María Laura Pintos: “La literatura es una guerra, cada batalla ganada merece su celebración”
Por Hernán Casabella
María Laura Pintos nació en Montevideo el 28 de octubre de 1971 pero creció en Buenos Aires. A los 16 viajó a Montevideo por vacaciones, como en los once años anteriores y se quedó a vivir y a terminar sus estudios. Entró a la Facultad de Ciencias Económicas y salió sin haberse recibido y jurando no volver a pisarla. En el año 2014 se le ocurrió estudiar un posgrado en Gestión Cultural en la Universidad de Córdoba, virtual. También tuvo la idea de estudiar filosofía y teatro. Una tipa ocurrente.
Publicó su primer libro poesías, Carnal (2011, editorial Paréntesis) La Jaula (2015, editorial Paréntesis). Formó parte de las antologías Del caos a la inmensidad, Vigencia del poema en prosa en Sudamérica, (2017, editorial Hijos de la lluvia); Cuerpo, palabra y creación, (2018, editorial Encuentros) y Muestra de poesía contemporánea uruguaya “de divina proporción”, compilación de la poeta Laura Alonso 2018, (La Coqueta editora).
Es fundadora y co-editora, desde noviembre de 2017 de La Coqueta editora de poesía.
El año pasado publicó A todo lo que tiene alas, (2020, editorial Yaugurú), precuela del libro La Jaula.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
María Laura Pinto: Recuerdo unos cuantos. Yo era una niña rara, con vacaciones raras. Mis padres estaban exiliados en Buenos Aires y divorciados y a mí me mandaban a pasar los meses de verano a Montevideo, la mitad del tiempo en la casa de mis abuelos paternos y la otra mitad en la de mi abuela materna. En ambos sitios existía una ausencia absoluta de personas de mi edad pero, en compensación, había muchos libros. Así que fueron los libros mis amistades de verano desde los cinco a los dieciséis. En uno y otro lugar se estilaba dormir la siesta y ese era el momento en el que aprovechaba para leer lo que se me diera la gana y pudiera alcanzar, dada mi estatura, sin riesgo de caerme y despertar a todo el mundo. De esa época recuerdo, en forma desordenada, haber leído una enciclopedia completa de mitología griega, un libro basado en una investigación sobre el llamado “Hijo de Sam”, la poesía completa de García Lorca, los cuentos completos de Chéjov… todo lo que cayera en mis manos o a lo que mis manos alcanzaran, sin orden ni concierto, el pleno goce de leer. El primer libro, sin embargo, fue el Martín Fierro. Con él fue que mi abuela paterna me enseñó las primeras letras, cuando tenía cuatro. A los cinco ya me lo había leído. Ahora entiendo, a la vejez, por qué otros niños y niñas no gustaban mucho de jugar conmigo.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
M.L.P: Se abandonan, sin más y con culpa. Soy de abandonar aquellos libros que no logran engancharme y de afrontar el sentimiento de culpa que esto me genera. Soy una mujer culposa, por todo, y abandonar libros a medio leer o con tres páginas de avance no es la excepción. Si tengo que pensar en una anécdota relacionada con esto, creo que el día que decidí abandonar a Proust en medio de A la sombra de las muchachas en flor de En busca del tiempo perdido y decir que no podía más, que me aburría soberanamente y enfrentar la cara de incredulidad de mi compañero, puede ser un buen y embarazoso momento para recordar. O para olvidar. En fin, no se puede nadar contra la corriente, ni contra los libros.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
M.L.P: Todo eso y más. También se queman y se escriben. Hay quiénes los usan para equilibrar el escritorio e incluso la cama. Confieso que nunca lo hice.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
