La ficción en el país del gorilismo mágico
Por Boris Katunaric
“La era del orden es el imperio de las ficciones, pues no hay poder capaz de fundar el orden con la sola represión de los cuerpos con los cuerpos. Se necesitan fuerzas ficticias”.
Paul Valéry
Sabemos que los problemas en el ambiente literario vienen a ser de orden económico, siempre los más urgentes. El sector editorial se ve afectado por los avances de una crisis cada vez más penetrante en los bolsillos de los laburantes y, como es sabido de sobra, los primeros afectados ante la pérdida de poder adquisitivo son los bienes culturales, etc. Sin embargo, nuestra crítica de hoy no está dirigida a los problemas económicos o políticos en sentido de gestión. Trataremos de pensar en algún sentido lo simbólico de este vaciamiento conceptual y sus estrategias.
De qué hablo cuando hablo de gorilismo mágico
¿Por qué sucede que el lenguaje político es más surrealista que el literario? Hay una verdadera tendencia a la hipérbole en el discurso del gobierno, que hace que los distintos discursos se asemejen más a Cien años de soledad que a cualquier discurso político “clásico”.
En este texto vamos a coincidir con la idea tan demonizada de que la política o los gobiernos construyen un relato, por ende una ficción, sacándole el sentido peyorativo que le adjudican los paladines de la objetividad e imparcialidad.
Ya en 1984, Ricardo Piglia decía: "La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad y por supuesto también a las convenciones que hacen verdadero (o ficticio) a un texto. La realidad está tejida de ficciones. La Argentina de estos años es un buen lugar para ver hasta qué punto el discurso del poder adquiere a menudo la forma de una ficción criminal". Si nos apresuramos a decir que hoy el autor de Respiración artificial diría lo mismo no exageraríamos ni un poquito, pienso.
Hay dos ideas fuertes en nuestra historia pasada y presente de qué hace al universo discursivo, más o menos, lo que creemos que debería ser cuando establecemos un relato político: “la única realidad es la verdad” y “no fue magia”. Ambas pertenecen a una concepción realista, sintética, de datos duros, a la construcción de una materialidad efectiva atravesada por la construcción de un relato populista. Es de orden necesario que un discurso político sea populista. Por lo menos para los que pensamos en un orden no duranbarbista del mundo. En el libro de entrevistas a Juan José Saer, Una forma más real que la del mundo, el autor declara: "La ficción literaria es la superación de ese estado de confusión. La narración otorga un sentido a esa experiencia caótica que es la nuestra, la de todos los días". El discurso político es narración, relato y, por ende, literatura. Es la que, como da a entender Saer, “ordena” nuestra confusión general. Pensemos algunos ejemplos de nuestro hiperbólico discurso dominante, ese que sale de los ministerios, del Congreso o de la Casa Rosada hacia los medios y no se proyecta desde el quehacer literario o artístico.
El policía anarquista
La política, y sobre todo el Ministerio de Seguridad, necesitan mucho de estos recursos literarios, ya que de esa manera el aparato represivo tiene un margen de irrealidad para la acción.
Lo puesto en palabras por Leopoldo Moreau en el Congreso el 24 de octubre, durante la represión en la plaza sólo es comparable a El banquero anarquista de Fernando Pessoa. Inimaginable para cualquier mortal en este país crear un personaje semejante, ¿O no? ¿Por qué no hay literatura con esto? ¿Qué estamos esperando? Miren cómo nos primerean.
Los pozos con forma de caja fuerte
En una nota profundamente destructiva del escritor colombiano Fernando Vallejo contra García Márquez. corrige al autor de Cien años de soledad. En esta frase célebre descubrimos que: “«Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos». ¿Huevos prehistóricos? ¡Prehistóricos serán los tuyos, güevón! No hay huevos «prehistóricos». Los huevos son del Triásico y del Jurásico, o sea de hace doscientos millones de años, cuando los pusieron los dinosaurios, y nada tienen que ver con la prehistoria, que es de hace diez mil o veinte mil. Los bisontes de las cuevas de Altamira y de Lascaux sí son prehistóricos. Sólo que los bisontes no ponen huevos”.
Podríamos criticar con la misma lógica a Patricia Bullrich por sus “pozos con forma de caja fuerte”. Los pozos no tienen forma de caja fuerte. Son cúbicos, de dimensiones similares a los que podría tener una caja fuerte que fuera de un tamaño aproximado al de esos pozos que se encontraron (si es que se encontraron) y de haberse sospechado que habría una caja fuerte o cualquier otro elemento cúbico de las dimensiones de esos pozos. La caja fuerte no es una forma, es parte de la construcción de ficción de este discurso del poder. y con esto, al decir de Saer, se ordena la idea de realidad de su relato, por más irreal que suene.
El misterio del PBI
Andrés Asiain explica muy bien en este artículo de página /12 cuán difícil puede ser en términos numéricos robarse un PBI argentino. Ahora pensemos en el espacio: Dónde entran 637. billones de dólares. ¿Cuantos lingotes son si cada uno pesa 400 onzas troy, el equivalente a 12,4 Kg. y cuestan 1250 dólares? ¿Cuántos containers hacen falta para acumular esa cantidad de lingotes y en qué lugar de la patagonia pueden estar enterrados?
¡Es el cementerio para fetos, estúpido!
Este motivo literario creado por el diputado del PRO, Alfredo Olmedo, es de las más aberrantes y populares propuestas dadas durante la discusión de la interrupción voluntaria del embarazo durante el 2018. Hay que reconocerle a la derecha una brutal imaginación y tal vez éste sea el sentido de este texto.
Esperanza de pobre
Hacer una reflexión apresurada de un panorama en donde el discurso político le está ganando al literario habla de algo, de cierta mesura y de cierto acatamiento de recursos básicos casi incuestionables en el mundo de la narración. Al decir de Gabriela Cabezón Cámara: “Que una escritura tenga que ser económica me parece una pelotudez. Es como si a la literatura la estuviera pensando Federico Sturzenegger”. Hoy la vanguardia está puesta en palabras del lenguaje político, hay un imperio del realismo y de cierta mesura en la literatura (aunque esto lo desarrollaremos en próximas entregas) que resulta un poco problemática. Es decir, la ficción política le está quitando terreno a la literatura. Nos está ganando la derecha.