Lester Bangs: El Cajón y la pluma
Por Cristian Secul Giusti *
Leslie Conway Bangs nació en 1948 en la ciudad de California y murió en su casa de Nueva York en 1982, a los 33 años. Fue, tal vez, uno de los mejores periodistas críticos de la historia del periodismo de rock. Un hombre de riesgo, un culto a la contrariedad y, sobre todo, un profundo oyente de rock and roll que se hizo conocido por su escritura despiadada e inclemente.
Siempre fue un símbolo de contracultura en la propia contracultura -es decir que se encontraba más al margen de lo que el margen podría suponer-. A raíz de esto, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que atrae de la figura de Lester Bangs? ¿No podría ser solo un periodista o un escritor esquivo, con problemas de alcohol y drogas, que reniega del rock y la vida? En todo caso ¿Podría ser todo eso? Sí, podría. O pudo. Pero, en principio, se puede decir que fue una alegoría de incorrección periodística que se destacó, desde siempre, por no ocultar sus pareceres y, especialmente, por despreciar la impostada objetividad del periodismo. Fue un verdadero elogio a la incomodidad periodística que puso en crisis al discurso de la información de rock y lo llevó al extremo del nuevo periodismo, pregonado por Hunter Thompson o Tom Wolfe, por ejemplo.
La inclemencia del verbo
Lester Bangs creció en la localidad de El Cajón, en California, en un seno familiar, por lo menos, inquietante. Su madre era una férrea defensora de la disciplina religiosa de los Testigos de Jehová y su padre vivía marcado por el alcoholismo, la violencia y la desidia laboral. Esta situación potenció su incipiente rebeldía, lo obligó a alejarse de su familia y emigrar hacia la ciudad central de San Diego. Ahí, de hecho, realizó variados cursos de literatura y se fascinó con la narrativa beat de Jack Kerouac, Allan Ginsberg y, fundamentalmente, William Burroughs.
A los 21 años comenzó su carrera profesional de periodista en la revista Rolling Stone, lugar en el que conjugó experiencias y perfeccionó un lenguaje verborrágico, afecto a la subjetividad y las opiniones personales. Sus escritos -que representaban más un diario personal que una reseña de disco o recital- cuestionaron supuestos del propio rock. De ese modo -y sin saberlo-, Bangs conformó un híbrido vínculo entre la literatura y el periodismo.
La primera columna que firmó Lester en un medio de divulgación periodística estuvo dedicada a la banda MC5, a quienes dilapidó después de escuchar atentamente el disco Kick Out the Jams (1969). Esta reseña negativa, sin embargo, no fue la única en su historia, sino que generó una serie de críticas brutales e insistentes contra David Bowie, Sex Pistols, Brian Ferry (vocalista de Roxy Music) o Bob Marley, por ejemplo. Por esta razón, el periodista comenzó a ser considerado como un crítico de rock inclasificable y sin concesiones que desconcertaba a las bandas, acostumbradas a un periodismo de gacetilla, de propaganda y de orientación biográfica.
Pese a sus difundidos artículos y al respeto que le manifestaban los lectores de la revista, el director de Rolling Stone, Jann Wenner, lo despidió sin atenuante por su trato “despectivo con los artistas”, a propósito de una columna escrita contra el grupo de rock Canned Heat. Luego de ese acontecimiento, Bangs se mudó a Detroit y desarrolló su carrera como redactor en otra revista emblemática del mundo rock: Creem. En este semanario trabajó durante cinco años como editor y definió un estilo de periodismo crítico más belicoso vinculando el sonido y la voracidad del rock and roll con los lenguajes periodísticos (cada vez más entrelazados con la literatura y el monólogo interior). Esto, indudablemente, influenció a toda una generación de jóvenes periodistas, así como también, posiblemente, a algunos músicos que, pese a la violencia de las palabras, encontraban en Lester un aliado y un tipo que no dudaba de su inclemencia.