M.L.P: No puedo elegir y no pueden obligarme a hacerlo. Pero si me ponen un revólver en la boca o una canción de Arjona en la radio y me dicen que elija sí o sí, me quedo con cualquier libro que haya escrito Manuel Puig o Los Pichiciegos de Fogwill o Los Premios de Cortázar o Los siete locos de Arlt o Ficciones de Borges o el Martín Fierro de Hernández. Y hay uno en particular, uno muy querido porque fue el primer libro de poesía que me regalaron; una amiga de mi madre, cuando cumplí ocho años y por todo festejo tuve albóndigas con papas y flan de postre. Cayó con un librito de un tal Enrique Bossero, Tiempo imaginado y una dedicatoria muy anticipatoria. Todavía lo tengo. Si me pongo a nombrar libros de poesía no termino más: las obras completas de Borges, Fijmann, Viel Temperley, Girondo, Orozco, Gruss, es una lista muy larga. Lo que puedo contarles es que hace poco encontré otro libro de Bossero y me pegó tremenda emoción. Releí el primero también, encontré cosas que se conservaron intactas en mí y en el libro. Fue muy bueno.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
M.L.P: Otra vez no puedo hablar de uno, sino de muchos, pero sigue sonando Arjona y quiero que alguien apague la radio, pero me indican que no es posible hasta que elija al menos diez. Así que ahí vamos: Melville con Moby Dick y Las Encantadas y Dostoievski con Los hermanos Karamazov y El idiota y Crimen y Castigo y Chéjov con sus cuentos y Jean Rhys con El ancho mar de los sargazos y Jean Genet con Santa María de las Flores y El Milagro de la Rosa y Querella de Brest y Carson McCullers con El corazón es un cazador solitario y La balada del café triste y Frankie y la boda y... ¿sigo? Porque me quedan Rulfo y Guimaraes Rosa y Pessoa y...Es imposible.
APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificada?
M.L.P: Con todos y cada uno de los que están en los libros que nombré y en los que no nombré. Si no soy capaz de ser quién está en el relato, entonces tiro el libro por la ventana de la buhardilla que no tengo, pero algún día tendré.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
M.L.P: Así de arrebato ninguno, porque tengo la memoria de una hormiga, pero me traje el tomo segundo de Moby Dick y copio aquí el final y me sonrío porque entiendo por qué tanto y tanto me gusta este libro de cabo a rabo, de punta a punta, de proa a popa. “Entonces volaron pájaros pequeños, chillando sobre el abismo aún abierto; una tétrica rompiente blanca golpeó contra sus bordes escarpados. Después todo se desplomó y el gran sudario del mar volvió a extenderse como desde hacía cinco mil años”.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
M.L.P: El mismo día que empezó mi gusto por la lectura. Empecé a leer y entendí que yo quería hacer eso mismo, para que otros sintieran ese mismo goce. Todavía lo quiero, todavía lo intento.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
M.L.P: Ninguna, no tengo ni rutina ni método ni horario ni nada. A veces me siento y sé que voy a escribir para redondear alguna idea o a corregir sobre lo corregido. Otras veces estoy haciendo cualquier cosa y tengo que salir corriendo y escupir sobre la pantalla o sobre una hoja eso que me viene dando vueltas, como una mala digestión.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
M.L.P: Nada es un fetiche, todo es un fetiche. Si me pongo a pensar, no es un objeto, son los perros. Si están cerca mío y durmiendo, entonces es porque hay un clima de calma y concentración propicios y eso me ayuda.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
M.L.P: No, definitivamente.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
M.L.P: La presentación de un libro es una especie de acontecimiento que mezcla funeral con cumpleaños de quince. Es tan necesario como lo primero y tan festivo como lo segundo. El autor se despide de la obra, de meses o años de duermevelas y padecimientos, es la muerte de esos tiempos y también el renacer de otros, de otras novelas, otros cuentos, otros poemas. Hay que acompañar en el sentimiento y celebrar la victoria. La literatura es una guerra, cada libro una batalla. Cada batalla ganada merece su celebración. Las perdidas también, pero a priori no conocemos bien el resultado, o estamos tan apabullados que no podemos distinguirlo.
