Mrs America: la contrarrevolución conservadora que se enfrentó al Movimiento de Liberación de Mujeres
Por Manuela Bares Peralta
No es una novedad que la pantalla chica se hizo eco de las demandas que logro imponer el feminismo en el terreno público y mediático. En el último año, un elenco estelar de mujeres rompió los estereotipos a los que las historias del prime time nos tenía acostumbrados e impuso cambios rotundos en las forma en que es narrada la televisión actual. Pero este año, la novedad viene de la mano de Cate Blanchett y su imponente personificación de una de las figuras más importantes del conservadurismo estadounidense de la década del 70, Phyllis Schlafly.
La Enmienda por la Igualdad de Derechos entre hombres y mujeres era un hecho. Apoyada tanto por demócratas como republicanos y aprobada en ambas Cámaras del Congreso, parecía destinada a ratificarse. Los años 70 prometían ser una década repleta de conquistas para el movimiento de mujeres: los debates sobre el aborto y la equidad salarial ganaban terreno a medida que la ERA lograba consenso en la política estadounidense. Esta miniserie de 9 capítulos creada por Dahvi Waller (conocida por su trabajo en Mad Men) pone el acento en la contrarrevolución conservadora encabezada por Schlafy y que dio origen al Eagle Forum.
Blanchett consigue deconstruir la imagen implacable de Phyllis Schlafly hasta el punto de humanizarla. Una mujer de clase acomodada del centro-oeste de Estados Unidos, presa de sus propias contradicciones, se convierte en la principal oponente a los discursos de emancipación de las mujeres. A su alrededor se edifica la trama narrativa en la que se conjugan las diversas voces femeninas que escribieron la historia de esa época: Gloria Steinem, Betty Friedan, Shirley Chisholm, Jill Ruckelshaus y Brenda Feigen.
El tono verborragico de la protagonista deja al descubierto las tensiones entre lo público y lo privado. El deber ser convive con los deseos y aspiraciones de un mundo reservado sólo para los hombres. Cate Blanchett logra imprimir en la la figura de Phyllis Schlafly una de las mayores encrucijadas que se dirimió sobre los cuerpos de las mujeres de ese momento: los cuestionamientos a las tradiciones masculinas, sus dudas y frustraciones, la dicotomía entre poder real y poder simbólico, y las violencias y desigualdades a las que estaban sometidas.
La historia es conocida: la no ratificación de la Enmienda por la Igualdad de Derechos volvió a ganar visibilidad tras la irrupción del #MeToo y la viralización de los discursos machistas de la era Trump. Basta con googlear sobre la ERA para tener un pantallazo de los debates de la época. La novedad de esta miniserie no está en lo que cuenta sino en cómo decide contarlo: un personaje como el de Phyllis Schlafly está condenado a convertirse en antagonista de cualquier narrativa y, si eso pasase, estaríamos de acuerdo, pero el discurso irritante y políticamente incorrecto de nuestra villana gana potencia producto de sus propias contrariedades.
Hay una escena que (hasta el momento) resume toda la apuesta: una Cate Blanchett sentada en una sala rodeada por hombres de la política, convencida en el éxito del movimiento de amas de casa que ella misma creó y en la posibilidad de clausurar la ERA para siempre, se enfrenta a la negativa del poder masculino. Los destratos que ella creía reservados sólo para algunas mujeres la alcanzan y la acercan, aunque sea unos breves minutos, a las mujeres a las que se enfrenta. Esa contradicción es la que va a delinear las concesiones que las mujeres tuvieron que hacer para ganarse la posibilidad de cambiar el curso de la historia.