En busca de la palabra justa
La década del 70 fue una época dorada para los medios especializados en rock, particularmente los de edición impresa, porque tenían una gran influencia en las ventas de los discos. Bangs, que no era ajeno a esta situación, se mostraba marcado por un escepticismo y una suspicacia que lo separaba del resto de la prensa de rock. Pretendía ser un hombre común, alejado del canon periodístico y el profesionalismo crítico. Por tanto, en sus momentos de mayor credibilidad e importancia como figura mediática logró darles relevancia a bandas que por entonces eran ignoradas y que hoy en día son legendarias como The Stooges, Iggy Pop, ZZ Top, The Ramones o The New York Dolls, entre muchos otros.
Su mordacidad dotó de una conciencia histórica a la crítica musical de rock, alejándose de las amistades, las gacetillas y las benevolencias. Es por ello que se caracterizó por ser corrosivo y por desmenuzar un disco o un recital en vivo con una vehemencia que abrumaba. Era uno de los pocos escritores de rock que transmitía confianza por mostrarse verdadero, sin intenciones de aparentar o fingir. No dejaba de ser inclemente por el simple hecho de sentir el rock, y aun así comprendía a su manera los beneficios de separarse de su objeto de estudio. Utilizaba todas las herramientas que el vocabulario le daba para transmitir una sensación o para demostrar que podía mejorarse. Su crítica no era constructiva ni destructiva, sino que servía de enlace para intercambiar palabras con los lectores, sus mejores aliados y sus máximos defensores.
Sus escritos supieron trascender la propia música y esgrimir una idea de crítica que irrumpió de un modo impetuoso y simultáneo en la cultura rock norteamericana. Así, Lester llevó a cabo distintas biografías de artistas (Blondie, The Ramones) que fueron editadas de un modo incompleto en fragmentos y, conjuntamente, incursionó en el mundo musical al lado de Mike Leigh (hermano de Joey Ramone de The Ramones) formando el grupo Birdland y posteriormente la agrupación Lester Bangs and the Delinquents.
La última entrevista que concedió Lester se efectuó semanas antes de su muerte y fue realizada por un estudiante de periodismo llamado Jim DeRogatis. Ese reportaje derivó en el libro Let It Blurt: The Life and Times of Lester Bangs, America’s Greatest Rock Critic, uno de los pocos testimonios fieles sobre la personalidad de Lester Bangs. No obstante, en 2001 el establishment cinematográfico lo homenajeó de un modo fraternal y empático. El encargado fue el cineasta Cameron Crowe (ex periodista adolescente de Rolling Stone y Creem), quien en el film Casi Famosos lo expone como un personaje que guía y consuela al joven William Miller (alter ego de Crowe en la película) en sus experiencias con músicos de rock.
Apasionar y aborrecer
A partir de 1982, año en el que fue hallado sin vida en su departamento abandonado de Nueva York, Lester Bangs se convirtió en una leyenda que sería recordada en ámbitos de culto y que también sería repudiada por los colegas periodistas que supieron tolerar su discurso mordaz y su entrega total de periodismo duro y ácido.
Sin dudas, la obra de Bangs es comprometida; se encuentra marcada por la subjetividad, el empleo de la primera persona y la polémica. Es una historia de incorrecciones políticas y liberaciones. Sus trabajos simbolizan la liberación del periodista, se muestran separados de las estructuras de la objetividad y desafían los postulados rígidos del periodismo.
Este escritor no fue un escritor improvisado, sino que, a partir del lenguaje periodístico, supo vincularse con ciertos aspectos literarios y fundar una manera desconocida de referirse al objeto rock. Desde ese plano, dominó un estilo sarcástico -dispuesto a la transformación y la motivación del lector- y tomó la esencia del rock con el propósito de hacerla palabra. Sin embargo, no supo o no quiso ser un periodista famoso aclamado por la corporación periodística norteamericana (como los críticos de música contemporáneos Robert Christgau, Greil Marcus o Dave Marsh), sino que se contentó con apasionar, aborrecer y, sobre todo, incomodar.
* Doctor en Comunicación - Docente (FPyCS-UNLP)