Las lecturas me gustan porque encuentro gente amiga y tengo una excusa para tomarme unos vinos. Aunque no preciso excusas. También porque, dos por tres, hay hallazgos. Me gustarían mucho más si todos quienes asisten prestaran atención a la lectura, pero creo que no se hacen para eso. O sí.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
M.L.P: Se lleva de maravillas con todo eso. Conozco gente que escribe tempranito y tomando mate. Allá elles. Ya dije que lenguaje inclusivo no, no?
APU: ¿A quién relees periódicamente?
M.L.P: A Felipe (Polleri).
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
M.L.P: Viel Temperley, Fijmann, Gruss.
APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?
M.L.P: De la última década he leído casi exclusivamente poesía. De aquí y de allí. Tengo muchas amigas y amigos poetas de por esas tierras y opino que están viviendo un momento bisagra, con poetas consolidados o consolidándose de la puta madre, encontrando nuevas maneras de decir o viejas pero resignificadas. Me voy a olvidar, yo sé que me va a quedar gente por el camino, pero están Osvaldo Bossi y Claudia Masin y Elena Annibali y Carolina Massola, son gente que está haciendo o ya tiene hecha y continúa trabajando, una obra sincera, personal y gozosa, para quienes leemos y gozamos sin importar el tenor de lo que estamos leyendo.
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
M.L.P: Leo a mis contemporáneos, no a todoslo hago con los calzones puestos, la mayor parte del tiempo.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
M.L.P: Danubio, de Claudio Magris y releyendo El Castillo de Kafka para una idea de collage. Tengo un grupo de personas queridas con las que me encuentro casi todos los domingos y nos juntamos a hacer collage y hablar de bueyes perdidos y tomar vino. Creo que, básicamente, nos juntamos para esto último. Pero me han llevado a releer El Castillo y un baño de Kafka anual siempre viene bien.
APU: En tu libro Carnal está presente el cuerpo y el hueco, el amor y la nada ¿se puede decir que hay una búsqueda de sentido existencial en estos poemas? Contanos.
M.L.P: No, lo que se puede decir es que estaba pasando un momento bien de mierda, una mutación extraña y un desengaño vital. Elementos que, reunidos, pueden ayudarte a escribir algo más o menos decente o hundirte en el abismo. Por suerte pude, al final, salir a flote. Sin bromas, Carnal es un libro que no fue escrito con la pretensión de desentrañar ningún intríngulis sobre quién soy o somos y porqué estoy o estamos, en tanto existimos aquí y ahora. Está escrito desde la convicción de que eso es. Punto. Y duele. Punto. Mucho. Punto y aparte.
APU: Elegiste para La jaula un formato de poemas en prosa ¿por qué?, ¿creés que hay una relación entre el formato de escritura y la libertad?
M.L.P: No creo, no tengo idea. Pero a mí me la dio. Ese formato me dio la libertad para explorar en los abismos. Fue mi trozo de madera en medio del remolino del barco que se hunde, del Leviatán que se lo lleva hacia el fondo. Muchas de las cosas, de las formas, de la voz que grita destemplada desde esas pocas páginas que conforman La jaula, son producto de la libertad que la prosa me dio para extenderme en el delirio, en la rabia, en el llanto. Y no cortar, ni por la música, que siempre está presente, pero que esta vez no había porqué guardarle ningún respeto.
APU: A todo lo que tiene alas, recientemente editado por Yaugurú en Uruguay, parece ser un viaje en tu tiempo, un recorrido familiar: ¿qué afloró en vos durante este camino que fuiste transitando con la palabra?
M.L.P: Ese camino empezó con La jaula. Allí ya están instalados el tema de la descendencia, el origen, la herencia, la ciudad en miniatura. La Jaula abre este segundo libro, literalmente. “...Venga la jaula a contar de la caída, de todo lo que tiene alas, en la ciudad en miniatura”.
La jaula da cuenta de lo que no fue, A todo lo que tiene alas, de lo que fue, es y será.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
M.L.P: Puede que sí, siempre y cuando sea un taller de lectura.