para ese
APU: Hace poco te incorporaste a la construcción de Nueva Mayoría en el Frente Patria Grande. ¿A qué se debió este “salto a la política”?
MM: Este es un momento de la coyuntura política actual que, por lo menos en lo personal, me hace necesitar involucrarme de una manera más directa en la arena política, porque me parece una urgencia terminar con estas políticas de hambreamiento, ajuste; de recorte presupuestario y de las jubilaciones. Toda la población está muy hecha mierda. Entonces, me parece que es un momento oportuno para que los feminismos entren en la política. No de modo instrumental, o de adorno, sino estructuralmente, incorporando también nuevos modos de hacer política que nosotras trabajamos y tenemos.
Y respecto al espacio, por un lado, con Vicky Freire y con las compañeras de Mala Junta venimos articulando hace mucho en torno al feminismo, así que lo vi como un espacio natural de llegada. También soy muy amiga de Gabi Carpineti, que también está en el Frente. Pero, como digo, si bien este acercamiento se dio naturalmente, nosotras no vamos a bajar las banderas, porque vamos a seguir luchando por lo que luchamos siempre.
APU: ¿Pensás que las ideas que representa Juan Grabois, vinculadas a una ‘religiosidad popular’, se pueden vincular con las transformaciones que se propone el feminismo? ¿O tendrán que dar una batalla interna en el Frente?
MM: Creo que caben las dos partes de tu pregunta, no son antagónicas. Por un lado, nosotras vamos ahí y estamos firmes en nuestras demandas; y, por otro lado, hemos demostrado que también tenemos la capacidad de generar alianzas flexibles, estratégicas, que puedan poner en tensión nuestras propias subjetividades y posiciones para ponerlas todas a conversar. Sin dudas porque, de todas maneras, vos mirás el armado y nosotras, como decimos siempre, no tenemos patrón; tampoco en la política. Si bien es indudable la figura central de Grabois en este espacio, el Frente es eminentemente feminista; y eso es innegable.