Aleš Šteger, el poeta esloveno que se buscó dentro para ser en, con y por otros
Por Norman Petrich
“El lugar en que crecí era un pequeño pueblo cercano a las fronteras con Austria, Hungría y a la entonces frontera interna con Croacia. En media hora nadie más hablaba tu lengua. Esto también me marcó profundamente: reconocer que tan cerca nadie hablaba mi lengua, que la lengua no es algo que se da por sentado”, dice Aleš Šteger, escritor, traductor y editor esloveno, que tiene publicado, entre otros, Kasmir, Protuberancias y El libro de las cosas y los cuerpos; especie de trotamundos que ha cargado sobre sus hombros pedacitos de la sensibilidad de Ljubljana, la ciudad de Eslovenia donde reside, para ofrecérselos en versos a la curiosidad de occidente. Argentina tuvo la suerte de tener, no pocas veces, la presencia de una de las voces más referenciales de ese país, tanto en los festivales de Rosario como el de Buenos Aires. En el primero de ellos fue que empezó a enlazar una fuerte relación con Sergio Gioacchini, de la editorial Ciudad Gótica, que hoy rinde sus frutos regalándonos (desde hace unos meses) este Testimonio, su libro más reciente, traducido al castellano por Florencia Ferre e ilustrado por Dušan Fišer.
“Es el tipo de libro que nos ocurre, es un gran don. No se trata estrictamente de un libro de poemas, sino de un lugar intermedio entre la poesía y el conocimiento vital. Estos textos llegaron como un tsunami, fueron escritos en tres días con sus noches en estados alterados de conciencia, en las pausas entre sesiones muy intensivas de meditación y la ingesta de brebajes de plantas del Amazonas”, afirma en una entrevista hecha por Mirador Provincial, de Santa Fe. Es que Testimonio sigue la línea de viaje introspectivo, de búsqueda interior que trazaron y recorrieron Aldous Huxley, Walter Benjamin o el mismo Jim Morrison, pero cuya espiritualidad está más enlazada con las de Ernesto Cardenal y Thomas Merton, yendo de las historias más íntimas a las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo.
En este viaje interior, Šteger, no es que busca desatormentarse, sino saber qué hacer con la tormenta cuando “Veo la mano que escribe, el aire/ Que entra y sale, pero mi conciencia/ Está en calma, porque es y no es mía/ Todos los enfrentamientos sucederán en uno”.
Y digo saber qué hacer porque descubre que el camino a recorrer no es un pacifismo conseguido por eliminación. “He visto a mi padre y recién ahora/ comprendo que la violencia/ igual que todo el resto, es positiva y negativa”. No lo rechaza, la incorpora, la sabe parte. Su positividad abre un camino, su negatividad lleva hacia la muerte.
No creo causal que este recorrido empiece por el padre, encuentre su momento más alto en los antepasados y se cierre en el regazo de la madre.
“El lenguaje no es solo una herramienta. Hay que buscar permanentemente el lenguaje, luchar activamente por él. El idioma es la clave, y buscarlo es siempre impredecible, a veces incluso peligroso, y siempre muy relacionado con mi destino”, repite Aleš cada vez que puede y esto no está ausente en el libro, habitado por una constante retroalimentación. “Nuestro habla tiene la estructura del mundo y el cosmos/ El mundo y el cosmos la estructura de nuestra habla”; “Todo es ineludible/ En lo ineludible se oculta una libertad enorme” “Soy porque tu eres/ Somos dos para ser algo distinto…/ Lo otro”.
Algo interesante que sucede con Testimonio es que inicia una colección que se titula “La otra Europa”. Y ello nace de las convicciones y la mirada que el poeta esloveno tiene sobre el viejo continente. “La otra Europa es la única que existe, la que está en construcción, en búsqueda permanente, hay mucha gente que no quiere vivir más en la que conocemos y quiere hacerlo en esa otra”. Esa posibilidad se puede rastrear también en el libro, porque este viaje al interior nunca se hace solo. “Tus nuevas preguntas son las viejas en nuevas constelaciones/ …Traducir lo que no existe en lo que existe/ No es una cosmovisión sin el otro/ Lo que puede ser posible en uno, está en el otro”, en el exterior, es una invitación constante a salirse para buscar ahí
Las palabras pertenecen a todos.
