“Estás cancelado”: de Twitter al mundo
Por Manuela Bares Peralta* | Foto: Te lo resumo así nomás
Lo que conocemos como “cultura de la cancelación” es una nueva forma de denuncia y, también, de reparación. Principalmente, es producto de la impunidad con la que el mundo del entretenimiento omitió, durante años, la voz de las víctimas y minorías. Ante la posibilidad de omitir lo que creemos políticamente incorrecto, aparece la discusión de fondo: ¿hasta dónde puede llegar esta nueva forma de visibilización?
La decisión de HBO de retirar momentáneamente “Lo que el viento se llevó” de su catálogo reabrió el debate en torno a la cancelación: ¿estamos a favor de cancelar al otro? En este caso, la cadena optó por bajar el contenido hasta incorporar una introducción que permitiera abordar y visibilizar los prejuicios étnicos y raciales que el film reflejaba. Tomar únicamente este ejemplo para cuestionar la cancelación es engañoso y, ciertamente, no nos permite discutir el fenómeno en su totalidad.
Los encuadres a partir de los cuales son narradas las historias cambian producto de la época y los acontecimientos. Pero es verdad que si el cine y la televisión no hubieran reflejado esos encuadres equivocados sería mucho más difícil poder debatirlos hoy. El mundo del entretenimiento no inventó el racismo ni el sexismo, sino que los replicó y, posiblemente, profundizó. De la misma manera en que la impunidad encontró una caja de resonancia en el cine y la televisión, también lo hicieron el #MeToo, #BlackLivesMatter o la campaña por el #AbortoLegal.
Pero, ¿qué pasa cuando la cancelación no opera sobre los contenidos sino sobre las personas? Woody Allen, Michael Jackson, Morrissey, J.K. Rowling y Samantha de Bake Off forman parte de la lista de cancelados. No hay un único motivo, pero el castigo repercute sobre todos de la misma forma. Las redes sociales nos permiten encolumnarnos detrás de un mismo hashtag y lograr una suerte de “justicia exprés” con la que el poder judicial sólo puede soñar. Muchas veces el “escrache público” o “la cancelación” no son herramientas deseadas, sino las únicas a las que pudimos acceder. Pero, en el mundo virtual, la cancelación no admite matices: todos podemos ser cancelados y, también, podemos cancelar.
La “cultura de la cancelación” no le pertenece al feminismo ni a los movimientos antirracistas, como anuncian muchos titulares de diarios. Trump fue uno de los grandes promotores de la cancelación a voces opositoras. Sin ir más lejos, los comentarios misóginos de presentadores y humoristas a colegas mujeres hacía reír a muchos hace muy poco tiempo atrás. Medir este fenómeno en partes, posiblemente, nos imposibilite debatirlo en su conjunto, y nos prive de problematizar por qué, en muchos casos, la cancelación aparece como el único modo de reparación y de justicia.
Borramos un contenido de nuestra computadora. Decidimos no leer una nota porque no acordamos con lo que piensa quien la escribe. Bloqueamos a un usuario en Twitter. Eliminamos una película de nuestra lista de favoritos en Netflix. Nosotres también tenemos algo para decir, entonces usamos un hashtag que es tendencia en muchas partes del mundo. Nos indignamos ante una noticia y queremos que los costos no los paguen las víctimas. Motivaciones válidas y reales se mezclan con la potencia esencializadora y totalitarista de las redes; la información no se fragmenta, sino que se unifica en un mismo concepto. Cancelamos por diferentes motivos, pero, al fin y al cabo, nos encolumnamos detrás de la acción de bloquear.
Mientras los dichos transodiantes de J.K. Rowling convocaron a miles de usuarios devuelta al debate, me permito ponerlo en pausa. La discusión a veces se torna tan amplia que parece imposible abarcarla toda. Annie Hall es una película que nadie debería privarse de ver, el Facundo es la mejor excusa para debatir sobre la mirada que imperó sobre el rosismo para generaciones enteras, la época que Cordera cantaba en La Bersuit sigue siendo la mejor época de la banda o Lolita de Nabokov sigue siendo una novela que siempre vuelvo a leer. La cancelación no opera sobre todos de la misma manera y no produce los mismos efectos. Si la cultura de la cancelación logró que Tinelli haya eliminado el corte de pollera de su programa de televisión, entonces, puede querer decir que sus efectos no son per se negativos. No vetemos la cancelación en su conjunto, pero discutamos sus límites y, principalmente, que no obture la posibilidad real de debatir el racismo, el sexismo y la brutalidad policial en esta nueva coyuntura.
*La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.