La poesía de Diego Roel: trasmitir el amor a la belleza
Diego Roel nació en Temperley, provincia de Buenos Aires, en 1980. Publicó, entre otros, Padre Tótem/ Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005; detodoslosmares, 2013), Las variaciones del mundo (El Mono Armado, 2010; detodoslosmares, 2014), Los Jardines del Aire (El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (El mono Armado, 2015), Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019), El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020) y Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, Madrid, 2020). Estudió Historia de las Artes visuales en la Universidad de La Plata. (U.N.L.P). Desde 2010 se desempeña en distintos ámbitos en Comunicación Institucional y Gestión Cultural. Lidia Rocha y Gerardo Curiá realizaron esta entrevista que hoy publicamos en Fractura, el suplemento literario de la AGENCIA PACO URONDO.
Agencia Paco Urondo: Al escucharte, me llamó la atención la musicalidad de tu poesía, su estructura musical. Son poemas cortos, con una sonoridad que marcás muy bien a leerlos. Ha sido un trabajo de cincel el que has hecho, un trabajo de pulir el poema al extremo.
Diego Roel: Es algo que intento hacer en todos los poemas, pero este es un libro que necesariamente implicaba un trabajo de artesano, porque toma el tema de los íconos y de Andrei Rubliov.
APU: Indudablemente, si estás trabajando con un artista de la iconografía, este cuidado de la palabra se asimila al cuidado del detalle en la pintura de este artista y artesano.
D.R.: El desafío para estos artistas era que aquello de la palabra comunica sea expresado por las imágenes silenciosamente. Es una obra que fue cuidadosamente meditada y elaborada. Los íconos de Rubliov irradian una especie de belleza interior, que sumerge al espectador en una conmoción meditativa, especialmente en la Trinidad, la más famosa de sus obras.
APU: Vamos a ubicarnos en el personaje que tomaste.
D.R.: Cuando armé el libro sentí la necesidad de agregar una breve nota preliminar para informar al lector quién fue Andrei Rubliov, un pintor y religioso de la iglesia griega ortodoxa. No se sabe exactamente su lugar de nacimiento, ni siquiera el año. Las crónicas afirman que vivió en tiempos del patriarcado de Nikon de Rádonezh, en el monasterio de la Santísima Trinidad y San Sergio, que quedaba cerquita de Moscú. En 1408 colaboró en la decoración de la catedral de la Dormición de Vladimir, con Teófanes el Griego, que fue una especie de maestro para él y con Daniil Cherny, que fue su discípulo. Estos tres artistas son considerados, los representantes más importantes de la pintura iconográfica en Rusia. Se cree que murió hacia 1430.
Desde el siglo XVI, Rubliov es considerado como el gran maestro de los íconos. Su forma de “escribir” (se considera que el iconógrafo “escribe” en la madera) y queda establecido que su forma de pintar es la canónica. Fue un modelo para los sucesivos pintores de íconos.
En el siglo XVIII, en búsqueda de cierta renovación pictórica, muchos de los íconos fueron tapados con una especie de aceite y se pintó encima de ellos. Después de la Revolución Rusa y de las luchas contra los movimientos religiosos. Pero el gobierno comunista, por una cuestión patriótica, evitó que se perdiera este arte ancestral, y lo estableció como un paradigma del alma rusa. En 1966 Andréi Tarkovski realizó una película basada en su vida, donde discute esta reapropiación que de su obra con un fin propagandístico. Discusión que hizo de una manera velada, para que pudiera pasar la censura.
APU: ¿Qué influencia tuvo la película Andrei Rubliov, de Tarkovski, en tu libro?
D.R.: Enorme. Viajé a Tucumán en 2017 a visitar a Inés Aráoz y tuvimos una charla sobre Tarkovski, los íconos y Rubliov. Ella “vio” que yo tenía que escribir sobre este pintor. Cuando regresé a Neuquén, quizás inspirado por las palabras de Inés, me puse a escribir. Después ella me mandó el libro con el guión. El proyecto de Tarkovski era súper ambicioso. En la película plasmó una parte de la idea que tenía en ese guión original. Estructuré el libro siguiendo el recorrido no lineal que hace Tarkovski. Intenté, humildemente, hacer algo parecido. Muchos de los títulos de los poemas remiten a ella y algunos son, incluso, los títulos de los capítulos de la película.
APU: Vos decías que estos artistas “escribían los íconos”. En la Edad Media la mayor parte de la población era analfabeta y la forma de instruir y comunicar eran las imágenes que impactaban a la gente con su trabajo con el color. Este arte tenía la función de evangelizar.
D.R.: Por eso elegí como acápite del libro unas palabras de Christos Karouzos, que dice: “Lo que más persuade a los hombres a través de la vista es aquello que parece vivo”. Había una intención de persuadir y de evangelizar a través de la imagen. Y la otra cita, que también viene al caso: “Y [además de los íconos] respeto toda la materia y la considero sagrada en tanto que a través de ella tuvo lugar mi salvación, a través de materia que está llena de gracia y acción de Dios”. Eso es de Juan Damasceno. Hay un libro que también me sirvió, un libro alucinante, maravilloso, de Pablo Evdokimov, un teólogo de la iglesia ortodoxa, El arte del ícono. Teología de la belleza. Evdokimov señala en la introducción la belleza específica que tenían los íconos y cómo se relaciona con la liturgia y con el programa litúrgico de la iglesia ortodoxa. El arte del ícono resume el espíritu de la ortodoxia.
APU: Hay una experiencia mística del artista. Y tus poemas muestran el hilo que pasa de la experiencia a la obra.
