Maradona en Sinaloa: volver a ser feliz en el fútbol
Por Diego Moneta
Al inicio de la década del 2010, Diego Armando Maradona asumió como entrenador del Al Wasl, de Emiratos Árabes Unidos. Tras malos resultados, seguiría siendo embajador deportivo, pero no DT. En 2014, compartiría el ciclo De zurda en Telesur, junto a Victor Hugo Morales. Volvería por un corto lapso a Dubai, dirigiendo a Al Fujairah, pero tampoco lograría lo que se había propuesto.
En septiembre de 2018, Dorados de Sinaloa, de la segunda división del fútbol mexicano, anunció que Maradona sería su nuevo DT. Luego de la llegada del astro a Culiacán, Netflix consideró que sería buena idea hacer una serie de su paso por el club. Así nace Maradona en Sinaloa, una serie documental de siete episodios, de alrededor de media hora de duración. Está dirigida por Angus MacQueen, quien ya había filmado en la zona una tira sobre Joaquín “El Chapo” Guzmán, y se estrenó el 13 de noviembre del año pasado.
De esa manera, se sumaría a una larga lista de producciones sobre la vida y carrera del diez. Por ejemplo, Antes del 10: El Pelusa de Fiorito o Maradona por Kusturica. Al mismo tiempo, todavía se espera la serie biográfica de Amazon Prime, que debía estrenarse en octubre, pero se retrasó debido a la pandemia.
La filmación de este documental comenzó cuando el torneo ya había empezado hace un mes, pero el presidente de la institución, José Antonio Núñez, no tuvo problema en realizarla. Aunque la ciudad se muestra como telón de fondo, los capítulos se centran mayormente en una única figura. Dorados quería escribir su historia y trajo a esa máquina verbal con enorme capacidad de generar relatos que fue Maradona. Diego en los partidos, en los entrenamientos, en el vestuario, haciéndose revisar las rodillas, bailando. Diego, Diego, Diego.
Maradona llegaba a la cuna del narcotráfico mexicano, comunicaba el “periodismo” que buscaba sacarle provecho. Arribaba a un lugar donde el deporte por excelencia es el béisbol, con un equipo al fondo de la tabla y con su plantel reducido por problemas físicos; con un estadio sin terminar y una afición que poco apoyaba. Pero, como él mismo lo narra, en el fútbol Diego no le temía a nada. Asumió el desafío de que el Gran Pez, nombre por el que también se le conoce a Dorados, ascendiera.
La narración avanza a través de material de archivo, filmaciones y distintos testimonios. El primer episodio muestra el impacto de su llegada, después de las gestiones de Christian Bragarnik. Su perfil como entrenador siempre fue cuestionado y, para aquella labor, sería acompañado por su amigo Luis Islas. Pero la inyección desde lo anímico era indiscutible. Además, desde el marketing y la publicidad, Dorados recuperaba con creces lo invertido.
En paralelo, se cuentan historias secundarias que no siempre están correctamente desarrolladas o conectadas con la trama. Sin dudas, el elemento más destacable es la identificación de algunos jugadores con el origen compartido con Diego. Pero también hay lugar para la prensa local y los fanáticos, en especial el “Escuadrón Aurinegro”, la barra brava de Dorados.
Tal vez lo más cuestionable sea la sobreexposición de la figura del presidente Nuñéz, que muchas veces busca colocarse en el centro de la escena y ser catalogado como “el genio que trajo a Maradona”. De la misma manera, es importante que la relación de la ciudad con Diego y la droga no se aborde, más allá del paralelo con Napoli y la mafia. Lo central es que, con el correr de los partidos, el equipo comenzó a mostrar resultados y clasificó a la Liguilla para ascender.
La historia es conocida. Dorados pierde la final del Clausura contra Atlético San Luís. Las dudas sobre su continuidad afloran de inmediato. La separación con Rocío Oliva, los problemas de salud, la asunción de José María Martínez como nuevo asistente técnico. Maradona regresa a Culiacán y la épica hasta el partido definitorio se logra de nuevo. Sin embargo, otra vez pierden.
El relato parece apoyarse en los contrastes para avanzar, tal como lo plasman los nombres de los episodios: de “El sueño” a “La pesadilla”, de “La llegada” a “El último empujón”. Cada contrapunto potencia los argumentos sobre la figura de Diego. Eso es Maradona. El más humano de los dioses, el representante más importante de la cultura popular de los últimos años. Es la alegría de bailar en el vestuario y la tristeza para despedirse, siempre poniendo la cara.
Por operaciones que debía hacerse no continúa en Dorados, pero la historia ya había cambiado para siempre. Y así también lo recuerdan. El mundo ahora se acuerda de Sinaloa no sólo por las drogas.
No hay grandes sorpresas ni testimonios impactantes, pero Maradona en Sinaloa es el registro de lo que significa Diego para un grupo, una institución y una comunidad. Y eso, tal vez, especialmente en estos días, ayude a comprender por qué se lo quiso tanto.