Como a la vida, es necesario
Revivirlas una y otra vez.
No hay poder en ti para, muertas, revivirlas.
El poder está fuera.
Como si miraras por la ventana.
El cielo está afuera.
Cierras la ventana. La abres.
Afuera es de noche.
Cierras. Abres.
Afuera hay palabras que aún
Nunca has olido ni probado.
Una primavera de palabras.
Es hora de que te abandones.
De que finalmente pertenezcas a todo
Lo que pertenece a las palabras.
Cierra la puerta y arroja la llave.
“Crecí en los tiempos en que Eslovenia todavía era la parte norte de Yugoslavia, en un sistema social diferente, en el socialismo. Estoy muy agradecido por esta experiencia, porque experimenté en carne propia que son posibles sistemas sociales alternativos al capitalismo neoliberal. Al mismo tiempo, sé que cada sistema tiene sus pros y sus contras y para mí como autor la libertad de palabra y la justicia social son valores fundantes”, asegura y eso ayuda a entender por qué la Europa en la que quiere vivir es la que vendrá. Tal vez por eso, dentro de un viaje introspectivo que busca conocer su ser, uno puede leer versos como “Su lucha es mi lucha”, “Me he desviado con ustedes/ En sus ojos que no ven lo que veo”. “No te aferres a lo que era justo antes”, avisa, en este deseo de construirlo todo, empezando por sí mismo, en esta “guerra total del amor total” donde “el humano no puede retener nada/ gotea por todos lados/…sólo abraza”.
Me dice:
Lo que vivas en el viaje
No debes traducirlo en palabras
Al menos no de inmediato
Si lo haces, limitas lo abierto,
Las palabras clavan lo inasible a la pared
Y después ya no puedes
Integrarlo al todo
A tu futuro yo.
A esto respondo:
Las palabras no nombran, sólo abren un espacio.
Así como las nubes no limitan el cielo.
Después me dice:
Si tu camino es verdadero,
No necesitas palabras
Sino actos.
Y yo respondo:
Si mi camino es el camino de las palabras,
Voy a deshacerme solo en alguna otra lengua.
Entonces se me ríe,
Y yo le sonrío a ella,
Y esta es esa otra lengua.
La lengua sin palabras.
La lengua que no existiría sin las palabras.
Esa búsqueda de la lengua en otras lenguas lo acerca “a cada uno de aquellos /que me parieron antes de ser concebido”, los abuelos que se le presentan como los 4 vientos en el cementerio de Destrnik. Así aparecen Vida, Kristina, Matijas e Ignac, norte, sur, este y oeste de un territorio por descubrirse, el propio, “el tiempo de mis antepasados que circulaba a través de mí”, dejándonos el punto más álgido de este libro, de donde parece salir comprendiendo la tormenta que lo rodea: “ya no giro en el vientre de las nubes/ simplemente lluevo en nubes en los cuartos del hotel/ Ya no pienso en el cielo/ Soy el cielo”. Posibilidad surgida de un grave pacto con la lluvia. “A los demás voy a lloverles toda la noche./ A ti, tu corta vida”. Puede ser por eso que se descubre “como un puente levadizo”, donde antes “bajaba sólo para los elegidos” y ahora “no elige quién va a cruzarlo”. Así, libre, puede iniciar un regreso que es casi “carpenteano”: “En el bolsillo, una piedrita./ Cuando la saco, reconozco/ La semilla de un árbol poderoso/ Vuelve a estar ahí,/ Donde alguna vez la recogí.
Volverá el mundo.
Volverá la calle conocida
Y el montón de obligaciones.
Volverá el deseo
De ser más exitoso en la bella mentira
Que construimos día a día.
Volverá el mundo,
Volverán los vendedores de helados
Y otras eternidades.