El 19 y 20 según el fotógrafo Nicolás Pousthomis
Por Fabiana Montenegro
Diciembre 2001. Nicolás Pousthomis, “el Francés”, hace sus primeras incursiones en el fotoperiodismo con una vieja Nikon EM, le entra luz por todos lados y traba los rollos en medio de las tomas. Sí, la cobertura del estallido se hace con cámara analógica. Para la era digital falta un siglo. O unos años. El tiempo está después.
Esa misma noche (la del 19, cuando De La Rúa decreta el estado de sitio en todo el país) Pousthomis revela los rollos en su departamento. Algunos amigos ahí presentes miran con dificultad los negativos recién sacados del tanque de revelado: unas tiras de película chorreando fijador y chupando polvo. Tiene las mejores imágenes que va a hacer en su vida. Las que van a convertirse en íconos de la revuelta, parte de nuestro acervo memorial.
A quince años del estallido, en diciembre del 2016, la Sub, cooperativa de fotógrafos que nació al calor de esos días, desempolva ese material y lo revisa. Pousthomis se encuentra con fotos desconocidas, fotos a las que no les había dado otra importancia que las de notas mentales. “Solo para recordar”, dice, y sus palabras se clavan en el sopor de la tarde.
La selección no incluye las fotos más conocidas sino aquellas que tienen el punto de vista particular de Sub, que busca acompañar los procesos que registra. La que era nota mental es la imagen que abre el libro: la mancha de sangre, el reflejo del sol que encandila; las fallas técnicas de la cámara se convierten en metáfora de la grieta.
Son imágenes que apelan al fuera de campo, a lo sensorial: el sudor, el calor, el olor a los gases. Imágenes movidas, vibradas. “Como si el fotógrafe hubiera temblado cuando hacía la foto por el cagazo de que le pegaran un tiro -aclara Pousthomis, en referencia a la foto que le toma de frente a un policía que está en franca posición bélica, apuntándole-. Casi un error profesional, -agrega-, exponerse así”. También hay una doble negra en la página central, la que se reserva para la mejor foto. Algo impensable en la fotografía más tradicional.
El fotógrafo recorre el libro, sigue esas miradas que van hacia algo que no alcanzamos a ver. Abajo hay un muerto, un pozo, el vacío. Están como perdides, dice. Da vuelta la página: se ve una señora con una bolsa de hacer las compras que está arrojada al piso, amenazada.
Tumbada, dice la periodista.
Exacto. La clase media tumbada.
El resultado de ese trabajo es Diciembre. El libro se imprime en Chilavert, una fábrica recuperada por sus trabajadores. Y se agota.
Cambiar el mundo sin tomar el poder
-“Al Banco Central lo tenemos que recuperar y poner a funcionar con gente que lo tome entre varios –dice la señora de barrio -. Y que los cargos sean rotativos para que no se enquisten en el poder.
-Uy, pero es medio anarco eso que está diciendo Usted.
-No. ¿Cómo anarquista? Jamás. Yo no soy anarquista. Anarquismo es caos y yo quiero orden. Y eso no lo vamos a lograr con estos hijos de puta. Lo vamos a lograr en la calle charlando entre vecinos. Y viendo qué pasa en la asamblea de Parque Centenario, uniendo nuestros reclamos con los de las clases populares del conurbano”.
La anécdota que cuenta Pousthemis -ocurrida en una de las tantas asambleas barriales- ilustra el clima no sólo de protesta sino, a la vez, comunitario, que fraguó el estallido social de diciembre de 2001, el del piquete y cacerola y que se vayan todos. Un clima que había comenzado a entretejerse mucho antes, como consecuencia de la profunda crisis política, económica, social e institucional del neoliberalismo de los ‘90, y que tendrá sus derivas en los años siguientes.
Algo de este clima caótico y bizarro en el que hubo ollas populares, corralitos, economía del trueque, cacerolazos, estado de sitio, asesinatos de manifestantes y cinco presidentes en un día puede percibirse en la muestra “19y20”, que actualmente se está exponiendo en el Centro Cultural Haroldo Conti.
Sobre ella dice Pousthemis: “Hay algo que me parece muy vital en la muestra y es que no cae en la cuestión nostálgica ni anecdótica de lo que pasó. Es pensar el 2001 con ciertas proyecciones. Y también como resultado de cierto proceso: los escraches de HIJOS, el GAC, las movidas que se hicieron, el corpiñazo. El 2001 eclosionó por todo ese hartazgo pero también se nutrió de lo que pasaba en Chiapas en México.
La manera de organizar la toma de decisiones, la revolución no como algo lejano y de sacrificio sino como algo presente que implicaba las decisiones del día a día. Por eso las asambleas o los movimientos de desocupades empezaron a generar una agenda política que tenía que ver más con lo cotidiano. Incluso se cuestionó el sentido del trabajo como fin último: no somos desocupados, no tenemos trabajo pero estamos muy ocupados en construir una nueva vida que no tiene que ver con modos de pensar capitalistas e institucionales sino de asambleas, apoyo mutuo, solidaridad, un tiempo dedicado a lo colectivo.
