Pepsi, ¿dónde está mi avión?: ¿Acaso la televisión miente?
Pepsi no sólo es sólo la archienemiga de Coca-Cola sino toda una colección de productos que consumimos— en gran parte— en nuestra cotidianeidad: Lay's, Tropicana, Doritos, Gatorade, Quaker, Toddy, Twistos y Pehuamar. También fue una forma revolucionaria de hacer publicidad en un terreno que, durante varios años, le había sido muy adverso. Por eso, 1960 se convirtió en un año trascendental no sólo para Pepsi sino para el marketing en su conjunto.
Ese año nacía la “generación Pepsi”, una nueva forma de plantear el arco narrativo de una campaña publicitaria donde el consumidor ganaba terreno sobre el producto. Para simplificar, sería un “dime que consumes y te diré quién eres” pero derrochando onda. Este puntapié publicitario de la mano de Alan Pottasch le sirvió a la empresa para marcar un diferencial con su competidora y fue el horizonte que guío su estrategia publicitaria durante toda la década del 90.
Con esta pequeña introducción, les propongo aterrizar en 1995, cuando Pepsi había lanzado una campaña publicitaria que, rápidamente, ganó el interés del público. De igual manera, llamó la atención varios años después de Andrew Renzi, director de la miniserie Pepsi, ¿dónde está mi avión? La cosa era así: por cada producto Pepsi que los consumidores compraban acumulaban puntos que podían ser canjeados por distintos premios. ¿El trofeo mayor? Un jet Harrier AV-8 valorado en más de treinta millones de dólares. Resumo la propuesta: cada lata de Pepsi permitía sumar un punto y, en ese momento, su precio rondaba un dólar.
Ahí ya tenés un negocio, pero la cosa se pone peor. Según la marca cualquier persona podía comprar los puntos que le faltaban para acceder a alguno de los premios, lo que no se imaginaban es que algún televidente atento estaba haciendo números en su casa. De esa manera, un chico de 21 años da inició a uno de los casos más trascendentales sobre publicidad engañosa, “Leonard v. Pepsico, Inc”, al intentar comprar el total de puntos para hacerse del jet por sólo 700 mil dólares, una ganga de diez centavos el punto.
En Pepsi, ¿dónde está mi avión? Netflix se anima, en una docuserie de cuatro capítulos, a evocar una era donde los enfrentamientos comerciales se transformaban en batallas que se sintonizaban por televisión abierta. Si Britney Spears, Beyonce y Cindy Crawford posaban con una latita de Pepsi, ¿por qué John Leonard no iba a poder aterrizar un avión en el fondo de su casa? Este es el trayecto de una idea que sponsoreo la televisión, sin letras pequeñas y relatado por sus protagonistas, 27 años después.