Osvaldo Bayer y el anarquismo: “Es un sueño, pero lo predico”
Esta entrevista al maestro Osvaldo Bayer fue realizada en el año 2016 y publicada en la revista Cítrica.
Hoy la reproducimos en su memoria y en homenaje a su inmenso legado.
Entrevista
Una sencilla puerta azul y un cartel: “El Tugurio”. Luego de golpear la aldaba tres veces, a las 18 en punto, el escritor Osvaldo Bayer abre. Saluda cordialmente e invita a entrar a la casa por un pasillo angosto, con una biblioteca a la izquierda llena de carpetas de archivos periodísticos, por el que se llega a un patio techado, decorado con potus. Conversar sobre Rainer y Minou, su primera y -hasta hoy- única novela, es la excusa del encuentro. El autor de La Patagonia Rebelde toma asiento y dice: “Muy bien joven, empiece”.
Periodista: Usted se autodenomina como un anarquista y pacifista a ultranza, ¿Qué quiere decir?
Osvaldo Bayer: Que me gustan sus fines. Tanto en las libertades a tomarse, como en el mutuo comportamiento frente al Estado, y la no existencia del mismo. Dependiendo de la conducta de cada uno de nosotros. Ese es para mí el verdadero sentido de la vida. Que cada uno sea responsable de sus actos y nos respetemos entre todos, pero sin necesitar normas policiales para poder vivir. Es un sueño, pero lo predico.
P: ¿Y si no hay Estado, qué hay?
O.B.: Asambleas populares que resuelvan los problemas barriales y provinciales. Vamos a vivir más lentamente pero más seguros y sin violencia.
P: En 1975, tras ser perseguido por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) por sus libros, usted decidió exiliarse. ¿Cuáles fueron las amenazas concretas que recibió?
O.B.: Los telefonazos, las amenazas por escrito, los carteles pintados en el frente de la casa. ¡Cuántos amigos perdí yo en ese tiempo!¡Cuántos amigos fueron muertos!
P: ¿Su vida corrió peligro?
O.B.: Sinceramente, en forma directa no. Pero por las amenazas, sí. Qué sabía yo si iban a cumplir o eran sólo amenazas. Uno no podía estar seguro. Además yo tenía una familia grande, con seis hijos y tenía que cuidarlos. Hubo casos en los que pusieron una bomba en la casa del perseguido y mataron a la familia. Yo no quería que pasara eso, que mis hijos pagaran la culpa del padre, si es que yo tenía alguna culpa… Por supuesto que no la tenía; era por mi actuación intelectual, nada más.
P: Usted había abandonado el país por sus libros y, luego, con el retorno de la democracia, fue tildado de “cobarde” por Alfonsín. ¿Qué respuesta tiene para tal acusación?
O.B.: Los políticos que no tuvieron que irse durante la dictadura, para hacer parecer que a ellos se los castigaba, porque no corrían ningún peligro y porque estaban a favor de la dictadura, tomaron como enemigo a los que se fueron. Alfonsín despreciaba a los que se habían ido. Me dijo “los que se escaparon”. Yo no me escapé, yo tuve que irme. Pasé por los lugares que había que pasar, presenté mis documentos y me fui con toda mi familia. Pensé en mi familia ante todo. Eso me lo dijo en un acto que me vio en el público y yo no pude responderle pero le grité que yo no me había escapado.
P: Teniendo en cuenta la entrevista que sostuvo con el Che Guevara en Cuba, donde él le explica cómo hacer la revolución en Argentina -revolución en la que su amigo Rodolfo Walsh creía, aunque desde el peronismo-, ¿cree que esta revolución era posible?
O.B.: Toda revolución es posible, aunque no lo parezca. Pero en la forma como fue reprimida en Argentina, después de la revolución cubana, era muy difícil hacerla. Estados Unidos y sus ejércitos reunidos en Latinoamérica estaban muy preparados. Era muy peligroso y casi imposible, como quedó demostrado. Por eso perdió la vida el querido Rodolfo Walsh, el mejor de todos, sin ninguna duda.
P: Y en la actualidad, ¿dónde se pueden generar cambios?
O.B.: En todos lados. En una reunión de amigos, en los colegios, en las universidades dando conferencias. Pero siempre en forma positiva, nunca pensando en la muerte. Siempre pensando en la vida y en el valor que tiene, ante todo. Eso se lo dije a Walsh y él me dijo que pensando así nunca iba a haber revolución. Por un lado tenía razón, pero por el otro, perder la vida en la juventud y de esa manera, es una pena enorme. Y más cuando no había posibilidad de revolución en la Argentina porque la represión era muy grande y la sociedad estaba muy dispuesta a perseguir a los revolucionarios.
P: ¿Cree que Walsh hubiera logrado más si también se exiliaba?