D.R.: No sé si lo logro, pero busco trasmitir el amor a la belleza. Y eso me lleva al corazón de una religiosidad mística.
APU: Vos has dicho “todo lo que escribo viene de mi propia experiencia”. Y muchos de tus libros tienen que ver con esta experiencia mística.
D.R.: Me pasó con este libro y también con Via Lucis, donde asumo la máscara de Hildegard von Bingen. En Andrei Rubliov tuve que conectarme con este monje. Sentía que, para que fuera verdadero lo que estaba diciendo, tenía que encarnarlo Fueron meses de mucha investigación. Trabajé con un artista neuquino que conoce la técnica al temple, que se hace con huevo, la técnica que usaba Rubliov. Investigué con un libro sobre materiales y sobre el tratamiento de la madera. La pintura en las paredes y en la madera, tenía que ser capa de sobrevivir el tiempo. Era un trabajo minucioso y muy interesante. Con mi amigo mezclamos los pigmentos e intentamos pintar o hacer un remedo de cómo pintaba Rubliov.
APU: Tu poesía profundiza en una experiencia del conocimiento donde lo esencial a la belleza.
D.R.: Una vía de acceso al conocimiento, al logo, creo, es la belleza. Es uno de los caminos posibles. Hay una apuesta por eso. Un afán de absoluto, una de cuyas posibles entradas es a través de la belleza. En la Cábala, en la tradición mística judía se dice, que después de la última sefirá (emanación) del árbol de la vida, que es Kéter, la corona, hay algo que es casi intraducible, una noción, el Ein Sof, que se podría traducir como “lo sin forma” y digamos que a ese esplendor se accedería a través de la visión y a través de la belleza. Estamos en un terreno de lo que no se puede nominar. A través de la combinación de las letras hebreas, hay maneras de contactar con eso que está después de la corona. Es complejísimo, y es para hablar un rato largo. Pero creo que el acceso en ese punto es la meditación, específicamente de las letras hebreas, si seguimos la tradición de los cabalistas en el Zohar ("esplendor") que es, junto al Séfer Ietzirá, el libro central de la corriente cabalística.
Pero ya nos estamos yendo por otros caminos. Y hoy estamos hablando de Rubliov, aunque tiene que ver con esto también, ya que, de alguna manera, todas las tradiciones se cruzan.
APU: La tradición judeo-cristiana está presente en Rubliov a través de su obra. Es una persona que ha vivido en la Edad Media, y su experiencia mística tiene que ver con lo que vos estás hablando. En este caso no se trataría del alfabeto hebreo sino el color, la pintura, la forma, “escribir el ícono”.
D.R.: La tradición judía estaría casi en las antípodas, porque ellos tenían la idea de que hay cosas que no se representan, casi en una línea iconoclasta. Lo único que estaba representado, en el arca de la alianza, eran los querubines. Dios no se podía representar y ni siquiera nombrar, se aludía a Dios de manera indirecta. En cambio, en la tradición de la iglesia ortodoxa rusa, el ícono está señalando eso que no se puede nombrar, sería una vía de acceso para representar el Rostro y acceder al conocimiento.
APU: Este libro fue editado en España. ¿En la Argentina se puede acceder a él?
D.R.: Yo traje muy pocos ejemplares desde España, todavía no se puede editar en otro lado, porque uno de los requisitos del premio era que se agotase la primera edición de Rialp. Cuando se agote esta primera edición, podría ser editado acá también.
EL GLOBO
(Otoño de 1400)
¿Ves las veloces nubes blancas
allá abajo?
La tierra se aleja más y más.
Volando va desnuda
una sola palabra en el paisaje.
Dormida va.
¿La ves?
Ya pasamos las rocas de la altura,
los jaguares del sol,
la franja donde la muerte deposita
los últimos dientes de la calavera.
Hermano, abre los brazos.
EL BUFÓN
(Verano de 1400)
¿Qué puedo decir acerca del amor?
Se va en la brisa, vuelve en la brisa.
Se parece a un manojito de mirra,
a un perfume que se difunde y crece.
Se parece al humo que sube del desierto.
¿Qué puedo decir?
AL KREMLIN
(Invierno de 1405)
El ícono de la Virgen de Vladimir
me miró a los ojos y me dijo:
«Búscame en el muro donde la tarde extiende su plumaje.
Estoy detrás de los estandartes de cola de caballo,
debajo de las hojas y los frutos.
Búscame en el aire, en las cenizas.
Estoy arriba del puente de todos los ríos,
encima de la huella de los lobos.
Búscame en el arco donde la sangre se desata.
Estoy bajo el ala de la noche».
EL JUICIO FINAL
(Verano de 1408)
Yo vi a Cristo cabalgar sobre los cielos del Oriente.
Su voz sonaba igual que el estruendo de muchas aguas.
Se paró delante de mí, abrió los labios y me dijo:
«En mi bolsillo guardo tres llaves:
la de la lluvia, la del nacimiento,
la de la resurrección de los muertos».
Su cara brillaba como si fuera bronce en ignición.
Yo vi a Cristo cabalgar en una yegua blanca,
a orillas del Moskvá-Reka, antes del invierno.
Andréi Rubliov
(Verano de 1425)
Uso el pincel como un cuchillo:
dejo a la vista en la madera
los puntos de sutura.
Grabo una cruz, un pie,
la sangre en la herida del Cordero.
Uso el pincel como una lámpara:
pinto con azurita y ultramar
la corona de doce estrellas de la Virgen.
Ilumino los cántaros vacíos.
El programa puede ser escuchado en este link: https://go.ivoox.com/rf/88334351