Andor: la chispa que enciende el fuego de la revolución
El 21 de septiembre Disney+ estrenó Andor, serie precuela de Rogue One: una historia de Star Wars. La trama cuenta el origen del personaje de Cassian Andor (Diego Luna) y cómo termina colaborando con los rebeldes. Con sólo doce capítulos y sin ningún sable de luz a la vista, logra posicionarse como uno de los mejores productos de la franquicia en años, una tendencia constante desde el estreno de The Mandalorian a finales de 2019.
Sin embargo, Andor supone un regreso al núcleo de Star Wars, a las primeras películas y su alegoría del fascismo representado en el imperio y un grupo de rebeldes que lo combate desde el llano, en total inferioridad de condiciones. Esa lucha de David contra Goliat, de un grupo de personas cargadas sólo con sus convicciones enfrentando a un imperio galáctico fue lo que conquistó a los fanáticos en 1977 y es igual de efectivo ahora. La certeza de que luchar sirve es lo que mueve a esas personas, no por nada el episodio IV se llama “Una nueva esperanza”.
El viaje de Cassian Andor en la serie será descubrir ese fuego que lo mueva a luchar por una causa más grande que sí mismo. Al principio, se trata de una persona tratando de sobrevivir, sin importarle lo que sucede a su alrededor a menos que pueda sacar un beneficio de ello. Lo rodean personas que creen que la situación que viven es injusta, pero él no cree que se pueda hacer nada para cambiarlo y califica a la incipiente rebelión de no más que ilusos suicidas.
Con el correr de los capítulos, se verá involucrado en la lucha. Sin alternativa, elige participar por la plata, como un mercenario. No será hasta que caiga en una cárcel muy particular y se encuentre con su espejo que su perspectiva empiece a cambiar.
En lo que son sin dudas algunos de los mejores capítulos en la historia de Star Wars, Andor retrata una prisión en la que prácticamente no hay armas ni guardias, el control se da por el miedo, la disciplina y la costumbre. La cárcel es de metal y los reclusos están descalzos, está diseñada para electrocutarlos si alguien se sale de la línea punteada. El miedo al castigo hace que todos “se porten bien”. La otra pata es, de nuevo, la esperanza. Los presos tienen una condena que se mide en turnos de trabajo. Si se portan bien y logran completar todos los turnos, serán libres. Eso los motiva a trabajar y seguir las reglas sin buscar problemas, ya que eventualmente podrán salir.
El trasfondo es que las personas que terminan en esa prisión muchas veces no han cometido ningún crimen, sino que son sentenciadas bajo autoridad del imperio con cualquier excusa porque necesitan trabajadores. En la cárcel, Cassian pronto se dará cuenta que si quieren recuperar su libertad tendrán que luchar por ella, pero no puede hacerlo solo, primero tendrá que convencer al resto. De golpe, se encuentra del otro lado de la mecha, tratando de motivar a sus compañeros para cambiar las cosas.
El otro punto alto de la serie es el final y la actuación siempre brillante de Fiona Shaw, que interpreta a Maarva, la madre adoptiva de Cassian Andor; y que sin saberlo, tiene puntos de encuentro con la actualidad de nuestro país. Ella es una personalidad destacada de Ferrix, el planeta donde viven, una referenta. A diferencia de su hijo, Maarva siente que tendría que estar haciendo algo más por su planeta, por la galaxia. Su indignación por las injusticias a las que los somete el imperio va creciendo con el correr de los capítulos. Hasta que en su discurso final reconoce haber estado “dormida”, soportando las cosas que pasaban porque no le pasaban a ella o la gente a su alrededor, dejando pasar los avances del imperio. Maarva se arrepiente de haber tardado tanto en reaccionar y llama al pueblo a enfrentar al imperio. Ella los inspira a luchar contra las injusticias.
Salvando todas las distancias, y con el respeto que merecen, la historia de Maarva y el planteo de Andor en general como serie, me recordó a la lucha de las Madres y Abuelas. Personas comunes y corrientes, muchas sin interés en la política o la economía de su país, que encontraron su lucha, se enfrentaron al peor enemigo en la total adversidad e inspiraron a otros a sumarse a esa lucha. Así se describe Hebe, en una frase rescatada por la Agencia Paco Urondo homenajeándola: "Antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una mujer del montón, un ama de casa más. Yo no sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes". "Ahora me voy dando cuenta que todas esas cosas de las que mucha gente todavía no se preocupa son importantísimas, porque de ellas depende el destino de un país entero; la felicidad o la desgracia de muchísimas familias". Ahora la tarea de recordarlo e inspirar a otros es nuestra.
De eso se trata la serie al final del día, no sólo del viaje personal de Cassian Andor para encontrar algo por que luchar, algo porqué vivir, la esperanza de que un mundo mejor es posible, sino de la imperiosa necesidad de que esa conciencia sea colectiva, porque nadie puede derrotar a un imperio en soledad. La crudeza con la que Disney elige mostrar los horrores del fascismo, con encarcelamientos sin razón, trabajos forzosos, torturas, inteligencia, espionaje y aniquilación de todo aquel que se le oponga sólo está a la par del mensaje que deja de que la única forma de derrotar esa maquinaria es con organización, tiempo y convicción, tomando decisiones difíciles, resistiendo en la adversidad y buscando siempre crear una conciencia colectiva de que la lucha de los rebeldes es la lucha de todos, es la lucha del pueblo. Star Wars en todo su esplendor, militancia, lucha y revolución.