O.B.: Claro que sí, hubiera seguido con un movimiento cada vez más grande. Pero su muerte no fue en vano, quedó su ejemplo, un ejemplo completamente limpio. Ese ejemplo de hombre que sacrifica su vida por los demás. Un verdadero héroe del pueblo.
P: Tras el editorial de La Nación del 23 de noviembre del 2015 “No más venganza”, ¿qué opina sobre la “Teoría de los dos demonios”?
O.B.: Es una teoría hecha por los que realmente no quieren involucrarse y dicen que están
equivocados tanto un demonio como el otro. Pero realmente, las clases explotadas, ¿cómo hacen para reclamar sus derechos? Obedecen, obedecen, obedecen. ¿Cómo estaríamos si no hubieran reaccionado y hecho las grandes huelgas y movimientos? Así que a los sometidos les queda la esperanza de la revolución, que ojalá se haga sin violencia. Es en lo que siempre pensé, para no perder vidas.
P: ¿Cómo podría hacerse dicha revolución?
O.B.: A través de asambleas populares, como mencioné antes, que vayan ocupando cada vez más lugar. Ese sistema es el más democrático de todos. Cuando hay problemas en los barrios se llaman a asambleas en las que participan todos, hombres y mujeres. Y se vota siempre lo más coordinado que beneficie a todos, aprobado por la asamblea. Después de la Primera Guerra Mundial, en Alemania se hicieron muchas asambleas para gobernar cada provincia y se obtuvieron muy buenos resultados. No perduraron y hubo que volver al sistema de voto secreto. Hubo intentos en los que yo participé y fueron magníficos, pero después dejaron de funcionar. Realmente era un movimiento absolutamente democrático que daba paso tras paso hacia adelante.
P: ¿Qué fue lo que falló?
O.B.: La gente empezó a no ir, dejó de convocarse y los políticos empezaron a actuar a su manera, llamando ellos a reuniones y haciendo promesas a futuro. Y la gente les creyó de nuevo. No pasó nada y seguimos con el mismo sistema, pero seguimos trabajando desde las bases para que no se pierda la democracia obtenida y que cada vez haya más. Yo siempre participé de las asambleas que se realizaron en el barrio, donde venía la gente a decir los problemas que tenía y por primera vez se resolvían yendo a las autoridades y exigiendo
cambios. En las asambleas el que es criticado por su manera de pensar puede defenderse y se resuelve sin violencia. Si se le da preeminencia a la violencia, a la policía, a los palos o al revólver, eso ya es otra cosa.
P: Usted afirmó que Macri es un hombre de la dictadura y su triunfo es el regreso a 1930. ¿Cree que hay poco conocimiento político en la población argentina?
O.B.: Sí, eso quedó demostrado al elegir a un ultra conservador. Las masas habían tomado direcciones políticas muy avanzadas. Convenció por su figura de hombre rico, nada más. Ahí queda en evidencia el pensamiento político de las masas argentinas, desgraciadamente. Que no creen en su propio poder ni en su propio hacer. Tampoco en el poder de su democracia, ni en el voto secreto ni en la asamblea popular. Prefirieron a un hombre millonario, al que
solamente le interesan los negocios. Retrocedimos a la década del 30, cuando ganó una dictadura militar que solo defendía los derechos de Barrio Norte.
P: ¿Cómo se podría revertir ese desconocimiento de las masas?
O.B.: Enseñando en escuelas políticas, dando clases. Salir a la calle haciendo discursos, no quedarse callado y no aceptar todo lo que nos hace este gobierno no democrático, porque no hay que olvidarse que en la primera vuelta sacó menos votos que el 51 por ciento, pero más que los otros partidos.
P: Usted sostuvo que “como siempre continúa el poder de las grandes empresas de medios y faltan las cooperativas de comunicación”. ¿Cuál es la forma de generar cooperativas exitosas?
O.B.: Que los periodistas se reúnan entre sí en asambleas y vayan creando nuevos diarios, nuevas publicaciones. Es un trabajo muy grande pero se puede hacer. En el mundo hay muchas cooperativas de periodistas y se puede tomar ese ejemplo y no depender, sinceramente, de los diarios que pertenecen al gran capital argentino.
P: ¿Qué camino debería tomar el oficio?
O.B.: Reunirse en asambleas y crear nuevas publicaciones, para lo cual exigir préstamos al gobierno que, si es democrático, tendría que ayudar a las organizaciones periodísticas para tener una verdadera libertad de prensa que esté en manos de los que hacen, los trabajadores de la pluma. La información tendría que pertenecer a los periodistas y a sus organizaciones.
Que sean ellos los que traigan la información de todos los sectores, y que llamen a discutir en asambleas vocales y escritas tendencias que busquen la libertad del país y la igualdad de todos, que es la verdadera democracia.