En la muestra –como señala Pousthomis- puede observarse esa inspiración que se toma de los movimientos antiglobalización, activistas de resistencia anticapitalista que a finales del siglo XX convergieron en la crítica social al proceso de globalización: “Argentina fue un gran laboratorio de ese movimiento. La gente empezó a cuestionar ese lugar central del poder. Con los cacerolazos llegábamos hasta Casa Rosada, nos colgábamos de la puerta y algunos decían: ‘che entremos’. ‘Y qué vamos a hacer. ¿Te vas a sentar vos en el sillón?’”.
En el texto que acompaña De frente (2001) dice que se sentían como si estuvieran haciendo la revolución. "Se sintió así al final de la jornada. Se había dado un hecho histórico. Estábamos en la plaza; algunes que escuchaban la radio decían: che, se escapó De la Rúa en helicóptero. Eso se vivió como una victoria. Wow, sacamos al presidente. Él mandó a vaciar la plaza porque quería negociar una salida política con la oposición. Se había decretado estado de sitio el 19 de diciembre y a la noche la gente salió igual. No pudo porque la gente salió a rodear la Plaza de Mayo. La policía de caballería se tiró contra las Madres. Fue como una batalla. Esa idea de batalla puede verse en la foto del policía apuntando en una posición bélica, una postura de guerra. También la última foto que describe ese momento, cuando se sabe que se va De la Rúa y están los motoqueros llevando una bandera. Es muy pictórica, como un cuadro renacentista: llevan la bandera de la victoria. Y la gente festeja. Se fue. Ganamos. Se había logrado algo".
Uno a uno
Diciembre, 2021. La tarde es sofocante en el barrio porteño de Almagro donde funciona la Sub. Sin embargo, adentro, una brisa suave cruza la sala desde el ventanal que da a la calle Perón hasta perderse en el pasillo. Al lado, la fotógrafa Gisela Volá da clases. Pousthomis es generoso para hablar. No hace falta preguntar mucho:
“En algún momento pensamos en reeditar Diciembre pero no queríamos editar el mismo libro. 2001 quedó en nuestra historia como la génesis del colectivo, pero, a la vez, como un anclaje. No queríamos hacer algo nostálgico, volver sobre las mismas historias. Entonces llegó una propuesta interesante. Federico Paladino trajo un material sobre los ‘90 y nos propuso publicar un libro doble donde Diciembre fuera el epílogo, el resultado de esa década neoliberal, y la caída estrepitosa de ese modelo”.
El material de Paladino no son fotos hechas por él mismo sino bajadas de internet o escaneadas de revistas de la época en la que muestra cómo los medios construyeron a través de las publicidades un discurso que se reconoce como propio de los ’90: individualismo, lo aspiracional, la mirada al exterior, Miami, Disney, la Argentina del 1 a 1. Y Menem cristalizó esa idea. Con ese material armó una fábula alrededor del ex presidente con 3 actos: el ascenso, el apogeo y la caída.
A su juego lo llamaron: con todo eso crea un espacio colaborativo, colectivo y creativo para armar un nuevo relato. Manos a la obra.
En el marco de FELIFA (Feria de libros de autor) junto con la editorial La balsa arman una “redacción de diario” para discutir sobre el material que va a integrar el nuevo libro con la consigna de que ese día debe cerrarse porque el lunes entraría a imprenta.
Durante ocho horas discuten, debaten, elaboran en conjunto junto a Cora Gamarnik, Emiliana Miguelez, Gabriela Mitidieri, Jazmín Tesone, Pablo Linietsky, Luis Abadi, Martin Weber, Natalia Revale, Ramón Genitle Espinoza, Roberto Criado y Teo Bonilla. “Nos dimos cuenta –dice Pousthomis- de que la fuerza que tenían los trabajos les permitía pensar a Diciembre como un diario y al material, que Paladino llamó Universo de mi tiempo, como revista, debido a la calidad sofisticada, el color, la estridencia de una Ferrari. Los dos materiales juntos tienen otra fuerza.
El resultado de esa propuesta expositiva quedaría registrado en las paredes de la Fundación Arte por Arte donde se desarrolló FELIFA. “Muchas personas cuando van a la muestra y ven a Menem no entienden nada. Parece una alabanza, pero el estilo siempre punzante, con imágenes que se rompen y cierta ambigüedad hacen que el lector pueda reconstruir el discurso con una reflexión aguda”, explica Pousthomis.
Finalmente, Uno a uno entra a imprenta con la vertiginosidad del tiempo que diciembre nos enseñó. “¿Y después? –como dice en el prólogo-. ¿Importa el después? Si el fervor del estallido tan solo es un recuerdo del futuro y una predicción del pasado, la continuidad de una lucha que no tiene principio ni final.”
La muestra “19y20” se puede visitar en el Centro Cultural Haroldo Conti, ubicado en el predio del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA), avenida del Libertador 8151, de martes a viernes de 12 a 20 y sábado, domingos y feriados de 13 a 21, con entrada gratuita.
Uno a uno se presenta el domingo 19 de diciembre, a las 17 horas, en Murillo 957.